JULIÁN SAINZ MARTÍNEZ, “SALERI II”.
El torero
Que se ganó al público con una revolea, adornándose, sin perder de vista
la cara del morlaco. Gustándose, sabiendo que, de arrugarse y dar la espantá,
en lugar de ajustar el capote y sacarle los cuatro pases que tenía, todo
estaría perdido. Que las ocasiones pasan y hay que aprovecharlas, que para eso
se hicieron.
Cambiado
el tercio tomó los garapullos y aguantando una enormidad colocó un soberano par
al cambio. Luego empezó su faena con el paso de la muerte, continuó erguido y
elegante con pases naturales, de pecho, molinetes en la misma cabeza de la res
y entrando derecho a herir le metió una estocada monumental en los mismos
rubios. Vestido de grana y oro, y
largando bandera.
Luego, las orejas, el aplauso, el alboroto de quienes, a hombros, le
quisieron dar la vuelta al ruedo, convirtiéndolo en un ídolo, cuando los ídolos
salían de las plazas de toros.
Julián Saínz Martínez Saleri II
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Julián Saínz Martínez, que nació para torero en un pueblo con nombre de
Conde, Romanones, en una provincia en la que los toreros, salvo en las capeas
de los pueblos, no se dejaban ver demasiado.
Sus padres, Eustaquio y Valentina, no lo veían como tal, a pesar de que,
desde pequeño, sintió afición al arte de los toros, y con sus compañeros de
escuela solía dedicarse a torear en los alrededores de su casa de Madrid, a
donde la familia se trasladó a vivir desde Renera, el pueblo del padre, cuando
Julián contaba con ocho o nueve años de edad.
A
los quince años se empleó como dependiente en una carnicería de la calle
Infantas, propiedad de un tal Manuel Moncó, aficionado también, que le obligaba
a visitar el matadero con cierta frecuencia, y allí, en el matadero, se conocía
a más aficionados que, llegando el tiempo de las ferias, hablaban de toreros.
El Julián, que se le metió en la cabeza eso de triunfar en las plazas de
toros, hacerse rico, comprarse el mejor coche que hubiese en el mercado y
presumir de todo ello, aprovechaba sus días libres para pasearse por las capeas
de los pueblos de los alrededores de la capitas para hacer sus pinitos
taurinos, aprendiendo el arte de torear, hasta que le llegó su oportunidad en
Fuentes de la Alcarria, donde los días 2 y 3 de septiembre de 1908 mató un
novillo cada tarde. Con aquellas revoleas, verónicas y pases de pecho que
arrancó a unos toretes que ni para carne valían.
Tenía
entonces 15 años. A partir de entonces le surgirían los contratos en pueblos de
la provincia, acompañado por su cuadrilla, entre la que estaba el banderillero
Salinero.
El 27 de agosto de 1913 se despidió como
novillero, en la plaza de Barcelona.
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En
el mes de marzo de 1912 logró que el empresario de la plaza de Tetuán de las
Victorias, hoy barrio de Madrid, le brindase una oportunidad, toreando junto a Copao y Gordet. Siendo el triunfador de la tarde. A partir de entonces
comenzaría a torear con más frecuencia.
El
15 de agosto de 1913, en Madrid, mató cuatro toros de la ganadería de Antonio
Sánchez, de Añover de Tajo, por haber sido cogido Ballestero y ser más antiguo que Herrerín, sus compañeros de terna. Desde entonces sus éxitos fueron
en aumento, hasta ser una figura nacional del toreo, llegando a estar en los
primeros puestos del escalafón taurino, tanto en España como en América, por
donde realizó innumerables giras.
Aunque, donde verdaderamente se triunfaba en aquellos primeros años del siglo XX, era
en América, que también triunfó, cuando Europa se preparaba para vivir su
primera gran guerra del siglo.
De
regreso a España, en la temporada de 1914, el 13 de septiembre se paseó por la
arena la plaza de Madrid, con Vicente Pastor y Durán ("El Chico de la Blusa"), y
acompañados ambos por el coletudo sevillano Francisco Martín Gómez ("Curro Vázquez").
Aquel fue el dia de su doctorado, su toma de alternativa, dando lidia y
muerte a estoque al toro “Manguero”,
marcado con la divisa de Pérez Tabernero. Anduvo templado y lucido en la lidia,
lo que vino a confirmar los buenos presagios que tenían quienes le habían visto
triunfar como novillero. Éste y otros triunfos similares le valieron para
anunciarse en los carteles de Madrid durante casi todas las temporadas en que
permaneció en activo, lo que tampoco le impidió acrecentar su fama en
Hispanoamérica.
En 1916 cumplió cincuenta contratos, sesenta y dos en la campaña
siguiente; y setenta y dos en la de 1918. Estaba entonces en el momento
culminante de su carrera, cuando lidió en Bilbao el día 18 de agosto de aquel
año un toro de Parladé, al que mató recibiendo después de una faena de las que
hacen historia, adornándose con la muleta como sólo él lo sabía hacer.
Saleri, adornándose ante un toro en la plaza de
Valencia.
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Sin
embargo, a partir de entonces comenzó a ver mermadas sus facultades físicas por
culpa de ciertos problemas de salud, razón por la que firmó varios contratos en
tierras de Ultramar, a sabiendas de que allí el público es menos exigente y el
ganado más templado y manejable. Allí, además, a partir de 1922, comenzó a
desarrollar su nueva faceta como empresario taurino.
Antes, la boda, por todo lo alto, en Aranzueque. Como una estrella. Las
crónicas de aquel tiempo así lo reflejan; claro está que se casaba con la hija
de todo un caballero de la política y la industria de Guadalajara, con Carmen
Pérez Pardo, hija de don Mariano Pérez Pardo, llevando como padrino a don
Manuel Brocas, representando al conde de Romanones:
Terminada la ceremonia religiosa una nube de
fotógrafos, impresionó multitud de placas. A todos los invitados, que pasarían
de trescientos, se les obsequió con espléndido almuerzo servido por la casa
Tournié de Madrid.
La boda de Saleri, en Aranzueque, levantó tanta o
más expectación que la de un rey
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En la temporada de 1923 intervino en treinta festejos, los mismos que
lidió durante la campaña siguiente. Pero sus actividades en Hispanoamérica le
absorbían todo su tiempo, por lo que no volvió a pisar los ruedos españoles
hasta diez años después, cuando, en 1934, anunció que volvía a vestirse de
luces ante sus paisanos. Sin embargo, sólo cumplió dos ajustes en aquella
campaña, y uno en la de 1935, en las arenas de Almagro (Ciudad Real), el día 25
de agosto. Fue ésta la última ocasión en que hizo el paseíllo. Los buenos
aficionados del primer tercio del siglo XX lamentaron la retirada de uno de los
toreros más completos que habían conocido, largo en su repertorio, y valiente,
que sabía manejar muy lucidamente el capote, poner banderillas con riesgo y soltura,
muletear de forma soberbia y ejecutar recibiendo la suerte suprema.
Para entonces había muerto su primera esposa, Carmen Pérez Pardo, y se
había vuelto a casar con una estrella de los musicales del Brooklyn de Nueva
York. Se había comprado los coches más
caros y levantó en su pueblo la mejor casa que se conoció en muchos kilómetros a la redonda.
Según
todos los cronistas de su tiempo fue un torero muy estimable. El más señalado,
sin duda, que ha dado la provincia de Guadalajara.
¿Qué por qué lo de Saleri II?
Porque a uno de sus amigos, de los que con él anduvo por las capeas, Gabriel
Hernández, se le antojo llamarse “Saleri”,
a secas. Por lo de, saleroso.
Saleri fue, por encima de cualquier otro, el torero de Guadalajara. |
El maestro, director de la Banda Provincial y Municipal de Guadalajara,
don Román García Sanz le compuso el pasodoble, que tituló con su nombre, y un
tal Paco Pica Poco, le dedicó unos versos recién comenzada su andadura como
matador:
La fama que Saleri
ha conquistado,
es, sin duda,
alcanzada con conciencia,
porque une, a su
mucha inteligencia,
un valor decidido
y comprobado.
Trabaja, como
pocos, reposado;
no gusta de reñida
competencia,
y escucha los
aplausos con conciencia,
en pago de un
trabajo delicado.
Es de la
tauromaquia una esperanza,
que hará segura y
próspera carrera,
porque tiene
afición, y es muy valiente.
Si el premio de
los héroes alcanza,
en lucha noble y
franca con la fiera,
laurel de gloria
ceñirá su frente.
Que
lo lució, el laurel y la gloria, hasta que un día, 7 de octubre de 1958, murió
corneado por lo que los médicos dictaminaron como “infarto de corazón”.
Julián Saín Martínez, Saleri II, torero, nació en Romanones
(Guadalajara), el 19 de junio de 1880. Murió en Madrid, el 7 de octubre de
1958.
En: Gentes de Guadalajara.
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