Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: tgismeravelasco@gmail.com

viernes, febrero 22, 2019

MEMORIA DE DON JOSÉ SERRANO BATANERO. Natural de Cifuentes, fue el abogado más famoso del Madrid de los inicios del siglo XX

MEMORIA DE DON JOSÉ SERRANO BATANERO.
Natural de Cifuentes, fue el abogado más famoso del Madrid de los inicios del siglo XX


   José Serrano Batanero saltó al mundo del periodismo, de la España en grande, en el mes de marzo de 1905, a raíz de uno de aquellos sucesos que tuvieron lugar en su tierra natal de Cifuentes, y al que la historia puso el título de “El crimen del Ermitaño”.  Contaba, cuando la muerte de Bibiano Contreras, el “Ermitaño”, con 24 años de edad y estaba metido de lleno en sus estudios de Derecho en la Universidad de Zaragoza, donde demostró tener capacidad de liderazgo, ya que comandó las milicias estudiantiles en los congresos escolares que tuvieron lugar aquellos años en Zaragoza, Valencia y Barcelona. Mientras su primo, Francisco Layna Serrano, hacía lo propio en Madrid.

Memoria de don José Serrano Batanero


   A José Serrano Batanero podía denominársele como “un niño de bien”, y un tanto caprichoso. Como hijo que era del médico de Cifuentes, don Félix Serrano Sanz. También, hombre de muchos sueños. El principal de los que tuvo, conocer su tierra y sacarla al mundo del periodismo lo logró, pues escribió largo y tendido en la prensa provincial de los inicios del siglo XX; conoció como la palma de su mano los pueblos del entorno de Cifuentes y a raíz de aquel caso del ermitaño Bibiano, seguido con ávida expectación por la prensa nacional, y parte de la extranjera, se hizo popular en media España. Poco o nada se hubiese conocido de la desaparición de Bibiano de no ser por él quien se encargó incluso de mantener su memoria, o retratar a los asesinos.

   Para 1910 ya era abogado en ejercicio, y continuaba siendo periodista por vocación. En Madrid ganaba pleitos, y en Guadalajara publicaba artículos que continuaban hablando de su pueblo; llegando a dirigir uno de los periódicos provinciales más mediáticos, La Crónica. Antes había recorrido medio mundo en aquellos sueños bohemios de chico de bien, como él mismo diría: Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Méjico, República del Ecuador, toda la América, en fin, del Sur y gran parte de la del Norte.  Por supuesto, Europa, también. 




   Su fama de buen letrado en causas penales lo lanzó al estrellato de los abogados de prestigio. Pues como si fuese el perejil de todas las salsas don José estaba en aquellos que, ya fuese por las características de los acusados o por lo complejo de salir airoso del cenagal, abogados con amplia carrera se negaban a admitir para no manchar su buen nombre con la condena, prácticamente asegurada, de sus defendidos. Sus primeros casos fueron seguidos por la prensa, que ensalzó sus alegatos en defensa de sus patrocinados, y si comenzó con el simple crimen “pasional” cometido por un pinche de cocina, fue ascendiendo en el escalafón legislativo hasta llegar a intervenir en casos tan de película como “El crimen del Capitán Sánchez”; el famoso del “Café de Fornos”, con Guadalajara de por medio… y tantos más. Llegando a protagonizar una de aquellas escenas que ha traspasado la frontera del tiempo, al presentarse con los hijos de su condenado capitán Sánchez ante las puertas del palacio real para, cuando saliese el rey, pedir clemencia. Que no la logró.


Los hijos del Capitán Sánchez, junto a Serrano Batanero, a la espera del rey Alfonso XIII para pedirle clemencia

   Antes de eso entró a formar parte de los jóvenes liberales que andaban a medio camino entre el mundo de la cultura y el de la política, cuando Maura se retiró de la escena corriendo el año de 1913. Serrano Batanero se reveló como un gran orador, fama que le acompañaría el resto de su vida, protagonizando innumerables encuentros de carácter político, o dando conferencias sobre los más diversos temas, con preferencia relacionadas con el mundo de la abogacía y los derechos humanos.

   Su fama como abogado penalista creció con el paso de los años, siendo uno de los tres o cuatro abogados imprescindibles en la prensa diaria. A lo que contribuyó en gran manera el fotógrafo Alfonso, autor de muchos de los fotogramas judiciales en los que intervino, y con quien mantendría una profunda amistad llegando, Serrano Batanero, a ser testigo en las bodas de los hijos de Alfonso. Por aquellos años, década de 1920, asistir a un proceso en la Sala de lo Penal de la Audiencia, o a una apelación en la del Supremo estaba tan cotizado, o más, que un palco en la ópera.

   A aquel mediático del capitán Sánchez siguió otro caso no menos atrayente, el llamado “Crimen de Cabanillas”, y a este algunos más que hicieron que en su bufete no faltase el trabajo, ni a las puertas de su casa los periodistas dispuestos a entrevistarlo. Su fama traspasó los límites de Madrid o Guadalajara, siendo constantemente invitado a dar charlas o conferencias en diversas provincias. A nada se negó, y menos aún a entrar en política cuando de resultas de sus actuaciones fue propuesto para tomar parte de la provincial, en un principio, desde la que dar el salto a la nacional.

   Siguiendo la carrera que ya habían tenido algunos miembros de la familia Serrano Sanz, entre ellos su padre, optó a un puesto de diputado por Guadalajara en 1919 enfrentándose al todopoderoso Sr. Brocas. Compaginando estos primeros flirteos políticos con su imparable ascenso penalista que lo llevó a que el Ayuntamiento de Madrid pusiese calle a su nombre, en Vallecas, descubierta a modo de homenaje en aquel decenio. A tal grado alcanzó su popularidad.

   A aquellos casos que intrigaban al pueblo se unieron otros de no menos interés político, llegando a actuar en el proceso sobre el asesinato de Eduardo Dato defendiendo a Luis Nicolau. Años después, en 1935, sería igualmente uno de los abogados defensores de los encausados en el llamado “proceso del octubre rojo” que tuvo lugar en el cuartel del Conde-Duque, donde se juzgó a las milicias socialistas que desencadenaron los sucesos de octubre de 1934. Significándose después en el juicio sobre los sucesos de la calle de Magallanes contra algunos tranviarios madrileños. Más adelante sería uno de los juristas que hubo de verificar la legalidad del proceso contra los capitanes Galán y García Hernández en la sublevación de Jaca. Igualmente, fue el abogado personal de Pablo Iglesias.

En el crimen de Cabanillas


   En las primeras elecciones legislativas que tuvieron lugar tras la proclamación de la República, en 1931, obtuvo un acta de Diputado por Guadalajara en las listas del partido socialista, dentro de Alianza Republicana. Fue el primero en presentar el acta, correspondiéndole abrir la primera sesión legislativa de las cortes republicanas en la que fue elegido presidente Julián Besteiro. Había iniciado con aquello un ascenso imparable dentro del partido. Tiempo después sería nombrado Presidente del Consejo de Administración del Monte de Piedad, futura Caja de Ahorros, en donde se distinguió desbancando de los cargos a la nobleza, para ser del pueblo y para el servicio del pueblo.

   En esta misma época se distinguirá como defensor de los derechos de la mujer, dando charlas y conferencias a favor del voto femenino y la igualdad, en unión de Victoria Kent. De la misma forma que acérrimo defensor del idioma español, hasta hacer que la Conferencia Interparlamentaria celebrada aquellos años por Diputados de todo el mundo, uno de los idiomas oficiales fuese el español. Logro que explicaría con palabras sencillas: Hasta ahora por convenio internacional los únicos idiomas reglamentarios eran el francés, el inglés y el alemán, los españoles se negaron a hablar en aquellos idiomas y en consecuencia el español tuvo que ser aceptado. Quien se negó a hablar en aquellos idiomas fue el propio Serrano Batanero, representante español junto a Clara Campoamor. A pesar de que dominaba el francés y el inglés.


Preparando la evacuación del Museo del  Prado, Madrid, 1937

   El estallido de la Guerra Civil lo llevó a significarse más profundamente con el pueblo. A comienzos de 1936 había sido nombrado Consejero permanente de Estado, y tras aquel vendrían otros, entre los que figuraron el de Presidente del Comité Directivo de la Confederación Española y del Instituto de Crédito de las cajas generales de Ahorro, cargo del que dimitió a comienzos de 1937 para pasar a ocupar un cargo de concejal en el Ayuntamiento de Madrid, presidido entonces por Rafael Henche de la Plata. En meses sucesivos sería Consejero Delegado de Tranvías; de Cultura; del Monte de Piedad… Y en función de sus cargos recorrió los frentes en guerra dando charlas, rechazando ocupar ministerios. Formando parte junto Victoria Kent y algunos más, del comité de “Abogados Antifascistas”, entre otras muchas asociaciones siendo, desde el Ayuntamiento de Madrid, uno de los responsables de la protección y evacuación del Museo del Prado. En ningún momento, ni antes ni después de la guerra, quiso abandonar Madrid. Tampoco marchar al exilio cuando estuvo perdida para los republicanos, no oponiendo resistencia a su detención, al término de aquella. Fue juzgado en consejo de guerra, acusado de “auxilio a la rebelión”, encargándose de su propia defensa y dirigiéndose a los miembros del tribunal que lo juzgaba como “señores rebeldes”, haciendo una alocución en la que con los códigos militares en la mano demostró a sus juzgadores que ellos eran quienes debieran enfrentarse al tribunal. Y entendiendo que aquellos habían cambiado las leyes para juzgar a sus adversarios, y sintiéndose por tanto él mismo adversario de quienes lo juzgaban, solicitó su propia pena de muerte, para vergüenza de quienes habían jurado defender las leyes por su honor de militares, convirtiéndose en traidores de su propio juramento. Admitiendo haber cometido el delito de ser leal a la legitimidad republicana que ustedes como golpistas han mancillado. En ningún momento consintió que se dirigiesen a él sin anteponer el “don”, como le correspondía por sus estudios, nombramientos y títulos.

   Acaba de cumplir los sesenta años de edad cuando, el 24 de febrero de 1940, los jueces militares ordenaron que se cumpliese la sentencia junto a las tapias del cementerio del Este. En Madrid. Aquel dia, va para ochenta años dejó de ser leyenda, para pasar a ser historia.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 22 de febrero de 2019



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