ÁLVARO
DE LUNA, SEÑOR DE LOS CONDEMIOS
Ostentó
el Señorío de una importante parte de la provincia de Guadalajara
Álvaro de Luna puede que sea uno de esos
personajes míticos de la historia de Castilla. Personaje de novela por sus
intrigas dentro y fuera de la corte, y por el poder que ostentó a lo largo de
toda su vida. También por las circunstancias de su muerte, tras la caída en
desgracia. Tan arraigado, su nombre, a la provincia de Guadalajara, a pesar de
que fue nacido en la de Cuenca, en Cañete, en el lejano año de 1390 y muerto en
Valladolid, el 2 de junio de 1453, Condestable de Castilla, Gran Maestre de
Santiago y valido del rey Juan II de Castilla, está enterrado en la capilla de
Santiago, en la girola de la catedral de Toledo, en uno de los monumentos
funerarios más buscados de la ciudad imperial.
La historia de don Álvaro de Luna fue una
constante de expulsiones de la corte por parte de facciones victoriosas, y de
retornos a ella cuando la facción vencedora se disgregaba. De hecho, en uno de
sus momentos de gloria, en 1423, logró que el rey abriera un proceso –amañado-
al condestable Ruy López Dávalos. También fue, a su vez, solemnemente expulsado
y desterrado a Ayllón en 1427 por los infantes de Aragón y una coalición de
nobles descontentos con su favoritismo; para hacerle volver a la Corte un año
después.
Álvaro de Luna culminó de forma victoriosa
una larga guerra con Aragón, iniciada en el verano de 1429, expulsando a los
infantes aragoneses de Castilla.
En 1431 se esforzó en emplear a los
inquietos nobles castellanos en una guerra para reconquistar Granada. Aunque
hubo algunos éxitos, como la batalla de La Higueruela, era imposible una
política consistente, dado el carácter levantisco de los nobles y la indolencia
del propio rey. Se dice, según unos, que no conquistó Granada por el terremoto
de Atarfe –en los últimos días de julio de 1431-, según otros porque fue
sobornado por los moros para que no conquistara la ciudad, entregándole un
carro repleto de higos, cada uno de los cuales ocultaba una moneda de oro.
En mayo de 1445 la facción de los nobles,
aliada con los principales enemigos de don Álvaro, los infantes de Aragón, fue
derrotada en la batalla de Olmedo. Allí fue malherido en una mano —de cuya
infección falleció al poco-, el infante Enrique de Aragón; el favorito, Álvaro,
que había sido nombrado condestable de Castilla y conde de Santiesteban en
1423, le sucedió en su título de Gran Maestre de la Orden de Santiago En ese
momento su poder parecía incontestable, pero solo se basaba en el afecto que le
dispensaba el rey. Eso cambió cuando la segunda esposa del monarca, Isabel de
Portugal madre de Isabel la Católica, temerosa del inmenso poder del
condestable y conocedora de sus intrigas, abusos y ciertos asesinatos
dispuestos por el hidalgo de Cañete, urgió con insistencia a su marido a
prescindir del favorito.
Tomó parte en la reconquista de Atienza en
el verano de 1446, después de que la villa fuese tomada por las tropas navarras
a las órdenes de Rodrigo de Rebolledo, pasando a la historia como una de las
batallas épicas de aquel siglo, cantada en los romances, y en donde Álvaro de
Luna fue gravemente herido en la cabeza en uno de los ataques, junto a la
desaparecida puerta de la Guerra.
En Atienza, aquel verano, y en el mes de
agosto, en uno de los descansos de la batalla y mientras se reponía de las
heridas padecidas, puso punto final a su libro de “las claras e virtuosas mujeres”, en cuya última página puede
leerse: e fue acabado e dado a publicación
en el real de sobre Atienza entrada la dicha villa, catorce días de agosto diez
e nueve calendas de septiembre. Año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
de mil cuatrocientos e cuarenta e seis años…
CONDEMIOS: TIERRA DE PINARES. El libro que cuenta la realidad de dos pueblos. Conócelo pulsando aquí
Es precisamente a raíz de la batalla de Atienza cuando Álvaro de Luna, a
juicio de los cronistas de su vida se distancia del rey, ya que a cambio de
haber puesto sus hombres a disposición de la corona, y dirigido la mayor parte de los combates, habría pedido al
monarca castellano la concesión del Señorío de Atienza con sus amplios
territorios, para unirlos a los que ya disponía
al otro lado de las sierras divisorias de las Castillas, centrados en
Ayllón; creando de esa manera uno de los señoríos más amplios en extensión de
toda Castilla alcanzando en sus pretensiones desde Atienza hasta San Esteban de
Gormaz; motivo, la negativa del rey a concederle Atienza en señorío, por el
que, tras la batalla y conquista, ordenaría demoler e incendiar la práctica
totalidad de la villa. Siendo el gesto del Condestable en torno a Atienza uno
de los puntos empleados en su condena, conforme relata la “Crónica de Álvaro de
Luna”, de José Miguel Flores, que vio la luz en 1784:
Que no se entregó (rindió) Atienza porque el
Maestre (Don Álvaro), alzó el real tocando sus trompetas, indignado de que el
Rey no le quiso hacer merced de aquella fortaleza; y así se hubo de retirar
desairado.
Más si temeroso a tan grandes poderes territoriales de Álvaro de Luna,
se opondría el rey, finalmente le concedió mediante privilegio de 16 de enero
de 1448, las tierras de Condemios de Arriba y de Abajo, Campisábalos,
Albendiego y Somolinos:
“don Johán, por la grazia de Dios rei de
Castilla [...], acatando e considerando los muchos e buenos e leales e
mui altos e señalados servizios que bos, don Álvaro de Lu-na, maestre de la
orden de la cavallería de Santiago e mi condestable de Castilla, me avedes
fecho e fasedes de cada día, e en alguna hemienda e remunerazión dellos, bos
fago merced e grazia e donazión pura e propia e perfecta e non revocable, por
juro de heredad para siempre jamás, de las aldeas e lugares llamados
Campisávalos e Cientmolinos e Alvendiego e Condemio de Bajo e Condemio de
Arriba, los quales fueron de la mi villa de Atienza”.
Tierras que no habría de disfrutar durante mucho tiempo, ya que las
intrigas de sus enemigos le llevarán primero a perder sus tierras y más tarde a
la muerte, cinco años después de que los Condemios se integrasen en sus
señoríos.
La muerte de Álvaro de Luna devolvió las
tierras a la corona, ya que fue desposeído de ellas con anterioridad a su
ejecución y, en poder nuevamente del rey, usó de las tierras de Condemios y
poblaciones aledañas para entregarlas a otro de sus hombres de confianza, uniéndose
estas tierras a las de Miedes, en lo que formaría una nueva tierra segregada
del Común de Atienza: “La Tierra de Miedes”, que pasó a ser señorío y, en
algunos documentos, señalada como “condadillo de Miedes”, integrada por la
propia villa cabeza de esta tierra, junto a Campisábalos, Los Condemios,
Somolinos, Albendiego, etc.
El testimonio de la concesión a Gastón de la
Cerda se referencia en diversos archivos, donde se da cuenta de que con fecha 3
de agosto de 1453, recibió el Señorío de Miedes por merced de Juan II: Por la que acatando los muchos servicios de
don Gastón de la Cerda, conde de Medinaceli, su vasallo, e de su Consejo, le
hizo Merced por juro de heredad para siempre jamás, para sus herederos y
sucesores, de 300 vasallos y los lugares y villas de la tierra de Atienza, como son Paredes, Rienda, Torderábano, Ymón,
Solanillos, Bojelcaya (Bujal-cayado), Cercadillo, Alcolea, Barcones,
Romanillos, Banuelos, Las Casillas, Bochones, Maseracovel (Marazovel), Miedes,
Tordevicente (Torrevicente), Aminosa (La Miñosa), Cañamares, Alpedroches, Hijes,
Sauquillo, Campisábalos, Albendiego, Somolinos, Los Condemios, Retortillo y
Navarros (Naharros), los cuales por esta merced se apartan de la Jurisdicción
de la Villa de Atienza y se declaran de la pertenencia de Don Gastón autorizado
poner en ellos alcaldes, alguaciles, con la justicia civil y criminal, alta y
baja…
Don Gastón, hijo de don Luis de la Cerda y
Mendoza, III conde de Medinaceli, y de Juana Sarmiento, contraería matrimonio
en 1433 con Leonor de la Vega y Mendoza, quien aportó al matrimonio el señorío
de Cogolludo; heredándole, en Condemios y sus tierras, su hijo Iñigo López de
la Cerda el cual, tras su matrimonio con Brianda de Castro, uniría en el
apellido los dos señoríos de Miedes (donde se incluía Condemios) y Mandayona,
puesto que Brianda de Castro aportó este último, Mandayona, al matrimonio. A
estos, y como tercer Señor de Condemios, les sucedería quien habría de
convertir el título de conde de Medinaceli en ducado, a partir de 1479, por
concesión de Isabel la Católica, Luis de la Cerda y de la Vega, primer duque de
Medinaceli.
Don Álvaro de Luna y los Condemios, de
Arriba y de Abajo, con tanta historia por contar.
Tomás Gismera
Velasco
Guadalajara en la
memoria
Periódico Nueva
Alcarria
Guadalajara, 27 de
agosto de 2020
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