Historiador.
Catedrático
Ruguilla
(Guadalajara), 1 de junio de 1866 – Madrid, 6 de noviembre de 1932.
Apenas supo leer, el pequeño Manuel se
aficionó de tal modo a los libros, en especial desde que su padre le inició en
el conocimiento de la Geografía y la Historia, que en adelante constituyeron su
ocupación y recreo favoritos e incluso absorbentes. Aún antes de comenzar los
estudios oficiales, y desde luego más tarde con motivo de las vacaciones, muy
de mañana desaparecía de la casa con los libros bajo el brazo para sentarse al
final de la huerta en un banco que hubo bajo un parral, y denominado por toda
la parentela ya tradicionalmente “el banco de tío Manuel”; allí permanecía
enfrascado en sus lecturas hasta que un día y otro, y todos, tenían que ir a
buscarle ya llegada la hora de comer.
Sintió vocación temprana por la carrera
eclesiástica, pero aconsejado por su padre simultaneó los cursos de Latinidad
en el Seminario de Sigüenza con los de Bachillerato en el Colegio de los Padres
Escolapios de Molina de Aragón, donde permanecía cada curso hasta marzo, y el
resto en Sigüenza. Sus profesores y compañeros de estudios en ambas ciudades
pronto se percataron de la privilegiada inteligencia, memoria, facilidad para
asimilar toda clase de conocimientos y pasión por el estudio.
A los quince años terminó Serrano Sanz el
Bachillerato, y continuando en Sigüenza se matriculó por libre para seguir,
primero la carrera de Derecho en la Universidad Central, y una vez que llegó a
doctorarse, la de Filosofía y Letras.
Como letrado jamás ejerció. En cuanto a la
carrera de Filosofía y Letras la prosiguió hasta doctorarse, adquiriendo una
formación de primer orden.
Don Manuel Serrano y Sanz fue destinado a la
Biblioteca Nacional, a la sección de Manuscritos, donde permaneció desde 1888 a
1905.
Asombra pensar en la sabiduría extensa y a la
vez profunda del autor, así como su agilidad mental para manejar tan enorme
cúmulo de conocimientos almacenados, al repasar la lista de sus publicaciones,
y advertir esa gran variedad de temas.
Junto a la traducción del latín y añadido de
notas a la Historia de la Provincia del Paraguay, de la Compañía de Jesús, por
el Padre Nicolás del Techo, en cinco volúmenes, publica un notable trabajo
sobre los indios chiriguaneses, y comienza la edición de su magnífica obra
titulada “Apuntes para una Biblioteca de Escritoras Españolas”, en dos tomos, y
un poco después un estudio biográfico sobre Pedro de Valencia y las noticias
biográficas de Fernando de Rojas, autor de “La Celestina”, trabajo mediante el
cual Serrano Sanz sentenció definitivamente este pleito sobre la autoria de la
obra.
La reputación de Serrano Sanz como
americanista fue creciendo con el transcurso de los años, recibiendo el encargo
para la publicación de los documentos relativos a los límites entre Bolivia y
Perú.
Desde Madrid, en 1905, se trasladó a Zaragoza
para posesionarse de la cátedra de Historia Antigua y Media en la Facultad de
Filosofía y Letras de aquella Universidad. Como catedrático en Zaragoza su obra
fue magnífica, prosiguiendo sus tareas con gran intensidad entre 1905 y
1929.
En 1931 la Real Academia de la Historia tomó
el acuerdo de nombrarle Académico numerario, ya lo era Correspondiente,
comenzando a preparar su discurso de ingreso acerca de la Expedición de
Hernando de Soto a la Florida.
Durante el verano de 1932 concluyó el cuerpo
de su trabajo, solo a falta de algunos retoques y adiciones; un fuerte ataque
gripal le retuvo en cama varios días a partir del 20 de octubre, y ya repuesto,
se dispuso a redactar el preámbulo, y así lo hizo al anochecer del 5 de noviembre.
Apenas llevaba escritas unas líneas, comenzó
a sentirse indispuesto, y tras ordenar sus papeles se acostó; llegó el médico y
dio cuenta de que aquello se trataba de una hemorragia cerebral que poco a poco
le fue debilitando los sentidos.
Eran las ocho de la mañana del 6 de
noviembre, domingo, cuando dejó de existir, a la edad de 66 años de edad.
Dejaba más de un centenar de publicaciones,
era a la sazón, a pesar de haber dimitido del cargo, Cronista Oficial de la
Provincia de Guadalajara, y dejaba para la provincia que lo vio nacer dos obras
pendientes, “La Historia de Guadalajara y sus Mendozas”, y “La Historia de la
Villa de Atienza”, que yo había de encargarme de concluir.
F. Layna Serrano. 1967.
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