KATHARINE HEPBURN, LA ESTRELLA DE HOLLYWOD QUE SE
ENAMORÓ DE ATIENZA
Las Troyanas de Atienza (II)
Katharine Hepburn, la estrella de los tres
Oscar
Eran los que tenía la gran estrella del universo cinematográfico,
Katharine Hepburn, cuando en los últimos días de agosto de 1970, procedente de
Londres, su avión tomó tierra en el madrileño aeropuerto de Barajas. Pasó
desapercibida su presencia entre el público, menos acostumbrado que en nuestros
días a seguir la vida de los grandes artistas extranjeros. Para los españoles,
y por aquel tiempo, las páginas de la prensa que entonces como hoy lleva el
título de “prensa del corazón”, sus
páginas las llenaban los ídolos hispanos, los cantantes, actores y actrices de
nuestro suelo patrio, con alguna de aquellas figuras que se elevaban por encima
de las pantallas cinematográficas, como Jackie Kennedy-Onassis o Farah Diva
Pahlavi. Alguna incursión también nos hacía, desde Italia, la gran Sofía Loren,
estrella desde que por aquí interpretase a doña Jimena Díaz, señora del Cid
Campeador… y poco más.
Por ello el paso de Katharine Hepburn, larga como un día sin pan,
embutida en unos pantalones ajustados de color azul oscuro, con unas gafas
oscuras tapándole media cara; un pañuelo, azul también sobre su cabello pajizo
y sobre el pañuelo gorra de plato, pasó desapercibida.
La esperaba un vehículo de aquellos, tipo americano, que llamaban la
atención por donde pasaban, con chófer,
para llevarla al hotel Eurobuilding, junto a la castellana madrileña, a unos
pasos del estadio Santiago Bernabéu. El vehículo pertenecía a una empresa de
alquiler contratada por la productora cinematográfica Josef Shaftel Insurance,
con sede en la calle de San Telmo número 77 de Madrid, y representada por quien
había de ser años después una de las figuras más conocidas de la cinematografía
hispana, Francisco Lara Polop; a
Francisco Lara lo acompañaba otro de aquellos personajes que pasarían a
la historia del cinema patrio, en este caso a través de la fotografía, Augusto
García Fernández-Balbuena, que se convertiría en el apoderado de la actriz en
España.
Junto a Katharine Hepburn viajaba su secretaria, y la productora puso, a
disposición de ambas, una traductora oficial que les fue contando, desde el
aeropuerto de Barajas al hotel, las glorias de la España que, a partir de aquel
26 de agosto, en el que el avión tomó tierra, iba a ser, por espacio de unos
meses, su tierra de residencia.
La visita de la actriz a España tenía por objeto, tomar parte en aquella
película mediante la cual esperaba obtener su cuarto Oscar de la Academia,
puesto que para entonces en su mansión de Fenwick (Connecticut), ya se
mostraban los logrados por sus interpretaciones en Gloria de un día (1934); Adivina
quién viene a cenar (1968), y El León
en invierno (1969), interpretando a Leonor de Aquitania. El cuarto le
llegaría muchos años después, en 1982, por su último trabajo: En el estanque dorado. Todavía ninguna
actriz ha logrado superar su palmarés.
En aquel lujoso hotel recién inaugurado se hospedó, a la espera de otras
tres de las grandes actrices del entonces universo cinematográfico mundial,
Irene Papas, Vanessa Redgrave y la veinteañera Geneviève Bujold, ya que las
cuatro, junto al director de la cinta, serían las protagonistas de una poco
multitudinaria rueda de prensa que se llevaría a cabo en el hotel para
presentar la película a rodarse en Atienza a la prensa, y que la prensa dejase
en paz a las actrices por tiempo indefinido, que fue el deseo de su director,
Michael Cacoyannis. Un deseo que logró.
El
viaje a Atienza
Antes de que la rueda de prensa tuviese
lugar, se celebró el miércoles 26 de agosto, a Katharine Hepburn la llevaron a
conocer Toledo, El Escorial, Ávila, Segovia y, por supuesto, Atienza. La
entonces poco menos que misérrima e histórica villa de la provincia de
Guadalajara que, pocos lo conocían, iba a pasar a la historia de la
cinematografía mundial de la mano de aquella mujer, a través del título de una
película tan extraña como lejana. Las
Troyanas, que en Atienza nadie sabía quiénes eran ni falta que hacía. Lo
más que se conocía entonces en Atienza era que desde el mes de mayo el
Ayuntamiento, cada dos por tres, emitía un bando dando cuenta de que se
necesitaba tal o cual cosa “para la
película del castillo”.
Por la villa pasaron arquitectos, ingenieros y mandamases, de Bellas
Artes sobre todo, para dar las autorizaciones pertinentes y, en ello, llegó
ella. La gran Katharine Hepburn, junto al director de la película, Michael
Cacoyannis, para conocer el lugar del rodaje y, sobre todo, para que la
estrella, que pasaría en Atienza los próximos meses, conociese su casa y
pudiera hacer las últimas indicaciones en cuando a la decoración del interior o
al color de la pintura de las paredes. La casa estaba recién construida, pero todavía
le faltaban los muebles y pintar las paredes al gusto de quien iba a ser su
inquilina. Una casa cuyo alquiler se ajustó en ¡nada menos! Que 1.500 pesetas
diarias, una auténtica barbaridad.
Junto al director griego, y en compañía de Augusto García
Fernández-Balbuena, su secretaria y la intérprete hizo la actriz su primer
viaje a Atienza. La recibió, como no podía ser de otra manera, su ilustre
Alcalde, don Julián Ortega Asenjo, médico de profesión y, a la sazón, entre
otros títulos, Consejero de la Caja y Diputado provincial por el partido de
Atienza, además de los títulos que hacían mención a su pertenencia al llamado
Movimiento Nacional. Todos ellos se pasearon por Atienza en un día en el que, a
juzgar por las prendas que vestían la estrella y el director no debió de ser
muy caluroso, a pesar de correr los últimos días de agosto en los que, quizá
por ello, empleados los atencinos en el trabajo de la era, pasó desapercibida.
Muy pocas personas se dieron cuenta de que caminó desde la plaza del Ayuntamiento
hasta los alrededores de la iglesia del Salvador, donde se encontraba su
domicilio, y que la comitiva se detuvo en la plaza de San Juan, y junto al Arco
de su nombre, donde se retrataron para la posteridad.
Os
construiré unas escuelas…
La mayor de seis hermanos, y sin hijos a lo
largo de su vida, tuvo un especial cariño por los niños. Y los chiquillos de
Atienza, que en gran número trabajaron en la película, la enamoraron. Por ello,
desde el primer momento llevó la idea fija en la cabeza de dejar para la
posteridad del tiempo, y de la villa de Atienza, su nombre enmarcado entre los
muros del pueblo.
Se rodó la película, y se encariñó de uno de los protagonistas, el
inglés Brian Blessed que interpretó en la cinta el papel de Taltibio y llegó a Atienza
luego de poner cara al mosquetero Porthos; la “reina de Hamamelis”, la llamaba el inglés, que era tanto como decir
“de los caprichos”. Cacoyannis
advirtió a los intérpretes que nada de enamorisqueos ni cosas de esas en las
que el corazón se metiese por medio, porque podía traer malas consecuencias
para el trabajo final. Con Brian Blessed recorrió uno a uno los caminos de
Atienza nuestra estrella, fue hasta el pinar, subió hasta el Padrastro y se
llevó a casa una buena colección de fósiles, a cuya búsqueda se aficionó.
Fue cuando comenzó el curso escolar cuando la gran Katharine se asomó a
las escuelas de niñas, y de niños, y vio que la escuela de niñas estaba
prácticamente recién construida y la de niños dejaba mucho que desear.
En su casa del barrio de San Salvador, pocos días antes de dejar Atienza
y retratarse a lomos de una de las burras del atencino Gabriel Cabellos, que
llevaba a cabo oficios de jornalero para la productora, Katharine Hepburn mandó
llamar al señor Alcalde. A la reunión también asistieron algún que otro
concejal, Augusto García Fernández-Balbuena y el productor Anis Nohra. Katerine
Hepburn quiso primero conocer cuánto costaron las escuelas que se construyeron
para las niñas, poco más de trescientas mil pesetas de las de entonces y… Los
ojos del Alcalde de Atienza hicieron chiribitas. La actriz, por medio de sus
representantes, puso los miles de pesetas, tras traducirlos de los miles de
dólares, necesarios para la edificación de unas escuelas nuevas para los niños
de Atienza, y que el nombre de Katharine Hepburn se quedase en la villa, para
la eternidad. Don Julián Ortega Asenjo la dio los títulos de “muy egregia, ilustre y sin rival actriz”.
Y
alguien al día de hoy se preguntará, también los entonces chiquillos de Atienza,
en la actualidad hombres adultos que esto lean: ¿Y dónde están las escuelas
para las que Katharine Hepburn puso aquel puñado de miles de dólares?
(Continuará)
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 5 de diciembre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario