RUFINO BLANCO Y SÁNCHEZ, QUE FUE MAESTRO.
Tomás Gismera Velasco
Maestro, por encima de todo. Y un hombre de
bien. Me lo recordaba uno de sus nietos, del mismo nombre, sentados los dos en
una biblioteca. Su nieto era hijo de Julián, que aquel domingo, cuando llamaron
a la puerta de la casa de su padre, en la calle de Viriato número 65 de Madrid,
fue el primero en levantarse de la mesa.
Estaban terminando de comer. Don Rufino,
como siempre, sus verduras. Don Rufino era vegetariano, y de ello hacía gala.
De ser vegetariano y de no haberse puesto enfermo nunca.
La muchacha del servicio entró en el comedor
a decir aquello de:
-Preguntan por…
Fue cuando Julián se levantó, y se le
escuchó hablar con quienes preguntaban por don Rufino. No pasaba nada. Tan sólo
tenía que acompañarles para hacerles unas preguntas. Le dijeron que regresaría
en un par de horas.
Rufino Blanco y Sánchez |
Julián se prestó a acompañarle. No era
cuestión de dejarlo solo. Don Rufino ya era un hombre mayor. Los setenta y seis
años pesan. El día estaba fresco y el ambiente no era de lo más agradable para
caminar sólo por las calles de Madrid, en medio de aquella orgía de sangre que
se inició con los calores de julio.
Y los dos, don Rufino y Julián, salieron
entre aquellos, después de que aquellos
diesen una vuelta por la casa y se llevasen, requisaron, hasta tres colchones,
y bajaron los peldaños de madera de la casa señorial de la calle de Viriato.
Desde el balcón del comedor los vieron salir a la calle y subir al coche que,
con el de escolta, tomó la dirección del paseo de Chamberí, que siempre sería.
Doña María, su mujer, se santiguó antes de cerrar las puertas y volver a la
mesa, con el presentimiento de que Rufino no regresaría.
*****
Su padre, el de don Rufino, dejó Mantiel
cuando el muchacho comenzaba a sacar la cabeza. El padre de Rufino Blanco era
practicante y ayudante de unos cuantos médicos de la comarca de la Alcarria que
lo hacían estar permanentemente por los caminos para llevar a casa cuatro
reales. Cuatro reales que doña Baltasara, su mujer, siempre administró con
corrección. Hasta que conoció que en Madrid, en el centro, se ofertaba un
empleo en el que encajaba a la perfección. Y dejando Mantiel, la familia se
trasladó a Madrid dejando a don Ramón, el señor cura que hasta entonces se
había ocupado de enseñar al joven las cuatro reglas, cariacontecido. Pero con
el convencimiento de que el chiquillo llegaría lejos.
Y lo hizo. Comenzando los estudios en la
Escuela Normal Central. Allí se graduó en Bachiller. Las notas no fueron muy
brillantes. Un simple aprobado. Suficiente para continuar su carrera hacía el
Magisterio. En enero de 1883 obtuvo el título de Maestro de Primera Enseñanza,
y comenzó a dar clases en las escuelas de Madrid, y a continuar estudiando.
Daba clases en la Escuela Modelo de Madrid cuando conoció a la que sería su
mujer, toma una dama de la vieja aristocracia cántabra, doña María Pérez de
Camino y Garmendia. Dos meses duró el noviazgo con María. Se conocieron, se
miraron a los ojos y se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el
otro. Del matrimonio nacerían siete
hijos.
Rufino Blanco, su mujer y sus hijos, en Santander |
Fundaron su primer hogar en la calle del
Divino Vallés, en el número 24. Allí nacieron los hijos, y de allí comenzaron a
salir las obras literarias que le harían ser un referente en el mundo de la
Pedagogía. El primer libro, en 1888, llevaba por título “Nociones de
Psiocogenesia aplicada a la Pedagogía”, que fue recibido con buena letra por la
crítica, y por los maestros, sus compañeros de profesión: es un libro que se ocupa de la generación u orden de aparición de las
facultades del alma humana…
Supuso que, al tiempo que escribía, y daba
clase, podía continuar mejorando en el estudio. Se licenció primero y se
doctoró después, en 1889, en Filosofía y Letras. Para entonces se había
convertido en el alumno preferido de don Marcelino Menéndez y Pelayo. De la
misma manera había continuado ascendiendo en el mundo de la docencia madrileña,
y en el periodismo. Sus colaboraciones en prensa, en numerosa prensa,
principalmente en los órganos de los maestros, resultaron habituales. En España
y Latinoamérica. A aquellas colaboraciones en la prensa docente se unirían las
de periódicos de tirada nacional, como el ABC, o revistas seguidas por un
público ávido de conocer, como Blanco y Negro. Curioso, en Blanco y Negro
firmaba con siglas: U.C. de la A. El público que leía aquellos artículos tardó
en conocer el significado: “Un crítico de
la Alcarria”. Porque siempre se sintió alcarreño.
En 1910 comenzó su trayectoria como profesor
de Pedagogía Fundamental de la Escuela Superior de Magisterio, que no dejaría
ya hasta su jubilación, en 1931. Salvo cuando, aceptando cargos de mayor grado,
tuvo que dedicarse a ellos: En 1921 fue nombrado Consejero de Instrucción
Pública; poco después concejal del Ayuntamiento de Madrid; y en 1927, por tres
años, Gobernador civil de Segovia.
Entre medias, colaboró en la fundación de la
Escuela de Estudios Superiores de Magisterio; fue miembro de la Junta para la
Extinción del Analfabetismo; Vicepresidente de la Asociación de la Prensa de
Madrid; y de una decena más de instituciones, que lo llevaron a ser un
referente, no sólo a nivel nacional. También europeo, en su campo, la docencia,
la pedagogía.
Si alguna lacra podían imputarle sus
enemigos estaba en sus creencias religiosas. Era, como alguien dijo, católico a
machamartillo, y sus creencias las
trasladó a la escuela, y a sus escritos. Porque continuó escribiendo, y
publicando, hasta que le llegó la hora de la jubilación forzosa, en 1931.
Para entonces, en la mayoría de la prensa se
le dedicaron elogiosos artículos, al hilo de su jubilación, escribía una
revista: Pedagogo, mejor dicho, Maestro
en la más recta y noble acepción de este envidiable título. Orgullo es poseer
la ciencia de enseñar: abnegación y apostolado practicar esa ciencia. Y don
Rufino Blanco y Sánchez, siendo Pedagogo, ha sido, y es, por encima de todo,
Maestro.
Maestro siempre. Cuando actúa de visitador de las Escuelas de España y
cuando acepta, para bien de la cultura internacional, la dirección del Anuario
de Bibliografía Pedagógica; cuando dirige la revista profesional El Magisterio
Español y cuando, al frente del diario Católico “El Universo”, realiza una
fecunda y larga campaña de pacificación de espíritus, de acción social, de
difusión de enseñanzas de las doctrinas de la iglesia; cuando ejerce la
Concejalía en el Cabildo Municipal de Madrid y cuando asume el mando de la
provincia de Segovia como gobernador civil; cuando preside la Federación de la
Prensa de España y cuando vicepreside la Asociación de la Prensa de Madrid…
Maestro. Con método de enseñanza, alejado del castigo. Ante
todo, del físico. Para don Rufino al niño, para que aprenda, hay que conocerlo:
Cuanto más se observa al niño, más se le
conoce; cuanto más se le conoce, más se le quiere; cuanto más se le quiere,
mejor se le educa.
Rufino Blanco, leyendo su discurso de ingreso en la Real Academia de Cincias Morales y Políticas |
Es, sin duda, y como se reconoce, el gran
erudito de la Pedagogía Contemporánea. La relación de su bibliografía es
interminable:
-Nociones de Psicogénesis aplicada a la
Pedagogía.
-Primer catecismo cíclico de la Doctrina
Cristiana.
-Trabajos manuales sin taller.
-Apéndice al Diccionario de Calígrafos
españoles.
-Orígenes de las ideas Pedagógicas en
España.
-Tratado elemental de Pedagogía.
-Elementos de Literatura Española.
-Enciclopedia Pedagógica.
-Teoría de la Educación.
-Fundamentos de la Lengua Castellana…
Así, hasta algo más de medio centenar de
obras que fueron, y continúan siendo, de referencia en el mundo de la escuela,
del magisterio, de la enseñanza… Decenas de artículos de prensa, conferencias,
estudios… Y sus reconocimientos, que muchos fueron: Comendador de la Orden
Civil de Alfonso XIII; Medalla de Plata del 1º Centenario de los Sitios de
Zaragoza; Socio de Honor de la Liga Cervantina Universal; Del Círculo de Bellas
Artes de Madrid; Caballero de la Orden Pontificia de San Silvestre… Alcarreño
siempre.
Su último trabajo fue el discurso de ingreso
en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
El 27 de febrero de 1935 recibió la carta
suscrita por el Secretario Perpetuo de aquella Real Academia. Traía fecha del
día anterior: Esta Academia, en sesión de
hoy ha nombrado a V.E. Académico de número de la misma…
Honores de anciano, debió de pensar don
Rufino. Las Reales Academias tuvieron tiempo de nombrarle y admitirle en su
seno. Pero no lo hicieron, hasta entonces. En alguna que otra ocasión se pidió
su ingreso en la Real de la Lengua, pero…
Preparó su discurso de ingreso “Sobre la Educación Moral, y la Educación
Cívica”, que leyó el 29 de marzo de 1936 y, quien tantos cargos desempeño a
lo largo de su vida, ya en el ocaso, sorprendió con las líneas finales: “Yo no soy más que un Maestro de Escuela, a
lo más, un crítico de la Alcarria”.
*****
Quienes llamaron a la puerta, y se llevaron
a don Rufino y con él marchó su hijo Julián, redactor del diario ABC, eran
milicianos de la CNT al mando del capitán Gregorio Lorenzana.
Era el 2 de octubre de 1936 y,
efectivamente, como doña María, su mujer, auguró. No regresó. A don Rufino lo
encontraron a la mañana siguiente, en una cuneta de la carretera de Burgos, a
la salida de Madrid. Su hijo Julián estaba unos metros más atrás. Ambos,
asesinados a tiros de pistola.
Recibieron sepultura en el Cementerio de la
Almudena de Madrid los días 4 y 5 de octubre, antes de que la familia partiese
para Selaya, en Santander.
La noticia de la muerte de don Rufino
Blanco, difundida a través de la embajada de Francia, conmocionó al mundo de la
docencia, de España y de Europa. Fue, como tantas, una de esas muertes sin
sentido que producen las guerras. Las ideas. Las revoluciones. El fanatismo...
En el mes de marzo de 1940 sus restos fueron
trasladados al panteón familiar de la Sacramental de San Justo, de Madrid.
Don Rufino Blanco y Sánchez nació en Mantiel
(Guadalajara), el 16 de noviembre de 1861.
(Fotos:
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas)
En: Gentes de Guadalajara
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