Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: tgismeravelasco@gmail.com

viernes, julio 21, 2023

EL SEÑOR DE MASEGOSO

 

MASEGOSO Y LA ESPADA DEL REY FRANCÉS

Francisco I, derrotado en la Batalla de Pavía, que fue festejado en Guadalajara

 

 

   Masegoso es en la actualidad uno de los pueblos más recientes, por lo nuevo y la desgracia de una guerra, de la provincia de Guadalajara. El nuevo Masegoso surgió en la década de 1940, tras aquella devastación guerrera que concluyó un año antes. El nuevo Masegoso lo trazaron los arquitectos D. Claudio Martínez, D. Miguel Ángel Ruiz Larrea y el Ingeniero D. Luis García Vallejo, finalizando el proyecto D. Antonio Labrada Chércoles. Las primeras casas se entregarían a sus nuevos moradores el 18 de febrero de 1941.

   Casas que en la mayoría de los casos han llegado hasta hoy; con su renovada iglesia; plazas, calles, escuelas…

 

MASEGOSO. UN PUEBLO POR CONOCER (Pulsando aquí)

 

 

Masegoso, tiempos lejanos

   Masegoso fue pueblo alcarreño de los que, allá por el medioevo, pertenecieron al inmenso mapa que se forjó con la tierra y el común de Atienza. Población, una de tantas, que se puso en manos de don Gómez Carrillo y su mujer, doña María de Castilla, como regalo de bodas por parte de sus ancestros, los reyes de Castilla. Formó parte de alguno de los sexmos en los que estuvo dividida esta tierra antes de que don Alfonso Carrillo y Acuña, el heredero de quienes recibieron la merced, comenzase a desprenderse, obligado por las deudas, de los bienes. De las tierras de Jadraque, que fueron a los Mendoza; de las de Cifuentes, que concluyeron en los Silva, o de Masegoso, que terminaron en una de aquellas familias que por los últimos años del siglo XV comenzaron a hacer fortuna y a sonar su nombre, García Rodríguez Gallego de Rivadeneira, al filo de las guerras y conquista de Granada. Don García Rodríguez procedía sin duda de Galicia, y al parecer la familia se estableció por tierras de Sigüenza y Molina en la época en la que adquirieron primero Masegoso y Matillas después, puesto que por aquellos tiempos comprar un pueblo era algo así como fundar una empresa, puesto que tras la inversión primera los rendimientos estaban asegurados anualmente a través de los impuestos que los vecinos tendrían que afrontar.

 

Los señores de Masegoso

   A don García Rodríguez lo heredó en el señorío de Masegoso su hijo primogénito de igual nombre, quien se convertiría en el segundo Señor de la villa; y de este pasó a un nuevo García, hijo del segundo quien, al fallecer sin sucesión, pasó el señorío a su hermana Petronila, y de esta llegó a Juana, hermana también, comenzando los pleitos hereditarios entre los descendientes, al no contar con herederos forzosos, de forma que, mediado el siglo XVII, Masegoso se encontraba como uno más de los títulos que acompañaban al ducado del Parque, creado por Felipe IV en un noble italiano, don Francisco Alliata Paruta, cuyo último apellido terminó por convertirse en “Parque”, reinando ya don Carlos III quien, además, otorgó al duque la grandeza de España; duque que a la sazón lo era don Manuel Joaquín de Cañas y Trelles quien, además de aquel ducado, y el señorío de Masegoso, ostentaba, a la moda de los tiempos, unos cuantos títulos más; empleando su vida en los asuntos del estado y la construcción de sus palacios, entre ellos, sin duda el más significativo, el que se levantó en la capital asturiana, en Oviedo.

   A don Manuel le sucedió su hijo, don Vicente María de Cañas y Portocarrero quien, en nuestros tiempos, hubiese llenado planas enteras en las revistas de moda.


 MASEGOSO, EN UN LIBRO (Pulsando aquí)

 

La prisión del rey Francisco

   Al rey Francisco I de Francia debe Guadalajara, sin duda, unas cuantas glorias, puesto que derrotado el francés en la más que famosa batalla de Pavía, y prisionero de las tropas españolas, fue remitido a Madrid, para quedar arrestado en la Torre de los Lujanes, después de un memorable paso por nuestra capital, y un recibimiento, a lo grande, en el palacio ducal del Infantado.

   La historia del palacio, y de los duques, escrita por doña Cristina de Arteaga, nos da cuenta de los fastos con los que los Mendoza recibieron al monarca galo en nuestra hoy capital provincial, con el palacio revestido de toda clase de lujos, a tal extremo que, cuenta la historia, el francés declaró que nunca había visto tanto derroche de lujos y exquisiteces; y no concluyó en ello la cosa, puesto que: “Todo un programa de fiestas variadísimas amenizaría la estancia de Francisco I en el palacio ducal; parece que había en Guadalajara tantos caballeros y tan excelentes jinetes, bien montados, que de la mañana a la tarde se organizaba sin dificultad un juego de cañas”.

   Por supuesto, también hubo fiesta de toros; y como al duque le plació, lucha de toros con leones, de las ganaderías y jaulas del Infantado: “Se hizo empalizada en la plaza y las dos fieras entraron en liza y se acometieron; pero pasado el primer ímpetu no dieron el juego que de ellas esperaba la afición y hubo que retirarlas sin más daño”.

   El pueblo también disfrutó de los festejos, puesto que comió y bebió gratis a la salud del duque y del rey de Francia quien, en su partida a Madrid, fue gustosa y largamente obsequiado con algunos presentes: caballos, jaeces bordados en oro, mulas con gualdrapas de terciopelo…

 

La espada del rey

   El rey Francisco I, según cuenta la historia, se rindió en la antedicha Batalla de Pavía a los españoles Diego de Ávila y Juan de Urbieta quienes, conforme a las entonces leyes de la guerra, pasaron a ser propietarios de las armas que el vencido portaba; armas que fueron adquiridas por el rey Felipe II para la armería real, como uno más de los trofeos de la monarquía española, aunque este, por su significado, dolía un tanto al pueblo francés, y un mucho a quien, finalizando el siglo XVIII, se proclamó su emperador, Napoleón Bonaparte, de ahí que, tras iniciada la invasión de España, idease la recuperación para el pueblo que representaba de la espada del rey Francisco.

   El encargado de ponerla en las manos del gran duque de Berg, don Joaquín Murat, cuñado del emperador, y que a punto estuvo de ser rey de las Españas, no sería otro que nuestro amigo don Vicente María de Cañas y Portocarrero, señor de Masegoso y duque del Parque, siguiendo un estricto protocolo: En el testero de una rica carroza de gala se colocó la espada sobre una bandeja de plata, cubierta con un paño de seda, guarnecido de galón ancho brillante y fleco de oro; y al vidrio se pusieron el armero mayor honorario D. Carlos Montargis y su ayudante D. Manuel Trotier. Esta carroza fue conducida por un tiro de mulas, con guarniciones también de gala, y a cada uno de sus lados tres lacayos del Rey con grandes libreas, como así mismo los cocheros. En otro coche, también con tiro y dos lacayos a pie, como los expresados, iba el Excmo. Sr. Caballerizo mayor, acompañado del Excmo. Sr. Duque del Parque, teniente general de los reales ejércitos, y capitán de reales guardias de Corps…

   Fue, el duque del Parque y Señor de Masegoso, durante la Guerra de la Independencia, uno de los generales que más se lucieron en la batalla contra el invasor napoleónico, después de figurar entre los primeros que rindieron pleitesía a los franceses, y de acompañar en Bayona al rey José; se cuenta que, aquella humillación de rendir a Murat la espada del rey Francisco, le hizo cambiar de parecer.

   La espada de Francisco I regresó entonces a Francia y ahora se luce en el Museo del Ejército en París. Pocos conocen que, aunque sea de refilón, el nombre de Masegoso, un pueblecito de la Alcarria guadalajareña, tiene parte en la historia de su retorno a la ciudad de la luz.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 21 de julio de 2023

 

 


 EL LIBRO DE MASEGOSO, PULSANDO AQUÍ

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