Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: tgismeravelasco@gmail.com

sábado, octubre 26, 2024

JUAN MARTÍN, EL EMPECINADO, POR ESTAS TIERRAS

 

 

JUAN MARTÍN, EL EMPECINADO, POR ESTAS TIERRAS

Es, sin duda, uno de los personajes más sobresalientes de la Guerra de la Independencia en la provincia de Guadalajara

 

   A punto está de cumplirse el segundo centenario de la desaparición de uno de los hombres que más tinta han hecho correr en los últimos dos siglos de historia de España y, por supuesto, de la provincia de Guadalajara. Su paso a la definitiva historia tuvo lugar de la manera más indigna que cabe imaginar, en Roa (Burgos), el 19 de agosto de 1825.Venganzas y falsas pasiones terminaron con el Empecinado en el cadalso de la plaza mayor de aquella localidad, después de haber sido exhibido, como animal de feria, encerrado en una jaula, en días de mercado.

   De ello, seguro, se escribirá en los meses próximos…

 


 

 

De la pecina del río… empecinados

   Empecinados, por la pecina que el Duero dejaba a su paso, llamaban los vecinos de las localidades próximas a los naturales de Castrillo de Duero (Valladolid), donde nació el 2 de septiembre de 1775; en una España en la que no faltaron las guerras en las que adiestrarse; pródigos fueron los siglos anteriores, y no faltarían en los finales de este XVIII que tantas historias nos dejarían. Juan Martín, para cuando los ejércitos de Napoleón invadieron España había combatido en el Rosellón; y tras el 2 de mayo de 1808 que lanzó a los madrileños a las armas, se echó a los caminos de su provincia, a golpear a las tropas napoleónicas, formando su famosa partida guerrillera en un principio con dos o tres amigos y familiares; su nombre se hizo popular en apenas unas semanas en aquellas tierras, al decretarse órdenes de búsqueda y captura contra él.

   Cuando se aproximó a la provincia de Guadalajara, a la tierra de Ayllón, en el mes de septiembre de 1809, España entera ardía en guerra; y hasta Ayllón acudió una representación de la Junta de Defensa de Guadalajara para ofrecerle lo que se pudiera a fin de que, desde nuestra provincia, combatiese al invasor. Los caminos de Guadalajara eran parte importante para el paso de los franceses entre Madrid y Zaragoza, de la misma manera que lo eran para algunos puntos del Levante, e incluso del Norte, a fin de rodear los dificultosos de la sierra madrileña; no faltaron los saqueos, castigos y penurias de los pueblos alcarreños o molineses, a cuenta de las tropas francesas cuyos soldados, como parte de su pago, tenían reconocido el saqueo de pueblos por los que pasaban.

   Al Empecinado, por haber firmado de esta manera sus partes de guerra, le sería reconocido el uso de este hombre, como si de un apellido se tratase, para él y sus sucesores, al término de la guerra, una vez Fernando VII se encontraba acomodado en el trono de Madrid, el 9 de octubre de 1814; ostentaba el alto grado de Brigadier de los Ejércitos, y ya se había posicionado en contra de algunas de las políticas reales, ante todo, de una de las primeras decisiones del monarca, la derogación de la Constitución de 1812, que, a su vez, suprimía el absolutismo.

 

Juan Martín en la provincia

   Tras la entrevista que en Ayllón tuvo Juan Martín con el vocal de la Junta Provincial, Baltasar Carrillo, el Empecinado entró en Guadalajara el 11 de septiembre de 1809 a través de Somosierra en dirección al Ocejón, llevando como guía a un hombre que, indudablemente, conocía estos pagos, Vicente Sardina, natural de Sigüenza. Sus primeras acciones tuvieron como centro la actual capital de la provincia y su entorno; regresando tras las acciones guerrilleras al cobijo del Ocejón, para posteriormente tratar de llegar a Sigüenza, donde en aquellos días se encontraba la Junta; de donde tendría que salir, perseguida por los franceses, sin encontrar lugar fijo en el que establecerse.

   En pocos días, Juan Martín logró reunir una especie de ejército, compuesto por cerca de doscientos hombres que, con el tiempo, llegarían a sumar varios miles, distribuidos en diversas secciones al mando de sus lugartenientes que, a su lado, hicieron historia por aquí. Entre ellos encontraremos a Nicolás de Isidro, natural de Usanos, que alcanzaría con el tiempo el grado de Capitán General; Saturnino Abuín, de Tordesillas; José Mondedeu, de Ibi (Alicante); Marcelo Francisco Dávila, de Valdenoches; el aragonés Jerónimo Luzón, o el ya citado Vicente Sardina.

   Las acciones en las que Juan Martín tomó parte, entre aquel mes de septiembre de 1809 y los días finales de 1812, serán innumerables, y pocas son las poblaciones en las que su nombre no dejará huella, desde Cogolludo a Jadraque, pasando por la totalidad de la Alcarria, Sigüenza, Atienza, Molina, o la propia Guadalajara, donde a punto estará de caer en una trampa tendida por el general francés Leopoldo Hugo cuando, haciendo creer que las tropas napoleónicas abandonaron la capital, retirándose hacia Alcalá de Henares, los “empecinados” entraron en la ciudad para ser rodeados, pocas horas después y cuando nada lo hacía suponer, por miles de soldados imperiales. Los hombres de Juan Martín debieron abandonar precipitadamente, y de madrugada, Guadalajara, para reencontrarse, como pudieron, por tierras de Brihuega.

   Los intentos por acabar con su vida mediante la traición, al no poderlo hacer en combate, por parte del francés fueron numerosos. En Jadraque se le intentó envenenar mediante un bebedizo; en Sigüenza se rebelaron parte de sus hombres; y Saturnino Abuín, pasado al ejército francés, estará a punto de terminar con su vida. De Jadraque saldrá un aserto para la historia: ¿Matar al Empecinado? Risum teneatis (Contened la risa).

 

El genio de Juan Martín

   No hubo de ser hombre de fácil trato. O mejor, fue hombre de mucho genio, en lo militar, y en lo familiar. Sus relaciones con la Junta de Guadalajara no fueron lo amigables que cabía suponer, y los enfrentamientos, ante cualquier situación, estuvieron a la orden del día. Juan Martín, más que a las órdenes superiores, obedecía a su intuición; la Junta de Guadalajara no vio con buenos ojos el que El Empecinado combatiese en Cuenca, Madrid, Valencia o Zaragoza, encontrándose al servicio de nuestra provincia, por lo que en alguna ocasión dejó el mando de la guerrilla provincial, para retornar a él, pasados los malos vientos. Hasta estas tierras se trajo a algunos de sus hermanos, que combatieron junto a él, y, como fue costumbre en este tiempo, numerosos militares acudieron a la guerra con sus mujeres. La del Empecinado, esposa legal con la que contrajo matrimonio en Fuentecén (Burgos), Catalina del Río, con la que tuvo varios hijos, recaló por tierras alcarreñas; abandonada a su suerte por su marido terminaría estableciéndose en Brihuega, donde falleció en 1834 como consecuencia de la primera epidemia de cólera que venteó la provincia.

    Por supuesto que Catalina del Río no será la única mujer en su vida. El Empecinado llegó a tener algunas relaciones públicamente conocidas, la más documentada, con María Oter Rodríguez, natural y vecina que fue de Gárgoles de Abajo, de cuya relación nació un hijo, Felipe, quien nunca será reconocido, pero que acompañará a nuestro hombre hasta el último momento de su existencia en la plaza Mayor de Roa. María Oter contraería matrimonio con un hacendado local, Sabino Sacristán, quien daría su apellido al hijo habido entre María y Juan Martín.

   Un Juan Martín que, fiel a sus ideas de libertad, no aceptaría las imposiciones de un rey que contravino todo lo que prometió; de ahí que se pusiese del lado de los constitucionalistas en el trienio liberal, lo que le llevaría a la persecución, la cárcel y, finalmente, la muerte.

   Sin duda, como arriba decíamos, de Juan Martín se hablará de aquí en adelante. Sirvan estas líneas, y las más de trescientas páginas del libro que trata de rememorar sus principales acciones en esta provincia, para adentrarnos en su figura, y sin duda, en una épica, afortunadamente, irrepetible.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 26 de octubre de 2024

 

JUAN MARTÍN EL EMPECINADO

Y La Guerra de la Independencia en Guadalajara

 

    El día 2 de mayo de 1808 en las primeras horas de la mañana, y desde mucho antes del amanecer, hay en Madrid un inusual movimiento de carruajes en torno al Palacio Real que, dadas las circunstancias por las que últimamente atraviesa el reino, no pasan desapercibidos para los vecinos.

   Las puertas del Palacio Real se encuentran abiertas desde que comenzó a clarear y los cocheros parecen estar dispuestos para lo que aparenta ser un largo viaje.

   Los rumores de que los últimos miembros que quedan de la familia real se disponen a abandonar el edificio corren por los alrededores como un reguero de pólvora, y ese rumor es suficiente para que se vayan congregando a su alrededor un buen número de madrileños, que siguen con atención todo cuando ocurre en el entorno.

   Alrededor de las nueve de la mañana la reina viuda de Etruria, por su matrimonio con Luis de Parma, Su Alteza Real doña María Luisa de Borbón, junto a sus hijos, sale de Palacio y ocupa el primer carruaje, y sin que nadie se interponga en su camino ni aparente la más mínima ira, sale del recinto; eso sí la sigue la mirada curiosa de un buen número de ciudadanos que se apartan a su paso. 

   A la Infanta de España, puesto que lo es por hija del rey Carlos IV, los tratos secretos hechos con Joaquín Murat, quien ya se veía coronado rey de España, la han granjeado la antipatía del pueblo de Madrid, que no reacciona ante su partida.

   Meses después Juan Martín Díaz, a quien apodarían El Empecinado, llegaría a la Provincia de Guadalajara para convertirse en el primer guerrillero contra los invasores, hasta ser conocido como “El terror de los franceses”.

   La Guerra de la Independencia en la provincia de Guadalajara ha sido ampliamente estudiada por Anselmo Arenas López a través de su “Historia del Levantamiento de Molina de Aragón y su Señorío en Mayo de 1808, y guerras de su Independencia” (Valencia, 1913), a cuyos textos nos remitimos en cuanto hace al Señorío molinés; no faltando en cuanto a la provincia en general, los trabajos que en torno a este periodo desarrolló el historiador José Luis García de Paz, principalmente: “La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla” (Revista de Estudios Wad-Al-Hayara; núms. 35, 36 y 37; años 2008, 2009 y 2010); tampoco dejamos de lado la obra biográfica en torno a Juan Martín Díaz: “Juan Martín El Empecinado; Terror de los Franceses”; de Florentino Hernández Girbal (Madrid, 1985).

   A través de la obra iremos descubriendo, hasta donde nos sea posible, sus acciones por los pueblos de una Provincia de Guadalajara que quedó, durante los años que mediaron entre 1808 y 1814, bajo el dominio francés, combatido por Juan Martín y sus hombres, los guerrilleros del Empecinado.

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

SUMARIO:

-I-

MADRID, 2 DE MAYO de 1808

El alzamiento del pueblo de Madrid /13

-II-

EL GUERRILLERO JUAN MARTÍN DIEZ

El Empecinado /33

-III-

LA JUNTA DE DEFENSA DE GUADALAJARA

La lucha por la libertad de la provincia / 43

-IV-

JUAN MARTÍN

La pesadilla de Guadalajara contra los franceses / 59

-V-

LA CAZA DEL GUERRILLERO.

El Imperio contra la guerrilla / 87

-VI-

DIVIDE Y VENCERAS

Amigos y enemigos / 135

-VII-

UNA PRIMAVERA DE INTRIGAS Y QUEBRANTOS

La guerrilla imprescindible / 193

-VIII-

ENTRE LA GLORIA Y LA MISERIA

El triunfo y el fracaso / 209

-IX-

LAS VICTORIAS DE LOS MUERTOS

Nunca des nada por perdido / 227

-X-

EL REY HA VUELTO

¡Viva el Rey! / 277

-XI-

JUAN MARTÍN EL EMPECINADO

El primer guerrillero / 295

-XII-

LOS OTROS HÉROES DE LA GUERRA

Los Guerrilleros / 303

 

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

 

 

 

 

 

   El día 2 de mayo de 1808 en las primeras horas de la mañana, y desde mucho antes del amanecer, hay en Madrid un inusual movimiento de carruajes en torno al Palacio Real que, dadas las circunstancias por las que últimamente atraviesa el reino, no pasan desapercibidos para los vecinos.

   Las puertas del Palacio Real se encuentran abiertas desde que comenzó a clarear y los cocheros parecen estar dispuestos para lo que aparenta ser un largo viaje.

   Los rumores de que los últimos miembros que quedan de la familia real se disponen a abandonar el edificio corren por los alrededores como un reguero de pólvora, y ese rumor es suficiente para que se vayan congregando a su alrededor un buen número de madrileños, que siguen con atención todo cuando ocurre en el entorno.

   Alrededor de las nueve de la mañana la reina viuda de Etruria, por su matrimonio con Luis de Parma, Su Alteza Real doña María Luisa de Borbón, junto a sus hijos, sale de Palacio y ocupa el primer carruaje, y sin que nadie se interponga en su camino ni aparente la más mínima ira, sale del recinto; eso sí la sigue la mirada curiosa de un buen número de ciudadanos que se apartan a su paso. 

   A la Infanta de España, puesto que lo es por hija del rey Carlos IV, los tratos secretos hechos con Joaquín Murat, quien ya se veía coronado rey de España, la han granjeado la antipatía del pueblo de Madrid, que no reacciona ante su partida.

   Meses después Juan Martín Díaz, a quien apodarían El Empecinado, llegaría a la Provincia de Guadalajara para convertirse en el primer guerrillero contra los invasores, hasta ser conocido como “El terror de los franceses”.

   La Guerra de la Independencia en la provincia de Guadalajara ha sido ampliamente estudiada por Anselmo Arenas López a través de su “Historia del Levantamiento de Molina de Aragón y su Señorío en Mayo de 1808, y guerras de su Independencia” (Valencia, 1913), a cuyos textos nos remitimos en cuanto hace al Señorío molinés; no faltando en cuanto a la provincia en general, los trabajos que en torno a este periodo desarrolló el historiador José Luis García de Paz, principalmente: “La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla” (Revista de Estudios Wad-Al-Hayara; núms. 35, 36 y 37; años 2008, 2009 y 2010); tampoco dejamos de lado la obra biográfica en torno a Juan Martín Díaz: “Juan Martín El Empecinado; Terror de los Franceses”; de Florentino Hernández Girbal (Madrid, 1985).

   A través de la obra iremos descubriendo, hasta donde nos sea posible, sus acciones por los pueblos de una Provincia de Guadalajara que quedó, durante los años que mediaron entre 1808 y 1814, bajo el dominio francés, combatido por Juan Martín y sus hombres, los guerrilleros del Empecinado.

 

 

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí


 

 

   Tras la firma del tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), España fue ocupada poco a poco por tropas francesas que se dirigían a invadir Portugal, puesto que esta nación no obedecía el bloqueo continental a Inglaterra decretado por el emperador francés Napoleón Bonaparte en 1806. La familia real portuguesa y la corte se marcharon el 29 de noviembre a Brasil. Poco a poco fueron ocupándose por tropas francesas, de grado o con engaño, las posiciones estratégicas en España, como Pamplona, Barcelona, Figueras, San Sebastián, Burgos, etc. Todo ello ante la pasividad del rey Carlos IV y su primer ministro Manuel Godoy.

   Debido al motín de Aranjuez, el 17 de marzo de 1808, Godoy fue depuesto y Carlos IV obligado a abdicar el 19 en su hijo Fernando VII. Precisados todos los anteriores del apoyo de Napoleón, este les atrajo a una reunión en Bayona donde, el 5 y el 6 de mayo, Fernando devolvió la corona a su padre y este la cedió a Napoleón, el cual se la entregó el 6 de junio a su hermano José Bonaparte. Mientras, sucedieron diversos pequeños movimientos contra las tropas francesas que culminaron en la rebelión madrileña el 2 de mayo de 1808, reprimida duramente por el general Joachin Murat. Poco a poco se fueron levantando y organizando las provincias españolas, y la declaración formal de guerra contra Napoleón se producen Sevilla el 6 de junio. Comisionados españoles enviados desde Asturias a Londres establecieron una alianza con Inglaterra contra Napoleón el 15 de junio. La guerra era un hecho cuando José Bonaparte es entronizado rey el 7 de julio, tras jurar la Constitución de Bayona, y llega a Madrid el 20. Tras la primera retirada francesa, en Guadalajara su ayuntamiento proclama como rey a Fernando VII el 17 de septiembre de 1808. El 14 de enero de 1809, Inglaterra reconoció en un tratado a Fernando VII como rey de España.

 

  (La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla; José Luis García de Paz. Wad-Al-Hayara; núm. 35, 36 y 37; 2008-2010).

 

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

 

 

   Recuerdo muy bien el aspecto de aquellos miserables pueblos asolados por la guerra. Las humildes casas habían sido incendiadas primero por nuestros guerrilleros para desalojar a los franceses, y luego vueltas a incendiar por estos para impedir que las ocuparan los españoles. Los campos desolados no tenían mulas que los arasen, ni labrador que les diese simiente, y guardaban para mejores tiempos la fuerza generatriz en su seno, fecundado por la sangre de dos naciones. Los graneros estaban vacíos, los establos desiertos, y las pocas reses que no habían sido devoradas por ambos ejércitos, se refugiaban flacas y tristes en la vecina sierra. En los pueblos no ocupados por la gente armada no se veían hombre alguno que no fuese anciano o inválido, y algunas mujeres andrajosas y amarillas, estampa viva de la miseria, rasguñaban la tierra con la azada, sembrando en la superficie con la esperanza de coger algunas legumbres. Los chicos, desnudos y enfermos, acudían al encuentro de la tropa, pidiendo de comer.

   La caza, por lo muy perseguida, era también escasísima, y hasta las abejas parecían suspender su maravillosa industria. Los zánganos asaltaban como ejército famélico las colmenas. Pueblos y villas, en otros tiempos de regular riqueza, estaban miserables, y las familias de labradores acomodados pedían limosna. En la iglesia, arruinada o volada o convertida en almacén, no se celebraba oficio, porque frecuentemente cura y sacristán se habían ido a la partida. Estaba suspensa la vida, trastornada la Naturaleza, olvidado Dios.

Juan Martín el Empecinado.

Benito Pérez Galdós

 

Detalles del Libro

  • ASIN ‏ : ‎ B0D6KJ4DVT
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 330 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8327882324
  • Peso del producto ‏ : ‎ 494 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 2.11 x 21.59 cm

 

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario