Julián de Hermosilla, la Villa de Pareja y la Real Academia de la Historia
Pareja, que fue villa de indudable historia eclesiástica, puesto que desde que se tiene memoria perteneció al señorío personal de los obispos de Cuenca, no sólo es famosa por ello, por sus obispos, quienes en la villa tuvieron castillete primero y palacio después, engrandecieron su señorío y aquí convocaron a los clérigos, sirviéndoles de retiro espiritual y temporal.
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Historia de la Villa de Pareja, el libro
También engrandecieron su iglesia, dotándola de retablos y ornamentos que en su mayor parte se perdieron. La silueta de la iglesia se asemeja a una especie de catedral en la que oficiaron durante siglos los obispos; también algunos naturales de nuestra provincia que ostentaron aquella diócesis, entre los que destacó don Miguel del Olmo quien, natural de Almadrones, llegó al obispado cuando su vida comenzaba a apagarse y, quizá presintiéndolo, se retiró a Pareja a vivir sus últimos años y aquí hizo testamento, distribuyendo entre sus parientes, en Almadrones, La Riba de Santiuste, Palazuelos y algunos más del Valle del Salado, parte de sus pertenencias, inclusos los muebles del palacio de Pareja; a excepción de las alhajas, o sea, de los ornamentos sagrados y reliquias, donados a la capilla de San Julián, existente en el palacio. A su iglesia, la de Pareja, mandó algunas cosas; a la de Almadrones, otras, entre las que figuraron una colección de santas reliquias: “…de los santos mártires Santa Victoria, San Jurriano, San Vicente, Santa Savina, San Leoncio, San Justino, San Paulino, San Constante, (que traje de Roma), y de San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, que se veneran en el altar de mi capilla de la Quinta Angustia, sita en la iglesia parroquial de la dicha villa de Almadrones, que tengo por mis especiales abogados y les ruego me asistan a la hora de mi muerte y pidan a Dios salve mi alma…”. Enriquecidas sus paredes con aquellos lienzos de los Apóstoles que, atribuidos a la mano de El Greco, terminaron esparcidos por medio mundo.
También pasó a la historia, la villa de Pareja, por haber tenido entre sus gentes a alguna de aquellas mujeres que, con habilidades de santeras, o curanderas, terminaron enjuiciadas por la Santa Inquisición, acusadas de tratos inconfesos, o brujería. Destacando las más que renombradas Quiteria de Morillas y Francisca la Ansorena que, a juicio de testigos, eran capaces de sobrevolar el pueblo, hasta dos palmos en el aire.
El obispo don Miguel del Olmo debió de figurar entre los de más grata memoria; Don García, que rigió la diócesis mediado el siglo XIV, en el capítulo de innombrables, después de que mandase ajusticirs a una docena de vecinos, y los parejanos le prohibiesen la entrada en la villa; entre los legados que hizo en su testamento el obispo don Miguel del Olmo, ordenó para don José Santero de Hermosilla el Cristo de bulto que tenía en su cuarto del palacio de la villa.
Julián de Hermosilla Benito
Sin duda fueron, los Hermosilla de Pareja, hidalgas gentes, constando su apellido desde más allá del siglo XVI. En Pareja anduvieron a lo largo de los siguientes, y se mantuvieron al menos hasta los inicios del siglo XIX, si bien con anterioridad pasaron a otras capitales, principalmente Madrid y Cuenca, donde desempeñarían cargos de altura en la administración del Estado, y en la iglesia.
Notable fue la existencia de don Juan Benito Hermosilla, nacido en Pareja el 8 de febrero de 1759, quien en Salamanca se hizo Bachiller y luego Abogado de los Reales Consejos en 1785, pasando a Madrid a desempeñar su oficio en la Corte de Carlos III, así como en la de su sucesor, Carlos IV, bajo cuyo reinado alcanzó no pocas distinciones, en Madrid primero; en Sevilla después; en Asturias más tarde, por cuyas tierras le tocó combatir a los invasores franceses a partir de 1808. En Asturias celebró el nacimiento de la Constitución de 1812 con un llamamiento a los asturianos, a cumplir y celebrar las leyes de Cádiz: ¡Ya sois libres!; les decía, sin sospechar que, al término de la guerra y su regreso a Madrid, la Constitución sería poco menos que abolida por el rey, y padecería las consecuencias de su constitucionalismo, y del trienio liberal, hasta su fallecimiento en 1824.
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Juan Benito Hermosilla fue sobrino de don Julián de Hermosilla Benito, hijo a su vez de don Gaspar de Hermosilla Benito y de doña María Escogido; familiar de la Santa Inquisición el padre; pariente a su vez de otro Gaspar de Hermosilla que fue rector de la Universidad de Sigüenza en los inicios del siglo XVIII, y de don Juan de Hermosilla, dignidad entonces de la catedral.
Don Julián de Hermosilla nació en Pareja el 4 de julio de 1697, llevando a cabo estudios superiores, es de suponer que en las universidades de Sigüenza, Salamanca y Madrid, ciudad ésta en la que finalmente se avecindó a fin de ejercer su profesión, introduciéndose en el mundo político que rodeaba la Corona, y llegando a alcanzar las más altas posiciones en los estrados de la ciudad. Llegando a ostentar numerosos cargos concejiles, entre los que figuraron los de Teniente de Corregidor y Alcalde de Casa y Corte; mientras que ejercía otros a nivel del reino.
La Real Academia de la Historia
Fueron, los años que acompañaron al reinado de Felipe V, tiempo de tertulia de intelectuales, reunidos habitualmente en bibliotecas o salas de palacios. Tertulias que posteriormente darían al reino algunas notables instituciones. De una de aquellas salió la Real Academia de la Historia.
Nos dicen sus antiguos legajos, y aseveran las crónicas de su tiempo que: “Al comienzo del invierno de 1735 era la tertulia literaria de D. Julián de Hermosilla, abogado de los Reales Consejos y más tarde teniente Corregidor de Madrid y ministro togado del Consejo de Hacienda, una de las más acogedoras y de merecida fama, en la que los asiduos concurrentes trataban las más diversas materias en relación con las ciencias y las artes…”
Lo asistentes a la tertulia de don Julián de Hermosilla se propusieron levantar actas de los asuntos tratados, e incluso de proponer mejoras para el reino, sus artes e historia; encontrándose quienes habitualmente asistían a las discusiones allí habidas, don Francisco de Zábila, brigadier de los Reales Ejércitos; don Juan Antonio de Rada, secretario palatino; el conde de Torrepalma; don Manuel de Roda; don Agustín de Montiano, secretario de la Cámara de Castilla, don Jerónimo de Escuer; don Juan Martínez Salafranca y don Leopoldo Jerónimo Puig, entre otros hombres de recia sabiduría castellana, quienes trataron de dar cauce legal a su reunión buscando el amparo real, primero y, una vez obtenido, proponiendo como sede de sus reuniones la Real Biblioteca; convirtiéndose don Agustín de Montiano en su primer Director, y formando nuestro paisano entre los primeros Académicos de la Historia del Reino.
Así pues, a Don Julián de Hermosilla Benito, en cuya casa, a pesar de que situación se discute, puesto que vivió en la puerta de Moros y en la calle de Atocha, cabe el honor de abrir las puertas de la Academia, y de entrar por la puerta grande en la historia del reino.
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Falleció en Madrid, el 12 de septiembre de 1774, como publicaría La Gazeta de la ciudad, de edad de 77 años, dos meses y ocho días, habiendo desempeñado los cargos de Ministro Togado del Consejo de Hacienda y de la Junta General de Comercio, Moneda y Minas; en cuyos empleos y en los de asesor general de Correos, Teniente Corregidor de esta Villa, Alcalde de Casa y Corte, Corregidor interino, y en otros graves encargos, sirvió a S.M. por espacio de 47 años con el celo e integridad que es notorio.
Residía entonces en la calle de Atocha, dejando por heredero de títulos y hacienda a su hijo, don Julián Vicente de Hermosilla y Zabalza, quien, en todo, siguió los pasos de su augusto padre.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria; Guadalajara, 16 de junio de 2023
FRANCISCO LAYNA SERRANO, LA BIOGRAFÍA. PULSANDO AQUÍ
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