VICENTA ORTIZ CUESTA, UNA MUJER DE MEDALLA.
Natural
de Sotodosos, fue la primera mujer de la provincia de Guadalajara en recibir la
Medalla al Mérito en el Trabajo.
Puede que en la actualidad, por aquello de
la igualdad, no resulte llamativo el que una mujer tenga los mismos derechos
que un hombre, que lógicamente los debe de tener, pues iguales somos ante Dios
y la Ley. O que reciba el mismo trato en todas las instituciones; o que se la
conceda una medalla. No una cualquiera, sino la Medalla al Mérito en el
Trabajo. Y es que las Medallas al Mérito siempre han sido cosa que colgar de la
solapa de los grandes personajes de nuestra historia; como si el matachín, el cedadero o el cardador no
hubiesen hecho méritos a lo largo de una vida como para recibir un homenaje.
Vicenta Ortiz Cuesta, una mujer de medalla |
Guadalajara, pueblos y provincia, han sido y
lo siguen siendo poco dados a esto de los reconocimientos de los propios; suele
suceder que se admira más al que viene de fuera que al vecino de al lado, que
puede ser por aquello de que al que viene de fuera hay que adularlo y el
vecino, como lo conocemos de toda la vida no necesita coba.
Tampoco, si echamos la mirada al glosario de
concesiones de medallas encontraremos que las hayan recibido muchas mujeres a
lo largo de la historia. Y no es culpa de estos tiempos que vivimos, que han
ido evolucionando hasta hacernos iguales; a lo largo del transcurso de la
historia la mujer, por aquello de que según la Biblia fue creada de una
costilla del varón, ha estado relegada a la voluntad del hombre, y por ello
escasamente figura, en relación con el varón, en ciertos asuntos patrios. Pero
no vamos a enredarnos en algo que daría mucho de qué hablar y que, al final no
llevaría a muchas conclusiones, pues de lo que aquí tratamos es de hacer
memoria de la Medalla al Mérito en el Trabajo, en coincidencia con estos días
en los que se celebra el de la mujer trabajadora. Una Medalla, la del Mérito en
el Trabajo, que fue creada, según su historia, por real decreto de 1926 para
premiar una conducta útil y ejemplar en el desempeño de cualquier trabajo,
profesión o servicio, habitualmente ejercido.
Quienes por aquellos años, va para cien,
recibieron estos honores en cualquiera de sus tres categorías, oro, plata o
bronce, fueron personajes relacionados con la política, la cultura o el mundo
empresarial; en esto ha cambiado poco la sociedad, y los otorgantes.
Vicenta Ortiz Cuesta fue la primera mujer de Guadalajara en recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo |
La provincia de Guadalajara recibió alguna
de ellas para premiar la labor de algunas de nuestras gentes, mayoritariamente,
como anteriormente se decía, de fuera de la provincia, aunque residentes en
ella.
Con motivo de los fastos celebrados en
Guadalajara en el mes de septiembre de 1927, en aquella magna empresa de
exaltación provincial que se llamó “El
Día de Guadalajara”, y que daría origen a la creación de la “Casa de Guadalajara en Madrid”, dos
obreros de la capital recibieron el tributo municipal con la concesión de una
Medalla del Trabajo, no otorgada por el Ministerio ni el Gobierno. Fueron los
obreros Antonio Olmeda y Juan Granizo Alcolea, de 74 y 75 años de edad, en
quienes se quiso reconocer a los trabajadores guadalajareños.
Un mes después, entrando ya en la
oficialidad ministerial, se solicitó, y concedería, dicha Medalla, a don
Francisco Aritio, como vicepresidente de La Hispano-Suiza; dos o tres meses
después para D. Ernesto Villar, coronel director de la Academia de Ingenieros,
ambos la colgaron en sus solapas en la categoría de plata, con el tratamiento
de ilustrísimos señores; y se solicitó, aunque le llegó la muerte antes de que
se formalizase el expediente, para D. Ramón Corrales, que fue secretario del
Ayuntamiento de Guadalajara por espacio de cerca de cincuenta años, entre los
últimos del siglo XIX y los comienzos del XX; y en junio de este año del que
hacemos memoria, 1928, le fue prometida, aunque de bronce y tercera clase, a
Lino Bueno, el picador de la roca que se convirtió en la Casa de Piedra de
Alcolea del Pinar, en este caso llevaba el tratamiento de “Caballero”, la
recibiría en septiembre de 1929. Este mismo año, 1928, en el mes de octubre, se
solicitó para quien era médico de Jadraque, aunque natural de Barcelona, D.
Domingo Bris Castellet, a quien se le concedió meses después. En los meses
finales de 1929 se le concedió a don Cayo Vela, ilustre compositor quien, a
pesar de haber nacido en tierras aragonesas pasó casi toda su infancia en la
localidad de Horche, donde su padre ejerció de zapatero; meses, los últimos del
año 29, en los que también se solicitó para el director de la banda provincial,
don Román García Sanz. El Ayuntamiento de Guadalajara la solicitó para el
inspector municipal, veterinario de profesión, don Narciso Valle, a los
cincuenta años del ejercicio de su profesión, en 1930, y por fin, en el mes de
enero de 1931 llegará la primera medalla conocida en Guadalajara, para colgar
en la solapa de una mujer, en la de doña
Elena Sánchez de Arrojo, Presidenta de la Comisión Provincial de la Cruz Roja,
entre otras muchas cosas.
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Había pasado desapercibido para la provincia
el que, a poco de que se crease la condecoración, una guadalajareña, Vicenta
Ortiz Cuesta, natural de la pequeña población alcarreña de Sotodosos, la
llevaba colgada. Vicenta fue una de aquellas mujeres que en los últimos años
del siglo XIX salieron del pueblo con dirección a cualquiera de las capitales
próximas a la provincia, para “servir”,
como solía acontecer, hasta que el paso del tiempo las concediese un novio,
después marido, que las retirase del oficio.
Vicenta fue a servir a la casa de un
conocido periodista don Manuel Troyano, director de alguno de los periódicos de
postín de su tiempo, además de diputado, senador y unas cuantas cosas más, que
contrajo matrimonio con doña Rita
Mellado, a su vez hermana de otro ilustre de las letras, don Andrés
Mellado.
Vicenta entró a servir en la casa de doña
Rita y don Manuel, en la calle de Alcalá número 89, en el año de gracia de 1888,
cuando contaba con diecinueve años de edad y llevaba cuatro ejerciendo el
oficio en Madrid. Por la casa de los señores de Troyano ya había pasado otra de
sus hermanas, que emigró a la Argentina, dejándole el puesto.
Cuarenta años después los hijos de don
Manuel Troyano solicitaron para la mujer que cuidaba de su madre la Medalla al
Mérito en el Trabajo, y se la concedieron, en el apartado de bronce y para
llevar el honroso título de “Señora”.
Le fue impuesta por el entonces ministro de Trabajo, don Eduardo Aunós, en el
mes de septiembre de 1929. El mismo mes en el que se la enviaron a Lino Bueno.
Vicenta pasó casi toda su vida en la casa de doña Rita Mellado |
Se había casado treinta años atrás con un
obrero a quien terminaron colocando en la Casa de la Moneda, Felipe Hernández,
y sin hijos que los sucedieran, a la muerte de ambos, Felipe en 1940 y Vicenta
a los 86 años de edad, en 1957, sus sobrinos recibieron en herencia una casita
en el número 44 de la carretera de Aragón, en el entonces pueblo de Vicálvaro,
a donde el matrimonio, tras la muerte de doña Rita y la jubilación de Felipe,
se retiró a vivir la soledad de sus últimos años de vida.
Y la provincia nunca supo, quizá su pueblo
tampoco lo conociese, que esta mujer, Vicenta Ortiz Cuesta, de profesión criada,
o doncella, fue la primera mujer guadalajareña que, sin estar emparentada con
la política, la cultura de las academias o la nobleza, recibió la primera
Medalla al Mérito en el Trabajo que llegó a manos de una mujer de Guadalajara. Y
su nombre saltó a las páginas de muchos de los periódicos nacionales. Lo mismo
que su pueblo.
Con ella se reconocía, o debía de
reconocerse, a todas aquellas que por
aquellos, y los años que siguieron, salieron de sus pueblos a buscarse la vida
de la única manera que pudieron, de criadas, cocineras o chicas del servicio.
Las primeras que mandaron a sus pueblos y familias las primeras pesetas con las
que las familias comenzaron a prosperar y que, habitualmente, no suelen ocupar
titulares de prensa.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
8 de marzo de 2019
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