Religioso
Miedes
de Atienza (Guadalajara), 18 de febrero de 1836 – Plasencia (Cáceres), 18 de
marzo de 1897
Eladio Mozas Santamera nació en Miedes de Atienza el 18 de febrero de 1836,
haciendo sus estudios sacerdotales en el Seminario de Sigüenza, donde se
distinguió, antes de ser ordenado sacerdote, como profesor de Latín y
Humanidades.
Intentó opositar a una Cátedra de Teología en la Universidad Central, pero
fracasó, marchando entonces a Plasencia en cuya catedral tenía un tío canónico
llamado Santiago Yáñez y quien lo convenció para que se ordenase sacerdote, lo
que hizo en 1865, siendo nombrado por oposición párroco de la iglesia de San
Pedro, de Plasencia.
Fue después canónigo de la catedral y fundó el Instituto o Congregación de
las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad. En cuyo desempeño sufrió
contrariedades de toda índole, llegando incluso a ir a Roma en 1876, para
hablar personalmente con el Papa, Pio IX, quien terminó por aprobar la
fundación de la orden.
Escogió como fundadora a Margarita de los Dolores, natural de Riolobos, en
la provincia de Cáceres. No sin dificultades, y tras muchas vicisitudes, logró
que la orden de Josefinas se pusiese finalmente en marcha.
Se le tuvo por un hombre muy docto en materia teológica.
Murió tras una larga enfermedad el 18 de marzo de 1897.
En la actualidad las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad, fundadas
por Eladio Mozas Santamera, cuentan con asilos, colegios, hospitales y
residencias repartidas por toda España.
Tomás Gismera Velasco
Sintesis
biográfica, hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad: http://www.josefinas-trinitarias.org
El Fundador: Padre Eladio Mozas Santamera
Eladio Mozas Santamera nace y es bautizado el día 18 de
febrero de 1837 en Miedes de Atienza pueblo
situado al borde de la sierra de Pela y perteneciente a la provincia de Guadalajara
y a la diócesis de Sigüenza. La liturgia recuerda el 18 de Febrero a San
Eladio, arzobispo de Toledo.
Son sus padres: José Mozas Martínez, procedente de la
provincia de Soria y bautizado en Orna (Guadalajara) el 16 Noviembre de 1796 y
Mónica Santamera Serrano, nacida y bautizada en Sigüenza (Guadalajara) el 3
Mayo 1795. Contraen matrimonio el 12 Septiembre de 1833 en Aguilar
de Anguita, pueblecito situado en el límite de Castilla y
Aragón. En este pueblo era párroco Don José Santamera, hermano de Mónica.
Procedían ambos contrayentes de familias profundamente
cristianas, figuran en la familia de Eladio más de 10 sacerdotes, y disfrutaban
de una discreta posición económica.
El matrimonio residirá en este primer período en Alconchel
de Ariza (Zaragoza) donde José, ejerce como cirujano. Cuando se desposó con
Mónica era viudo. Estuvo casado con María Morón.
En Alconchel de Ariza, fue bautizado Victor, primer hijo del
matrimonio, el 8 de Marzo de 1835. El niño falleció en Junio del mismo año.
La profesión de cirujano obligaba a José a constantes
desplazamientos, aunque se dan estos en poblaciones cercanas. La nueva residencia
del matrimonio será Miedes de Atienza. Nació aquí, como hemos dicho, el Siervo
de Dios y tres meses más tarde, 18 Mayo 1837, falleció José, su padre.
Mónica viuda y su hijo, vivirán con el tío sacerdote Don
José Santamera en Aguilar de Anguita hasta la muerte de éste. Mónica y Eladio
regresan después a Sigüenza donde ésta contrae segundas nupcias con el también
viudo Sebastián del Molino, el día 8 de Julio de 1845.
Estudiante en el Seminario
A los 11 años comienza Eladio sus estudios en el seminario conciliar
de San Bartolomé de Sigüenza como alumno externo, donde cursará: Segunda
Enseñanza, Filosofía y seis años de Teología. Superados los primeros momentos
de adaptación al ritmo de estudios del seminario, su rendimiento académico fue
muy bueno.
En 1852, solicitó plaza de "maitinante", tenía
sólo 15 años. La nota del examen fue "sobresaliente en leer y traducir
latín". Con la concesión de esta plaza contraía el Siervo de Dios la
obligación de asistir a coro en los días señalados y la de colaborar con los Canónigos
en el rezo y canto del Oficio Divino. El día en que cumplió 16 años, 18 de
febrero de 1853, recibió la tonsura clerical, de manos del Sr. Obispo Joaquín
Fernández Cortina. El mismo Señor Obispo por su buena aplicación en el estudio
y por su buena conducta, le dispensó del pago de matrícula a partir del 3º año
de Filosofía.
Tres años después de tonsurado recibió Eladio otra prueba de
aprecio. El Gobernador Eclesiástico le nombró catedrático de primero de
latinidad en consideración a su "buena vida, costumbres e
instrucción" dice el expediente. En 1858 el Sr. Obispo de Sigüenza, Don
Francisco de Paula Benavides y Navarrete, amplió este nombramiento a segundo de
latín y humanidades. El día 6 de Septiembre de 1857 falleció Doña Mónica.
Eladio, que tenía entonces 20 años, quedó por voluntad de su madre, bajo la
tutela del sacerdote Don Santiago Yañez Riaza, hermano de una cuñada de Mónica.
La enfermedad cancerosa de Doña Mónica fue especialmente larga y dolorosa.
Eladio quiso cuidar personalmente a su madre. La dedicación que le prestó llamó
la atención de familiares y vecinos.
Continúa en Madrid estudios de Teología
Los distintos decretos emanados por el Ministerio de
Instrucción Pública, en estos años turbulentos de la historia española, hacían
prácticamente imposible el reconocimiento de los estudios que no se hicieran en
las Universidades del Estado. Las facultades de Teología en este momento
estaban en: Madrid, Santiago, Sevilla y Zaragoza. Posiblemente la mayor
cercanía entre Sigüenza y Madrid llevó al Siervo de Dios a optar por la
universidad de la capital. Se matriculó en la Universidad Central de Madrid de
7º de Teología en 1860.
Incorporó los estudios realizados en el seminario conciliar
de San Bartolomé de Sigüenza, al Instituto del Noviciado de Madrid, conocido
con este nombre por haber sido anteriormente residencia de los novicios de la
Compañía de Jesús, y completó las asignaturas que le faltaban para conseguir el
título de Bachiller en Artes.
Superadas convalidaciones y pruebas se licenció en Teología
en 1861 y en diciembre de 1862 aprobó los exámenes del Doctorado.
Clérigo de la diócesis de Plasencia
Plasencia será desde 1864 hasta 1897 el escenario, casi
único en el que se moverá el Siervo de Dios.
Fundada por Alfonso VIII, ostenta esta ciudad el lema que,
de manera singular, hizo suyo Don Eladio: "Para agradar a Dios y a los
hombres". Contaba por aquellas décadas la ciudad, con poco más de 6.000
habitantes. Don Santiago Yañez Riaza, tutor del Siervo de Dios que le había
acompañado y guiado en sus estudios, era desde 1857 canónigo de la Santa
Iglesia Catedral de Plasencia. Es esta la razón por la que el Siervo de Dios se
incardinó a esta diócesis y recibió en ella, a Título de Patrimonio, las
Ordenes Menores y el Subdiaconado en mayo y el Diaconado en septiembre de 1864.
Desde su llegada a Plasencia vivió con su tutor, Don
Santiago Yañez y su prima Simona Santamera en la calle Zapatería, 40. El 1 de
abril de 1865 recibió en Madrid en la capilla de las monjas del Stmo. Sacramento,
el Sagrado Orden del Presbiterado con las correspondientes Dimisorias del Sr.
Obispo de Plasencia. Se encontraba Eladio en Madrid porque en estas fechas habían
sido convocadas las oposiciones a Cátedras Supernumerarias de Teología a las que
el Siervo de Dios deseaba presentarse. Los ejercicios de estas oposiciones concluyeron
el día 27 de abril. Eladio aprobó los ejercicios, pero quedó el segundo en una
de las cuatro ternas y no obtuvo cátedra.
Incardinado ya a la diócesis de Plasencia y ordenado
sacerdote se consagró plenamente a la tarea pastoral. Las misiones populares
fueron su primera tarea apostólica. En años sucesivos junto con otros
compañeros repetirá esta misma actividad pastoral.
Párroco de San Nicolás, de Plasencia
En abril de 1866 el Sr. Obispo, Don Gregorio Mª López y
Zaragoza le propuso, como Párroco ante la reina Isabel II para la parroquia de
San Nicolás el Real de la que tomó posesión el 27 de Julio. Mientras se
llevaban a cabo los trámites del nombramiento, el Sr. Obispo le confió el
cuidado de los fieles de la parroquia de San Pedro. La parroquia de San Nicolás
con más de quinientos vecinos, era para la época, de amplias proporciones.
Había en ella barrios acomodados, otros más sencillos y algunos de feligreses
pobres, necesitados de toda clase de ayudas.
La actividad parroquial llenó quince años de la vida del
Siervo de Dios. Es esta, una etapa rica en frutos apostólicos y en maduración
interior. El trato cada vez más íntimo con Dios y el conocimiento directo y
cercano de los hombres van preparando al Siervo de Dios para dar una respuesta
prolongada en el tiempo a las necesidades de estos, con la creación de una
nueva familia religiosa.
Se vivían en España momentos de confusión política, los
partidismos y las diferencias ideológicas se marcaban con mayor intensidad en
las pequeñas ciudades. D. Eladio, hombre de notable preparación científica,
teológica y espiritual, pero sobre todo, de profunda experiencia religiosa, se
dedicó a comunicar los dones recibidos, más allá de intrigas políticas, y a
enriquecer con ellos a cuantos se acercaban a él. La dedicación a las urgencias
pastorales y a las exigencias del evangelio ocupaban las horas de su día.
No limitó su labor pastoral a la sacramentalización, aunque
llevó de ella control minucioso. Tampoco ciñó su acción a los límites
geográficos de su parroquia, sino que alimentó con su predicación y horas de
confesionario a las religiosas de los distintos conventos de la ciudad.
Colaboró en la preparación de novenas, fiestas y manifestaciones de religiosidad
popular. Creó y estimuló movimientos y asociaciones de seglares: Camareras del
Stmo. Sacramento, Teresianas, Cofradía de la Stma. Trinidad.
Contribuyó y animó campañas para aliviar necesidades locales
y nacionales. Atendió a la catequesis de niños y jóvenes: Escuelas dominicales,
Rebañito del Niño Jesús. Cuidó con mimo la promoción vocacional, de manera
especial en esta época, las vocaciones al sacerdocio. Extremó su dedicación y
atención a los más pobres en el espíritu, pecadores e impenitentes, y en el
cuerpo, ciegos, mendigos, etc.
Estos quince años de actividad pastoral podrían resumirse en
la frase que uno de sus biógrafos puso en boca de sus feligreses: "La vida
de don Eladio era una constante predicación". O esta otra que nos habla de
su dedicación y entrega constante: "Don Eladio no peca, no sólo por la
gracia divina que le sostiene, sino porque no tiene tiempo material para
pecar".
El Siervo de Dios en el seminario
Conjugó don Eladio la actividad pastoral en la parroquia,
con la tarea docente en el seminario. Su sólida preparación académica en las
ciencias teológicas movieron al Sr. Obispo a confiarle ya en 1866, las clases
de Teología Fundamental. Entró de esta forma a participar en la vida académica
del seminario y tomó parte en otras responsabilidades docentes y
administrativas del mismo (examinador sinodal, consiliario de hacienda...)
La forma de ejercer la docencia y el talante bondadoso del
Siervo de Dios, le merecieron el reconocimiento público de los seminaristas que
editaron en la imprenta un poema en señal de cariño y gratitud por la labor
educativa de Don Eladio y por su actitud cercana y comprensiva.
Al mismo tiempo que impartió las clases en el seminario
cuidó y mantuvo al día su propia formación. Era consciente de que su servicio a
la Iglesia tenía que ser un servicio cualificado. Se preocupó de actualizar sus
estudios con las legalizaciones y convalidaciones exigidas por las cambiantes
leyes académicas del momento.
El Siervo de Dios, director de espíritus
Su primera escuela como director fue el confesonario de la
parroquia de San Nicolás de Plasencia. La dirección espiritual fue el
complemento de su vida de apóstol. A él acudían gentes de todas clases, no
faltaban sacerdotes y religiosas. Nos dicen sus biógrafos, recogiendo el sentir
del pueblo, que tenía en Plasencia Don Eladio fama de sabio, prudente, celoso y
clarividente director de espíritus. Confirman esta opinión las 547 cartas de
dirección que escribió a las Religiosas Agustinas Recoletas de Serradilla y
otras dirigidas a personas seglares.
Serradilla, situada a 30 Km. de Plasencia, tenía entonces
2.000 habitantes. Centro de interés del pueblo es desde el siglo XVII el
convento del Stmo. Cristo de Las Victorias, en el que residen dichas
Religiosas. Don Eladio debió entrar en contacto con ellas a finales de 1870. A
partir de este momento desarrolló en el convento una importante labor pastoral.
Cuatro veces, al menos, dirigió los Ejercicios espirituales anuales de la comunidad.
Nombrado Visitador por el Vicario Capitular, Don Liberato Fernández, nombramiento
reiterado después por el Sr. Obispo Don Pedro Casas y Souto, hizo varias veces
la visita canónica al convento. Presidió las elecciones de Priora. Recibió los
votos de las profesas. Pero, sobre todo, dirigió directamente unas veces y por
carta la mayoría, a la casi totalidad de las religiosas que vivieron en el
convento de Serradilla desde 1871 hasta 1892. La última carta de dirección que
se conserva, lleva fecha de 29 octubre de 1892.
Es ésta una correspondencia de dirección espiritual,
tremendamente sobria. No encontramos en ella datos, noticias o detalles
marginales ajenos a la estricta dirección. Por su estilo literario y altura
espiritual pueden considerarse un documento único en la literatura española del
siglo XIX. Profundo conocedor de los maestros clásicos e impregnado de
sabiduría bíblica, ayudó a sus dirigidas a ascender por los caminos del
espíritu. Maestro experimentado y buen conocedor de los caminos de la ascesis y
de la mística cristiana, guió a las religiosas con tacto, sin imposición,
respetando escrupulosamente el ritmo de exigencia que el Espíritu iba marcando
en cada una. Antes de dar contestación a las cartas oraba y convertía a veces
en oración la misma respuesta. El mayor valor de esta correspondencia radica,
en que, a través de ella se nos revela la personalidad espiritual del Siervo de
Dios y su propia trayectoria espiritual y mística. Don Eladio al contestar a las
Religiosas hace, sin pretenderlo, su propia biografía espiritual.
El Siervo de Dios Canónigo Penitenciario
La labor parroquial, había enriquecido humana y
espiritualmente a Don Eladio. Su entrega a Dios y a los hermanos le había
llevado a la conclusión experiencial de que el sacerdocio, se vive desde la
entrega total de sí mismo. Con esta misma disponibilidad prestará a la iglesia
diocesana otro cualificado servicio.
Con el fallecimiento de Fernando Gato Ruiz, quedó vacante la
canonjía penitenciaria. El Siervo de Dios se presentó con otros cinco
compañeros a las oposiciones convocadas por Su Exca. Rvdma. Dr. Don Pedro Casas
y Souto, para cubrir dicha vacante. Concluidas las pruebas el Cabildo falló a
favor de Don Eladio por amplia mayoría, 13 votos sobre un total de 18. En esta
votación el Sr. Obispo podía dar hasta 3 votos. Respondió Don Eladio a esta
elección con un breve discurso impregnado de humildad, y espíritu de servicio.
Las ideas, más bien, los sentimientos en él expresados, salen de los esquemas
tópicos y grandilocuentes que suelen utilizarse en estas circunstancias.
Refleja el talante con el que el Siervo de Dios prestará
este nuevo servicio a la iglesia diocesana. El coro, el confesonario, la
cátedra de Moral y las reuniones de cabildo serán los ejes por los que
transcurrirá ahora el servicio pastoral del Siervo de Dios. Las actas
capitulares nos muestran a Don Eladio como miembro activo y comprometido en la
vida organizativa y pastoral de la diócesis. Fue elegido muchas veces para representar
al cabildo ante el Obispo y ante los organismos oficiales y civiles en momentos
en los que el tino, la moderación y la eficacia tenían que conjugarse de forma sabia
y equilibrada.
Eladio fundador
En sus largos ratos de oración y en el contacto con las
necesidades de los hombres, el Espíritu suscitó en Eladio inquietudes que
exigían respuestas generosas y comprometidas. La vida cristiana de la segunda
mitad del siglo XIX experimentaba una gran crisis. Descristianización,
injusticia, olvido de Dios y desprecio del hombre fueron el revulsivo interior
que impulsaron a Eladio a la búsqueda de soluciones desde el compromiso y la
entrega a los hermanos. El mundo obrero, la familia y la escuela eran víctimas
de la falta de conciencia religiosa y por lo mismo de la injusticia y la insolidaridad.
Un hecho histórico concreto confirmó a Don Eladio en la necesidad
de dar forma a su pensamiento. El deseaba que la suma gloria de la Trinidad
fuera el fin último del Instituto que quería fundar. En las Cortes
Constituyentes, en la llamada sesión de las blasfemias, se había dicho
precisamente que el misterio de la Stma. Trinidad era una monserga. Las dudas,
las dificultades, el miedo a tomar como voluntad de Dios el querer propio, se agolpaban
en la mente de Eladio, pero se disiparon definitivamente en 1876. Para festejar
los cincuenta años de episcopado de Pio IX Don Eladio viajó a Roma en una de las
peregrinaciones españolas. Logró audiencia privada para exponer al Papa su
deseo de fundar un Instituto y éste le animó a comenzar la obra que Dios le
había inspirado.
Eladio quería regenerar la sociedad para gloria de la
Trinidad mediante la vivencia de las actitudes de la familia de Nazaret en la
familia, la escuela y el taller. Quiso llevar esto a cabo primeramente con
varones, sacerdotes con Regla y Constituciones propias sin votos públicos y con
amplitud para desempeñar toda clase de ministerios. Urgía en la iglesia y la
sociedad del momento, un clero culto y santo que pudiera formar cristianamente
al pueblo que se alejaba de Dios por ignorancia.
Esta idea fue seguida por varios sacerdotes, en vida de Don
ELadio. Alguno llegó incluso a considerarse novicio de la nueva Fraternidad.
Pero este proyecto no debió entusiasmar al Sr. Obispo de Plasencia que sin
llegar a prohibirlo, no lo favoreció. Seguro Don Eladio por la confirmación del
Papa de que su deseo no era fruto de orgullo y ambición, pero lúcido y
respetuoso con el escaso entusiasmo del Obispo, para llevar a cabo la fundación
con sacerdotes, esperó activo la hora de la providencia. Se hizo luz en la
noche de Eladio a partir de 1877. Margarita Delgado, una joven piadosa e
inteligente será la primera en empezar a vivir el nuevo carisma. Había ingresado
en el convento de RR. Agustinas Recoletas de Serradilla, pero tuvo que salir siendo
aun novicia porque una extraña enfermedad le impidió hacer la Profesión Religiosa.
Siendo niña se había confesado alguna vez con Don Eladio. La
finura de su espíritu no pasó desapercibida para el experimentado director. Al
conocer su salida expuso a la joven su idea y esta la acogió con docilidad y
entusiasmo. Empezó a crear con esta joven y otras que se le unieron escuelas de
catequesis y oración en las que se buscaba la gloria de la Trinidad mediante la
imitación y difusión de las actitudes con las que vivieron en la tierra Jesús,
María y José.
La gestación de la nueva institución fue larga y difícil. La
presencia en el grupo de una señora mayor, y un tanto excéntrica, Ascensión
Pacheco, retrasó el reconocimiento del primer grupo como una verdadera
comunidad religiosa. Don Eladio había acogido a Ascensión fiado de sus buenas
dotes naturales, de sus manifestaciones de piedad y de la madurez que debían
darle sus años para que diera a las jóvenes seguridad y apoyo.
El día 18 de Febrero de 1886, el Sr. Obispo Don Pedro Casas
y Souto aprobó la congregación con las constituciones escritas y presentadas
por el Siervo de Dios. A los expertos a quienes encomendó el Sr. Obispo el
estudio y conocimiento minucioso de la nueva Institución les pareció que debía
aprobarse porque "... el objeto y fin de la referida asociación ha de
contribuir muy provechosamente a moralizar e impedir la completa relajación de
las clases artesana, trabajadora y proletaria".
Se preocupó Don Eladio y comprometió su tiempo, sus energías
e incluso su dinero en la naciente congregación para proporcionar a las
primeras jóvenes casa y medios de vida, pero sobre todo el espíritu Josefino
Trinitario. Aunque no sobrevivió muchos años a la fundación pudo conocer dos
nuevas comunidades: Hervás y Ceclavín, está última fuera de los límtes de la
diócesis de Plasencia.
Caridad, generosidad del Siervo de Dios
Ángel de la caridad le llamó su familia en la enfermedad de
su madre por la dedicación y cuidados que le prestó aun cuando la enfermedad
adquirió aspectos externos poco agradables. Eladio la curaba y limpiaba las
heridas. A lo largo de la vida del Siervo de Dios son muchos los detalles de
atención con los más necesitados que nos narran sus biógrafos. No podía
mostrarse de otra forma ante los hombres, quien pasaba horas contemplando el
Corazón bondadoso de Dios. Eran muchos los pobres en aquellos años de poca
abundancia para todos, Eladio supo ingeniarse para ayudar a los más
necesitados.
El desván de su casa sirvió de refugio, para no molestar a
su familia, a la pobre Anita de quien los chiquillos se burlaban. Era el
lazarillo de los ciegos Crispín y Manuel a quienes ayudó para que aprendieran algunas
nociones de música y pudieran ganarse la vida. Costeó Don Eladio con sus escasos
recursos el alimento, el vestido y la enseñanza de los dos ciegos. Manuel, nacido
en Serradilla, había perdido la vista a los 9 años, aprendió a tocar la
guitarra y la flauta, sus descendientes conservan aún ésta última.
Muchos días dedicó el Siervo de Dios el tiempo del descanso
a enseñar el latín a Cayetano, el herrero que deseaba ser sacerdote. Logró éste
doctorarse en Teología y marchó a las misiones mexicanas. Proverbial era la
labor intercesora de don Eladio ante el Obispo cuando este creía oportuno
llamar la atención de alguno de los sacerdotes de la diócesis sobre el cumplimiento
de sus deberes. En una de estas ocasiones tuvo incluso que prestar el Siervo de
Dios su sotana a un sacerdote, el capellán del Villar de Plasencia, que vestía siempre
de seglar y que había sido llamado por el Sr. Obispo.
Enfermedad y muerte del Siervo de Dios
Los síntomas de la enfermedad última del Siervo de Dios
aparecieron en enero de 1896. Fue agravándose en los meses siguientes. En
febrero de 1897 presentó al Cabildo de la catedral certificado facultativo en
el que solicitaba licencias para un período de convalecencia. Su salud ya no se
repuso.
Aceptó serenamente la enfermedad y consciente de que su fin
se aproximaba confió a uno de sus mejores amigos, el canónigo lectoral Don Juan
Pérez Hernández, la dirección del naciente instituto.
Quiso reunir por última vez a las hermanas de las tres
comunidades Plasencia, Hervás y Ceclavín para aconsejarlas y despedirlas.
Durante su enfermedad había expresado el deseo e incluso la certeza de que el
día 19, día de San José, lo pasaría en el cielo.
Murió en su víspera, día 18 de Marzo de 1897 a los 60 años
de edad. Expuesto el cadáver en la sala de su casa, pasaron ante él multitud de
fieles que tocaban estampas rosarios y otros objetos. El pueblo tenía la
impresión de que había muerto un hombre de Dios.
Inmediatamente después de su muerte e incluso en su última
enfermedad, quienes conocieron a Don Eladio dejaron entrever en sus expresiones
y manifestaciones el convencimiento de que Don Eladio no era un simple fiel ni
un sacerdote más. Este convencimiento de su santidad lo manifestó el pueblo de
Plasencia de manera especial al llevarse a cabo en 1917 el traslado de sus
restos mortales, del cementerio de Sta. Teresa a la capilla de la Casa Madre
del Instituto.
El Proceso Diocesano del Siervo de Dios se clausuró en la
Catedral de Plasencia el 26 Noviembre de 1994. El 3 de Febrero de 1995 en
congreso Ordinario la Congregación para las Causas de los Santos, otorgo el
rescripto de validez canónica a las actas del Proceso Diocesano.