RECORDANDO A MARIANO PÉREZ CUENCA, Y SUS HISTORIAS
Natural de Pastrana, fue sin duda el primer cronista de la comarca
Nació don Mariano Pérez y Cuenca en Pastrana, casi en los inicios de aquella especie de revolución a la que se ha dado en llamar “Guerra de la Independencia”, el 8 de diciembre de 1808, en una familia de labradores y no demasiadas posibilidades económicas; al parecer fue hijo único de Manuel Pérez y María Facunda Cuenca; y a pesar de que sus padres no pudieron facilitárselos, pudo acceder, para llevar a cabo sus estudios, en principio eclesiásticos, a una de las ayudas ofrecidas por una de las numerosas capellanías fundadas en la Colegiata de la localidad.
También se tiene al Convento de San Francisco, fundado en Pastrana dos o tres años antes de su nacimiento, como base de sus primeros estudios, pasando por este y, sin duda, por los seminarios de Toledo y Sigüenza, donde completaría su formación sacerdotal, para regresar a Pastrana en 1826, donde con apenas 18 años de edad fue nombrado Presbítero de la Iglesia Colegial. En Pastrana y dicha Colegial pasaría la mayor parte de su vida; salvo un corto periodo de tiempo, a partir de 1828, en el que, tras solicitar las licencias correspondientes y obtenerlas, se trasladó a Alcalá de Henares, en cuya Universidad concluiría su formación canónica. Retornando después a Pastrana en los primeros años de la década de 1830. Aquí, en Pastrana, seguiría hasta el fin de sus días.
El Cura de Pastrana
En el año de gracia de 1847 don Mariano Pérez y Cuenca era cura teniente de la Colegial; dos años después ejercía de mayordomo de la Fábrica de la Iglesia y, en 1852, al reducirse a Parroquia la Colegial, pasaría a ser cura de la iglesia parroquial de la Asunción; al tiempo, ejerció los cargos de capellán y rector del Hospital de San Miguel, que fue patronazgo de los duques y llegó con su historia a cuestas hasta los años finales del siglo de don Mariano,
Un hecho influirá decisivamente en la vida y obra de Pérez y Cuenca: fue el proceso desamortizador de las propiedades eclesiásticas, así como de los conventos y monasterios de la comarca a partir de 1835. Predicando desde los púlpitos y a través de sus escritos, en su contra. Fue uno de los primeros párrocos en hacer oír su voz en contra de aquello, como más adelante, y de su mano, lo haría el párroco de Renera ante los desmanes que se cometieron en los conventos de Tendilla y Lupiana.
A lo largo del tiempo será un firme defensor del legado histórico de Pastrana, y con Pastrana de su antiguo partido judicial, su histórico entorno; oponiéndose en todo momento a aquellas desamortizaciones que se llevaron a cabo, llegando incluso a adquirir de su propio peculio, a fin de rescatarlos del abandono, algunos objetos de los conventos o monasterios abandonados, intentando la adquisición de retablos y otros enseres, vendidos a corredores e industriales de Madrid que, para la recuperación de las láminas de oro que los cubrieron, procedían a su quema. Destruyéndose de esta manera numerosos retablos de las iglesias conventuales.
En este intento de rescatar del olvido y pérdida bienes de aquellas desamortizaciones, no faltarán la compra de libros o bibliotecas completas, a las que por entonces no se prestaba ningún interés; cuadros, imágenes religiosas o piezas de orfebrería, que trasladará a la iglesia de Pastrana o su propio domicilio, que terminaría por convertirse en una especie de almacén de obras religiosas, más que museo de arte sacro, a la espera de un nuevo futuro.
Numerosos de los objetos adquiridos serán posteriormente donados a otros conventos, iglesias o instituciones; y muy especialmente fue dotado por su mano el convento de Franciscanos entonces existente en Pastrana, en el que, como señalamos y nos dejó escrito quien con más detenimiento estudió la obra de Pérez Cuenca, Ester Alegre Carvajal, llevó a cabo sus primeros estudios.
Don Mariano viajará en este tiempo por toda la Alcarria, alzando su protesta incluso a través de algunas composiciones poéticas, como moda de los tiempos, entre ellas sus: “Poesías y sentencias que se hallan en el Convento de Santa María del Monte Carmelo de Bolarque”, que compone en 1837, recopilando las que allí se encuentran, lo que al tiempo sirve para preservarlas de su desaparición; al tiempo comenzará a indagar en los archivos de la Villa Ducal para componer la que ha de ser primera “Historia de Pastrana”, que verá la luz en 1858.
El libro de Pastrana, pulsando aquí
Cronista de Pastrana
Al margen de la Historia de Pastrana, que conocerá en todos sus detalles y será obra pionera en el estudio del pasado de nuestros pueblos, se fijará en la de las poblaciones pertenecientes a su entonces partido judicial, reseñando cada una de ellas y deteniéndose con especial relevancia en los conventos y monasterios que por aquí se fundaron. Igualmente, como de la imagen de María, y miembro que sería de Academia Mariana, hará extensiva su dedicación a la descripción de las imágenes y apariciones marianas, con sus ermitas y santuarios, de los partidos de Pastrana y Sacedón, que quedarán registrados en su obra en torno a estos. Ya que como se apunta sería miembro de la Pontificia y Real Academia Bibliográfica Mariana, fundada en Lérida en 1867 por el capellán carlista don José Escolá y Cugat; bajo cuyos auspicios escribirá, y en Lérida dará a la imprenta en 1868, su: “España Mariana”; que recogerá lo relativo a ella dentro de la provincia de Guadalajara y sus partidos judiciales de Pastrana y Sacedón.
A través de sus trabajos, en la Colegiata tanto como en los Archivos de Pastrana, eclesiásticos y civiles, y por correspondencia con los duques, entablaría una amistosa relación con el XI y XII duques de Pastrana, don Manuel Téllez-Girón y don Mariano Álvarez de Toledo, quien llegaría a regalarle un cáliz de plata que, a su fallecimiento, determinó testamentariamente entregar a los frailes Franciscanos Misioneros de la villa.
Se convertirá, a través de sus trabajos, en un personaje indispensable en la vida social y eclesiástica de Pastrana, con influencia en todo el partido judicial. Sus acertados juicios y conocimientos históricos harán que sea constantemente consultado desde poblaciones del entorno, y él mismo continuará alzando la voz cuando lo crea conveniente, ante actuaciones contrarias al espíritu religioso por parte de las autoridades locales o provinciales, en un tiempo en el que la institución religiosa llega de alguna manera a ser cuestionada en ciertos ámbitos. Librando sin duda de la ruina los conventos históricos de su Pastrana natal al lograr que fuesen destinados a la docencia de los habitantes de la villa en unas ocasiones, o de las comunidades religiosas, en otras. Velando del mismo modo por el decoro en las festividades, y magnificencia de los actos litúrgicos.
No faltará su mano en la creación de la que ha de ser una de las primeras bibliotecas de la provincia de Guadalajara y, por supuesto, de Pastrana, que será instituida en 1870, y a la que donará una extensa nómina de libros, sin duda de los adquiridos tras las desamortizaciones, junto a otros de su propia biblioteca.
Con el tiempo llegará a tener una posición económica desahogada, como dejará ver a través de sus disposiciones testamentarias, dictadas el 9 de octubre de 1881, encargando en él sus honras fúnebres y dejando lo poco que restaba de sus bienes, tras constituir algunas fundaciones de caridad y capellanías de misas, pagados los funerales, a su ama, Venancia Tabernero Solana, que le cuidó durante la mayor parte de su existencia. También legará bienes a los conventos e iglesias de Pastrana, localidad en la que falleció, en su casa de la calle del Ayuntamiento, el 3 de mayo de 1883.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 6 de junio de 2025
PASTRANA (Guadalajara) LA VILLA DE LA PRINCESA
PASTRANA (Guadalajara) La Villa de la Princesa
Pastrana es, al día de hoy, una localidad una hermosa población de la provincia de Guadalajara; unida a uno de los nombres más repetidos de la historia provincial en los últimos siglos: Ana de Mendoza, Princesa de Éboli.
El autor, en su recorrido a través de los pueblos de la provincia, llega a Pastrana y a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, entre los que cabe destacar a Mariano Pérez Cuenca, Francisco Layna Serrano, Juan-Catalina García López, y numerosos más, nos adentra en el ayer de Pastrana, su palacio, historia, monumentos y gentes; tomando los textos publicados por aquellos, para darnos cuenta de la importancia que Pastrana y su tierra alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con líneas de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.
Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.
Junto a la villa o el palacio, y como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.
Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente escritas y publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada…