Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: gismeraatienza@gmail.com

viernes, marzo 08, 2019

VICENTA ORTIZ CUESTA, UNA MUJER DE MEDALLA. Natural de Sotodosos, fue la primera mujer de la provincia de Guadalajara en recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo.

VICENTA ORTIZ CUESTA, UNA MUJER DE MEDALLA.
Natural de Sotodosos, fue la primera mujer de la provincia de Guadalajara en recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo.


   Puede que en la actualidad, por aquello de la igualdad, no resulte llamativo el que una mujer tenga los mismos derechos que un hombre, que lógicamente los debe de tener, pues iguales somos ante Dios y la Ley. O que reciba el mismo trato en todas las instituciones; o que se la conceda una medalla. No una cualquiera, sino la Medalla al Mérito en el Trabajo. Y es que las Medallas al Mérito siempre han sido cosa que colgar de la solapa de los grandes personajes de nuestra historia; como si  el matachín, el cedadero o el cardador no hubiesen hecho méritos a lo largo de una vida como para recibir un homenaje.


Vicenta Ortiz Cuesta, una mujer de medalla

   Guadalajara, pueblos y provincia, han sido y lo siguen siendo poco dados a esto de los reconocimientos de los propios; suele suceder que se admira más al que viene de fuera que al vecino de al lado, que puede ser por aquello de que al que viene de fuera hay que adularlo y el vecino, como lo conocemos de toda la vida no necesita coba.

   Tampoco, si echamos la mirada al glosario de concesiones de medallas encontraremos que las hayan recibido muchas mujeres a lo largo de la historia. Y no es culpa de estos tiempos que vivimos, que han ido evolucionando hasta hacernos iguales; a lo largo del transcurso de la historia la mujer, por aquello de que según la Biblia fue creada de una costilla del varón, ha estado relegada a la voluntad del hombre, y por ello escasamente figura, en relación con el varón, en ciertos asuntos patrios. Pero no vamos a enredarnos en algo que daría mucho de qué hablar y que, al final no llevaría a muchas conclusiones, pues de lo que aquí tratamos es de hacer memoria de la Medalla al Mérito en el Trabajo, en coincidencia con estos días en los que se celebra el de la mujer trabajadora. Una Medalla, la del Mérito en el Trabajo, que fue creada, según su historia, por real decreto de 1926 para premiar una conducta útil y ejemplar en el desempeño de cualquier trabajo, profesión o servicio, habitualmente ejercido.

   Quienes por aquellos años, va para cien, recibieron estos honores en cualquiera de sus tres categorías, oro, plata o bronce, fueron personajes relacionados con la política, la cultura o el mundo empresarial; en esto ha cambiado poco la sociedad, y los otorgantes. 

Vicenta Ortiz Cuesta fue la primera mujer de Guadalajara en recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo


   La provincia de Guadalajara recibió alguna de ellas para premiar la labor de algunas de nuestras gentes, mayoritariamente, como anteriormente se decía, de fuera de la provincia, aunque residentes en ella.

   Con motivo de los fastos celebrados en Guadalajara en el mes de septiembre de 1927, en aquella magna empresa de exaltación provincial que se llamó “El Día de Guadalajara”, y que daría origen a la creación de la “Casa de Guadalajara en Madrid”, dos obreros de la capital recibieron el tributo municipal con la concesión de una Medalla del Trabajo, no otorgada por el Ministerio ni el Gobierno. Fueron los obreros Antonio Olmeda y Juan Granizo Alcolea, de 74 y 75 años de edad, en quienes se quiso reconocer a los trabajadores guadalajareños.

    Un mes después, entrando ya en la oficialidad ministerial, se solicitó, y concedería, dicha Medalla, a don Francisco Aritio, como vicepresidente de La Hispano-Suiza; dos o tres meses después para D. Ernesto Villar, coronel director de la Academia de Ingenieros, ambos la colgaron en sus solapas en la categoría de plata, con el tratamiento de ilustrísimos señores; y se solicitó, aunque le llegó la muerte antes de que se formalizase el expediente, para D. Ramón Corrales, que fue secretario del Ayuntamiento de Guadalajara por espacio de cerca de cincuenta años, entre los últimos del siglo XIX y los comienzos del XX; y en junio de este año del que hacemos memoria, 1928, le fue prometida, aunque de bronce y tercera clase, a Lino Bueno, el picador de la roca que se convirtió en la Casa de Piedra de Alcolea del Pinar, en este caso llevaba el tratamiento de “Caballero”, la recibiría en septiembre de 1929. Este mismo año, 1928, en el mes de octubre, se solicitó para quien era médico de Jadraque, aunque natural de Barcelona, D. Domingo Bris Castellet, a quien se le concedió meses después. En los meses finales de 1929 se le concedió a don Cayo Vela, ilustre compositor quien, a pesar de haber nacido en tierras aragonesas pasó casi toda su infancia en la localidad de Horche, donde su padre ejerció de zapatero; meses, los últimos del año 29, en los que también se solicitó para el director de la banda provincial, don Román García Sanz. El Ayuntamiento de Guadalajara la solicitó para el inspector municipal, veterinario de profesión, don Narciso Valle, a los cincuenta años del ejercicio de su profesión, en 1930, y por fin, en el mes de enero de 1931 llegará la primera medalla conocida en Guadalajara, para colgar en la solapa de una  mujer, en la de doña Elena Sánchez de Arrojo, Presidenta de la Comisión Provincial de la Cruz Roja, entre otras muchas cosas.

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   Había pasado desapercibido para la provincia el que, a poco de que se crease la condecoración, una guadalajareña, Vicenta Ortiz Cuesta, natural de la pequeña población alcarreña de Sotodosos, la llevaba colgada. Vicenta fue una de aquellas mujeres que en los últimos años del siglo XIX salieron del pueblo con dirección a cualquiera de las capitales próximas a la provincia, para “servir”, como solía acontecer, hasta que el paso del tiempo las concediese un novio, después marido, que las retirase del oficio.

   Vicenta fue a servir a la casa de un conocido periodista don Manuel Troyano, director de alguno de los periódicos de postín de su tiempo, además de diputado, senador y unas cuantas cosas más, que contrajo matrimonio con doña Rita  Mellado, a su vez hermana de otro ilustre de las letras, don Andrés Mellado.

   Vicenta entró a servir en la casa de doña Rita y don Manuel, en la calle de Alcalá número 89, en el año de gracia de 1888, cuando contaba con diecinueve años de edad y llevaba cuatro ejerciendo el oficio en Madrid. Por la casa de los señores de Troyano ya había pasado otra de sus hermanas, que emigró a la Argentina, dejándole el puesto.

   Cuarenta años después los hijos de don Manuel Troyano solicitaron para la mujer que cuidaba de su madre la Medalla al Mérito en el Trabajo, y se la concedieron, en el apartado de bronce y para llevar el honroso título de “Señora”. Le fue impuesta por el entonces ministro de Trabajo, don Eduardo Aunós, en el mes de septiembre de 1929. El mismo mes en el que se la enviaron a Lino Bueno.

Vicenta pasó casi toda su vida en la casa de doña Rita Mellado


   Se había casado treinta años atrás con un obrero a quien terminaron colocando en la Casa de la Moneda, Felipe Hernández, y sin hijos que los sucedieran, a la muerte de ambos, Felipe en 1940 y Vicenta a los 86 años de edad, en 1957, sus sobrinos recibieron en herencia una casita en el número 44 de la carretera de Aragón, en el entonces pueblo de Vicálvaro, a donde el matrimonio, tras la muerte de doña Rita y la jubilación de Felipe, se retiró a vivir la soledad de sus últimos años de vida.

   Y la provincia nunca supo, quizá su pueblo tampoco lo conociese, que esta mujer, Vicenta Ortiz Cuesta, de profesión criada, o doncella, fue la primera mujer guadalajareña que, sin estar emparentada con la política, la cultura de las academias o la nobleza, recibió la primera Medalla al Mérito en el Trabajo que llegó a manos de una mujer de Guadalajara. Y su nombre saltó a las páginas de muchos de los periódicos nacionales. Lo mismo que su pueblo.

   Con ella se reconocía, o debía de reconocerse, a todas aquellas que  por aquellos, y los años que siguieron, salieron de sus pueblos a buscarse la vida de la única manera que pudieron, de criadas, cocineras o chicas del servicio. Las primeras que mandaron a sus pueblos y familias las primeras pesetas con las que las familias comenzaron a prosperar y que, habitualmente, no suelen ocupar titulares de prensa.     

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 8 de marzo de 2019



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