Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: tgismeravelasco@gmail.com

viernes, julio 18, 2025

CIPRIANO LOPE GONZÁLEZ, el Gramático de Atienza

 

EL GRAMÁTICO DE ATIENZA

Cipriano Lope González, autor de una Gramática Latina

 

      Desde el lejano siglo XIII Atienza se convirtió en la comarca serrana de Guadalajara en un ejemplo en cuanto a la enseñanza se refiere. En aquel siglo, año de 1269, el obispo seguntino don Lope Díaz de Haro fundó aquí la primera cátedra de gramática conocida a la que colaboraron en su sostenimiento la mayoría de las poblaciones de la entonces extensa tierra de Atienza; más tarde, y mientras contó con fondos, el convento franciscano sostuvo una de latinidad y a través de los tiempos de aquí salieron eruditos maestros y entendidos en letras. Mucho antes de que la Gramática Latina de Antonio de Nebrija saliese a correr mundo. Y mucho tiempo después de todo ello, a punto de concluir el siglo XVIII, de Atienza saldría una de las gramáticas que más tinta hicieron correr en sus últimos años, la “Gramática de la lengua latina, simplificada y reducida a nuevo método, en tres libros”; su autor, Cipriano Lope González, maestro de ella en la Villa de Atienza.

 


 

 

La Gramática de Atienza

   La Gramática de Don Cipriano vería la luz a través de la Imprenta Real en 1788, y sería distribuida por la librería de Escribano, de Madrid. Su precio 4 reales de aquel tiempo.

   La obra no dejó de ser recibida con los brazos abiertos por el mundo de la enseñanza, que no tardó en comparar a nuestro hombre con los grandes gramáticos de aquel siglo en el que tantos nombres pasaron a ser historia: “merece el autor ser agregado a los grandes reformadores de la Gramática Castellana, a Francisco Sánchez de las Brozas, Pedro Simón Abril, Gonzalo Correa, Ortigosa, Pastor, Mayans, Iriarte, los PP. Escolapios, y otros”, decían los tratados en la materia.

   Su fama dentro y fuera de la entonces provincia de Guadalajara llevó a que el número de sus alumnos aumentase, destacando quizá quien más tarde sería gran historiador segoviano y, casualidades del destino, canónigo del Real Sitio de San Ildefonso, don Santos Martín Sedeño quien, tras su paso por la academia del atencino entraría en el seminario segoviano, pasaría a ser Cura de Duruelo y tras un accidentado asalto a su casa terminaría ocupando en el palacio de la Granja el mismo cargo que años adelante desempeñaría el sobrino de nuestro hombre, don Primo Calvo Lope. A Martín Sedeño, entre otras obras, se deben las primeras descripciones históricas del Real Sitio, su historia y mitológicas fuentes.

      La Gramática de la lengua latina se anunciaba en la prensa madrileña: “…simplificada según un nuevo método. Redúcense en todo lo posible los preceptos y reglas de la gramática latina que tanto ocupan en las artes que hasta ahora se han seguido, poniendo con esto por obra lo que desde el célebre Brocense han deseado con ansia los doctos, de que se diesen en pocas palabras, aunque con la conveniente claridad, las reglas más precisas para entender la lengua latina”.

   Por supuesto que no todos los entendidos estuvieron de acuerdo con el erudito de Atienza. Tan mordaz como en los tiempos que nos corren resultaba en aquellos la crítica, mucho más si, como era en el caso de don Cipriano, se tocaban temas que otros tocaron. A nuestro genio le salió puntilloso otro gramático que con los mismos fines de enseñanza dio a la imprenta obra de similar contenido, siendo Gramático en Tarancón: “Muchos son los yerros y descuidos que se notan… Nuestro autor ofrece darnos un tratado del método y orden de estudiar las ciencias muy diferente de cuantos se han escrito hasta ahora. El pensamiento no se puede negar que es noble pero en la ejecución y desempeño podrá haber no pocas cosas ni pequeñas dificultades. Si yo fuera hombre que pudiera darle un consejo le diría que si lleva adelante tal pensamiento procure no perder de vista algunas reglitas muy oportunas”.

   El crítico del “Memorial Literario” la juzgaba en mejor forma, llegando a compararla con la Gramática de Nebrija, mejorándola y adaptándola a los tiempos que corrían. y poniéndola en el lugar que la correspondía, a pesar de que apunta sus errores: “La obra del Preceptor de Atienza tiene muchos descuidos de imprenta, acaso por haberse hecho la impresión estando ausente, tiene algunos descuidos de lenguaje, especialmente en los versos que no copia; tiene algunos descuidos de propiedad latina, especialmente cuando sigue las platiquillas vulgares; pero es loable su intento en tratar la Gramática latina en castellano, en dar previamente, o al mismo tiempo, las nociones de lengua castellana que facilitan los conocimientos de una y otra lengua, en tratar primero lo que da luz a lo siguiente, en definir los términos, dividir los géneros en sus especies y tratar de las propiedades y accidentes de ellas…”

   Nuestro paisano, hombre de los que no se callan, no tardará en responder, principalmente al de Tarancón: “No son siempre los sabios los que se hallan con el derecho de introducir y adoptar palabras nuevas; también el vulgo tiene su derecho, y siempre que el uso haga costumbre quedarán las palabras autorizadas…”

   Su respuesta será extremadamente larga, demostrando alguno que otro error de sus críticos, eso sí, concluye despidiéndose con la educación y respecto que lo parecen distinguir: “besando a Vmds. las manos, el de Atienza”.

 

Cipriano Lope González

  Por espacio de más de setenta años, a juzgar por los escritos que dejó impresos, don Cipriano se dedicó en Atienza a la enseñanza; desde el último cuarto del siglo XVIII hasta la casi mitad del XIX, puesto que falleció en torno a 1846. No cabe duda de que alguna vinculación hubo de tener con nuestra tierra, puesto que sacó el nombre de Atienza a correr mundo a través de sus escritos, si bien todo hace suponer que no fue nacido aquí, sino en El Burgo de Osma, de donde fue natural su sobrino, el ya citado don Primo Calvo Lope quien, a la muerte de nuestro hombre, continuó recopilando su obra dando a la imprenta una póstuma que igualmente haría a don Cipriano merecedor de loables críticas en torno a la enseñanza; se trató de “La Paradoja Literaria, o plan de Humanidades y Método de Estudios”, que don Primo Calvo dio a imprimir en la imprenta segoviana cuando en la Granja de San Ildefonso ejercía el cargo de Canónigo de la Real Iglesia Colegial; “Esta obra, original en su clase, comprende un análisis de todas las ciencias e importantes reflexiones sobre la dignidad del hombre y el modo de cultivar sus facultades, descubriendo marcadas tendencias a generalizar los conocimientos útiles y sólidos, sin excluir ningún estado ni sexo. Es por lo tanto utilísima no solo a los profesores de Colegios, sino a todo el que tome algún interés en los adelantos humanos”. Don Primo pasaría, desde la Granja de San Ildefonso a ser obispo de Santiago de Cuba y Secretario del renombrado Cardenal don Ciriaco Sancha.

   A más de las dos obras reseñadas, de una tercera tenemos conocimiento: “El Discurso en el que se exponen los fundamentos lógicos de la Gramática de todas las Lenguas”, que dio a la imprenta, en Sevilla en 1796, quien la firmó como “Un amigo del autor”.

   De que fue hombre de pensamientos lógicos no nos queda duda, puesto que su obra está llena de ellos, concluyendo su “Discurso” con uno que, quizá, resuma su trabajo: “El hombre no ha sido hecho para las ciencias, sino las ciencias para el hombre”.

   Quizá llevase razón; de lo que no nos queda duda es de que, en su obra, Atienza ocupó un lugar en la portada, mostrando al mundo que, a más de historia, arte y paisaje, la villa norteña tuvo también hombres de gramática que la supieron ensalzar.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara  en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 18 de julio de 2025

SEMBLANZAS DE ATIENZA

 

SEMBLANZAS DE ATIENZA

Nombres para su historia

 

 

 

   Puede que sea Atienza (Guadalajara), junto a Sigüenza, Brihuega y Molina de Aragón, una de las poblaciones con más historia de la hoy provincia de Guadalajara; mayor número de monumentos históricos, y mayor nómina de personajes que, desde la localidad han pasado a la historia, provincial y nacional.

   En las páginas siguientes recogemos una mínima nómina de nombres que hicieron historia. Por supuesto que no están todos, puesto que la nómina de personajes que hicieron historia en tiempo pasado, es infinita.

   Merecedores de páginas exclusivas son nombres como los de Juan Bravo, capitán comunero en Segovia, o del político Bruno Pascual Ruilópez, abocado al olvido.

   Nombres ligados a Atienza, por destino de oficio, que aquí hicieron historia, como Eduardo Contreras, quien desde su cargo en la oficina de Correos y Telégrafos colaboró intensamente en la vida cultural de Atienza, dejando su firma no sólo en la prensa provincial, también en la significativa revista “Atienza Ilustrada”.

   No pocos nombres históricos de Atienza fueron rescatados del olvido a través de la revista digital Atienza de los Juglares.

   Sin duda, a esta serie de nombres, los que completan esta “Semblanza”, para cuya confección hemos recurrido a las firmas y escritos conocidos, a fin de completar de ellos una mediana biografía, nunca enteramente lograda, seguirán más. Porque Atienza es grande en historia, monumentos, cultura y, por supuesto, gentes que hicieron historia. Como, de alguna manera, son los 175 nombres cuyas biografías o semblanzas se incluyen en esta obra.

 

 

 


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Detalles del LIBRO

  • ASIN ‏ : ‎ B0C63RZMKT
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 296 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8395904256
  • Peso del producto ‏ : ‎ 449 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 1.88 x 21.59 cm


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lunes, junio 09, 2025

MARIANO PÉREZ CUENCA, Y SUS HISTORIAS

 

RECORDANDO A MARIANO PÉREZ CUENCA, Y SUS HISTORIAS

Natural de Pastrana, fue sin duda el primer cronista de la comarca

 

   Nació don Mariano Pérez y Cuenca en Pastrana, casi en los inicios de aquella especie de revolución a la que se ha dado en llamar “Guerra de la Independencia”, el 8 de diciembre de 1808, en una familia de labradores y no demasiadas posibilidades económicas; al parecer fue hijo único de Manuel Pérez y María Facunda Cuenca; y a pesar de que sus padres no pudieron facilitárselos, pudo acceder, para llevar a cabo sus estudios, en principio eclesiásticos, a una de las ayudas ofrecidas por una de las numerosas capellanías fundadas en la Colegiata de la localidad.

   También se tiene al Convento de San Francisco, fundado en Pastrana dos o tres años antes de su nacimiento, como base de sus primeros estudios, pasando por este y, sin duda, por los seminarios de Toledo y Sigüenza, donde completaría su formación sacerdotal, para regresar a Pastrana en 1826, donde con apenas 18 años de edad fue nombrado Presbítero de la Iglesia Colegial. En Pastrana y dicha Colegial pasaría la mayor parte de su vida; salvo un corto periodo de tiempo, a partir de 1828, en el que, tras solicitar las licencias correspondientes y obtenerlas, se trasladó a Alcalá de Henares, en cuya Universidad concluiría su formación canónica. Retornando después a Pastrana en los primeros años de la década de 1830. Aquí, en Pastrana, seguiría hasta el fin de sus días.

 

 


 

El Cura de Pastrana

   En el año de gracia de 1847 don Mariano Pérez y Cuenca era cura teniente de la Colegial; dos años después ejercía de mayordomo de la Fábrica de la Iglesia y, en 1852, al reducirse a Parroquia la Colegial, pasaría a ser cura de la iglesia parroquial de la Asunción; al tiempo, ejerció los cargos de capellán y rector del Hospital de San Miguel, que fue patronazgo de los duques y llegó con su historia a cuestas hasta los años finales del siglo de don Mariano,

   Un hecho influirá decisivamente en la vida y obra de Pérez y Cuenca: fue el proceso desamortizador de las propiedades eclesiásticas, así como de los conventos y monasterios de la comarca a partir de 1835. Predicando desde los púlpitos y a través de sus escritos, en su contra. Fue uno de los primeros párrocos en hacer oír su voz en contra de aquello, como más adelante, y de su mano, lo haría el párroco de Renera ante los desmanes que se cometieron en los conventos de Tendilla y Lupiana.

   A lo largo del tiempo será un firme defensor del legado histórico de Pastrana, y con Pastrana de su antiguo partido judicial, su histórico entorno; oponiéndose en todo momento a aquellas desamortizaciones que se llevaron a cabo, llegando incluso a adquirir de su propio peculio, a fin de rescatarlos del abandono, algunos objetos de los conventos o monasterios abandonados, intentando la adquisición de retablos y otros enseres, vendidos a corredores e industriales de Madrid que, para la recuperación de las láminas de oro que los cubrieron, procedían a su quema. Destruyéndose de esta manera numerosos retablos de las iglesias conventuales.

   En este intento de rescatar del olvido y pérdida bienes de aquellas desamortizaciones, no faltarán la compra de libros o bibliotecas completas, a las que por entonces no se prestaba ningún interés; cuadros, imágenes religiosas o piezas de orfebrería, que trasladará a la iglesia de Pastrana o su propio domicilio, que terminaría por convertirse en una especie de almacén de obras religiosas, más que museo de arte sacro, a la espera de un nuevo futuro.

   Numerosos de los objetos adquiridos serán posteriormente donados a otros conventos, iglesias o instituciones; y muy especialmente fue dotado por su mano el convento de Franciscanos entonces existente en Pastrana, en el que, como señalamos y nos dejó escrito quien con más detenimiento estudió la obra de Pérez Cuenca, Ester Alegre Carvajal, llevó a cabo sus primeros estudios.

   Don Mariano viajará en este tiempo por toda la Alcarria, alzando su protesta incluso a través de algunas composiciones poéticas, como moda de los tiempos, entre ellas sus: “Poesías y sentencias que se hallan en el Convento de Santa María del Monte Carmelo de Bolarque”, que compone en 1837, recopilando las que allí se encuentran, lo que al tiempo sirve para preservarlas de su desaparición; al tiempo comenzará a indagar en los archivos de la Villa Ducal para componer la que ha de ser primera “Historia de Pastrana”, que verá la luz en 1858.

 

 


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Cronista de Pastrana

   Al margen de la Historia de Pastrana, que conocerá en todos sus detalles y será obra pionera en el estudio del pasado de nuestros pueblos, se fijará en la de las poblaciones pertenecientes a su entonces partido judicial, reseñando cada una de ellas y deteniéndose con especial relevancia en los conventos y monasterios que por aquí se fundaron. Igualmente, como de la imagen de María, y miembro que sería de Academia Mariana, hará extensiva su dedicación a la descripción de las imágenes y apariciones marianas, con sus ermitas y santuarios, de los partidos de Pastrana y Sacedón, que quedarán registrados en su obra en torno a estos. Ya que como se apunta sería miembro de la Pontificia y Real Academia Bibliográfica Mariana, fundada en Lérida en 1867 por el capellán carlista don José Escolá y Cugat; bajo cuyos auspicios escribirá, y en Lérida dará a la imprenta en 1868, su: “España Mariana”; que recogerá lo relativo a ella dentro de la provincia de Guadalajara y sus partidos judiciales de Pastrana y Sacedón.

   A través de sus trabajos, en la Colegiata tanto como en los Archivos de Pastrana, eclesiásticos y civiles, y por correspondencia con los duques, entablaría una amistosa relación con el XI y XII duques de Pastrana, don Manuel Téllez-Girón y don Mariano Álvarez de Toledo, quien llegaría a regalarle un cáliz de plata que, a su fallecimiento, determinó testamentariamente entregar a los frailes Franciscanos Misioneros de la villa.

   Se convertirá, a través de sus trabajos, en un personaje indispensable en la vida social y eclesiástica de Pastrana, con influencia en todo el partido judicial. Sus acertados juicios y conocimientos históricos harán que sea constantemente consultado desde poblaciones del entorno, y él mismo continuará alzando la voz cuando lo crea conveniente, ante actuaciones contrarias al espíritu religioso por parte de las autoridades locales o provinciales, en un tiempo en el que la institución religiosa llega de alguna manera a ser cuestionada en ciertos ámbitos. Librando sin duda de la ruina los conventos históricos de su Pastrana natal al lograr que fuesen destinados a la docencia de los habitantes de la villa en unas ocasiones, o de las comunidades religiosas, en otras. Velando del mismo modo por el decoro en las festividades, y magnificencia de los actos litúrgicos.

   No faltará su mano en la creación de la que ha de ser una de las primeras bibliotecas de la provincia de Guadalajara y, por supuesto, de Pastrana, que será instituida en 1870, y a la que donará una extensa nómina de libros, sin duda de los adquiridos tras las desamortizaciones, junto a otros de su propia biblioteca.

   Con el tiempo llegará a tener una posición económica desahogada, como dejará ver a través de sus disposiciones testamentarias, dictadas el 9 de octubre de 1881, encargando en él sus honras fúnebres y dejando lo poco que restaba de sus bienes, tras constituir algunas fundaciones de caridad y capellanías de misas, pagados los funerales, a su ama, Venancia Tabernero Solana, que le cuidó durante la mayor parte de su existencia. También legará bienes a los conventos e iglesias de Pastrana, localidad en la que falleció, en su casa de la calle del Ayuntamiento, el 3 de mayo de 1883.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 6 de junio de 2025

 

 

PASTRANA (Guadalajara) LA VILLA DE LA PRINCESA

 PASTRANA (Guadalajara) La Villa de la Princesa

 

   Pastrana es, al día de hoy, una localidad una hermosa población de la provincia de Guadalajara; unida a uno de los nombres más repetidos de la historia provincial en los últimos siglos: Ana de Mendoza, Princesa de Éboli.

   El autor, en su recorrido a través de los pueblos de la provincia, llega a Pastrana y a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, entre los que cabe destacar a Mariano  Pérez Cuenca, Francisco Layna Serrano, Juan-Catalina García López, y numerosos más, nos adentra en el ayer de Pastrana, su palacio, historia, monumentos y gentes; tomando los textos publicados por aquellos, para darnos cuenta de la importancia que Pastrana y su tierra alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con líneas de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.

   Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.

   Junto a la villa o el palacio, y como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.

   Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente escritas y publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada…

 

 


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sábado, mayo 10, 2025

NICOLÁS DE ISIDRO GARCÍA DE LA PLAZUELA

 

 

NICOLÁS DE ISIDRO, EL MARISCAL DE USANOS

De la Guerra de la Independencia, a las luchas carlistas

 

   Entre los personajes que destacaron pasados tiempos en la villa de Usanos, uno de ellos fue Nicolás Ezequiel de Isidro García de la Plazuela, que alcanzó los grados de Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos; y fue, además, Caballero de la Real Orden de San Hermenegildo; recibiendo las condecoraciones de la Cruz de la Fidelidad Militar y la Estrella del Norte, entre otras; siendo Ministro Superior del Tribunal de la Santa Hermandad Real y Vieja de la Muy Noble y Leal Ciudad de Ciudad Real; Comandante General del Principado de Asturias; Presidente de la Comisión de Revisión de Agravios del Principado; Individuo Honorario y de Número de la Sociedad Económica de Amigos del País; Jefe de la 4ª Brigada de Voluntarios Realistas; Subdelegado Principal de Policía… Sus pasos, en el mundo militar, con letras de molde, los comenzó a dar al lado de quien ha pasado a la historia como El Empecinado, cuando los franceses invadieron nuestra tierra.

   No fue el único miembro de su familia que inscribiría su nombre en los anales en aquellos inicios del siglo XIX, también alguno de sus hermanos, entre ellos Dionisio Jorge, quien fue capellán de los Tiradores de Sigüenza y alcanzó el grado de Capellán Mayor Castrense en febrero de 1811. Destacó en acciones guerrilleras durante la incursión de Juan Martín en la Tierra de Buitrago y en el Real de Manzanares en julio de 1812, cuando Isidro se vio cercado y liberado gracias a la caballería de José Mondedeu. Dionisio fue herido en la cabeza en la lucha durante la toma de Cuenca el 13 y 14 de agosto de 1812, contrayendo un doloroso reúma que le inutilizó para el servicio, siendo licenciado y pasando a ejercer como sacerdote. Se había ordenado el 16 de abril de 1808.


 

 

Las gestas de un hombre de acción

   Nicolás de Isidro nació en Usanos el 10 de abril de 1789, alistándose voluntariamente en el ejército el 24 de junio de 1803; por entonces España, como en tantas otras ocasiones, se encontraba en guerra. Más adelante formó parte de las tropas que al mando del marqués de la Romana, envió Godoy en 1806 a Dinamarca, como consecuencia de la alianza establecida con Napoleón. Siendo, tras la sublevación de 1808, cuando gran parte de estas tropas lograron escapar en buques ingleses regresando a España. Nicolás, entonces sargento, fue capturado y hecho prisionero en Hamburgo (Alemania), pero logró fugarse y por aquí estaba cuando el 4 de diciembre de 1809, se presentó a la Junta de Guadalajara, que le concedió el grado de teniente, encargándole volar el puente de Almazán (Soria), poniendo a su mando un centenar de hombres con el fin de hostilizar las tropas imperiales. A su partida se incorporaron su hermano Dionisio y su cuñado Juan Sanz. Cuando el Empecinado aceptó en Ayllón la solicitud de la Junta de Guadalajara y Sigüenza y se desplazó el 11 de septiembre de 1809 a Guadalajara, y poco a poco se pusieron bajo su mando gran parte de las diferentes partidas que actuaban en la provincia, como será el caso de las de Vicente Sardina y Nicolás de Isidro.

   A partir de aquí, las acciones de uno y otro se multiplicarán por los cuatro puntos cardinales de la provincia, y fuera de ella; encargándose el de Usanos, entre los meses de enero a marzo de 1810, de organizar y mandar uno de los batallones dependientes del brigadier, el de los “Tiradores de Sigüenza”, donde no solo mostró su valor durante la contienda sino también su capacidad para adiestrar y organizar nuevas tropas de infantería. Con su propio batallón, Nicolás de Isidro se distinguiría en batallas como las de Cogolludo, el 9 de octubre de 1810 o, en el mismo año, las de Trillo, el 14 de junio, o Jadraque, el día 12; cubriendo la retirada de la Junta de Guadalajara de Villar de Cobeta a Huertahernando.  No todo fueron glorias, también sufrió alguna que otra derrota, como la del Rebollar de Sigüenza, en el mes de febrero de 1812; y parte tuvo en la sublevación que en Sigüenza llevaron a cabo las tropas bajo su mando, para enfrentarse al brigadier Juan Martín, que a punto estuvo de perder el mando, y la honra

   El profesor y amigo Juan Luis García de Paz, seguidor de sus pasos por las batallas provinciales, nos dejó escrito que con los Tiradores de Sigüenza recuperó en Las Inviernas, el 21 de mayo de 1812, gran parte de lo que los franceses saquearon en aquellos días por Sigüenza; y que, expulsados prácticamente los franceses de tierras de Guadalajara, combatió por el Levante y los alrededores de Madrid, hasta que la guerra llegó a su final.

 

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Al servicio del rey, y de la reina

   Nicolás de Isidro, al contrario que otros numerosos guerrilleros, no abandonó el uniforme militar, sino que continuó en el ejército, destinado en el Regimiento Imperial; tomando parte en las luchas internas que dentro del reino se producirán durante el llamado Trienio Liberal, siempre al servicio de la tropas realistas; tomando parte, junto al general Bessieres, a cuyo Estado Mayor pertenecerá, en algunas acciones que tienen lugar en Guadalajara y Aragón; coincidiendo con otro antiguo guerrillero, José Mondedeu, quien comandará los Lanceros Reales, derrotando en Brihuega, el 24 de enero de 1823, a las tropas del general O`Daly, y, en consecuencia, a los liberales. También en Guadalajara tendrá lugar otro enfrentamiento con quien fuese su antiguo comandante, Juan Martín el Empecinado. Los antiguos compañeros de guerrilla luchan ahora en bandos contrarios, mientras que Nicolás de Isidro lo hace por el Rey, el Empecinado lo hará por la abolición del absolutismo. Acciones estas que, junto a las que protagoniza a lo largo del año, hasta la derrota total de los constitucionalistas con la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis, llevan a nuestro hombre de ascenso en ascenso, hasta obtener los grados de brigadier de Infantería primero, y mariscal de campo después; haciendo crecer su hoja de servicios; una hoja de servicios que lo llevan, en 1825, a ser nombrado Gobernador de la Mancha; unos años después, en 1830, el nombramiento será para comandar el Principado de Asturias, donde le llegará la noticia de la muerte del Rey. Previamente, trató de aplastar los movimientos dirigidos a la proclamación de la Ley Sálica que nombraba heredera a Isabel II, rompiendo la línea hereditaria masculina a la corona.

   En Asturias será uno de los principales generales al servicio de la niña reina, muerto Fernando VII y declarada la primera Guerra Carlista; durante ella ocupará diferentes destinos, en la propia Asturias y más adelante en Málaga, donde provocó las revueltas del pueblo cuando ordenó, en 1835, prohibir las chirigotas y comparsas populares, decretándolas como música subversiva. El pueblo se alzó contra él, siendo sitiado en su casa. Sitio que no se levantó hasta que anunció su dimisión y marcha de la capital, huyendo a Granada con una escolta de seguridad.

   No por ello concluyó su lucha contra los partidarios del autoproclamado Carlos V, como comandante general de Ciudad Real en 1837 y, un año después, de Zamora; para regresar a Madrid al término de la guerra, como Capitán General Interino y Gobernador Militar, siendo depuesto en el mes de febrero de 1840.

   Todavía continuó la vida militar, en las capitanías generales de Zamora y La Coruña. No se hallaba enteramente pacificada España cuando, desde la Capitanía General de Galicia, en 1843, colgó la espada para retirarse a Madrid, donde le alcanzaría la muerte diez años después, en 1852.

   Sin duda que fue un hombre de acción.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara  en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/Guadalajara, 9 de mayo de 2025

 

JUAN MARTÍN EL EMPECINADO, Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN GUADALAJARA

 

JUAN MARTÍN EL EMPECINADO

Y La Guerra de la Independencia en Guadalajara

 

    El día 2 de mayo de 1808 en las primeras horas de la mañana, y desde mucho antes del amanecer, hay en Madrid un inusual movimiento de carruajes en torno al Palacio Real que, dadas las circunstancias por las que últimamente atraviesa el reino, no pasan desapercibidos para los vecinos.

   Las puertas del Palacio Real se encuentran abiertas desde que comenzó a clarear y los cocheros parecen estar dispuestos para lo que aparenta ser un largo viaje.

   Los rumores de que los últimos miembros que quedan de la familia real se disponen a abandonar el edificio corren por los alrededores como un reguero de pólvora, y ese rumor es suficiente para que se vayan congregando a su alrededor un buen número de madrileños, que siguen con atención todo cuando ocurre en el entorno.

   Alrededor de las nueve de la mañana la reina viuda de Etruria, por su matrimonio con Luis de Parma, Su Alteza Real doña María Luisa de Borbón, junto a sus hijos, sale de Palacio y ocupa el primer carruaje, y sin que nadie se interponga en su camino ni aparente la más mínima ira, sale del recinto; eso sí la sigue la mirada curiosa de un buen número de ciudadanos que se apartan a su paso. 

   A la Infanta de España, puesto que lo es por hija del rey Carlos IV, los tratos secretos hechos con Joaquín Murat, quien ya se veía coronado rey de España, la han granjeado la antipatía del pueblo de Madrid, que no reacciona ante su partida.

   Meses después Juan Martín Díaz, a quien apodarían El Empecinado, llegaría a la Provincia de Guadalajara para convertirse en el primer guerrillero contra los invasores, hasta ser conocido como “El terror de los franceses”.

   La Guerra de la Independencia en la provincia de Guadalajara ha sido ampliamente estudiada por Anselmo Arenas López a través de su “Historia del Levantamiento de Molina de Aragón y su Señorío en Mayo de 1808, y guerras de su Independencia” (Valencia, 1913), a cuyos textos nos remitimos en cuanto hace al Señorío molinés; no faltando en cuanto a la provincia en general, los trabajos que en torno a este periodo desarrolló el historiador José Luis García de Paz, principalmente: “La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla” (Revista de Estudios Wad-Al-Hayara; núms. 35, 36 y 37; años 2008, 2009 y 2010); tampoco dejamos de lado la obra biográfica en torno a Juan Martín Díaz: “Juan Martín El Empecinado; Terror de los Franceses”; de Florentino Hernández Girbal (Madrid, 1985).

   A través de la obra iremos descubriendo, hasta donde nos sea posible, sus acciones por los pueblos de una Provincia de Guadalajara que quedó, durante los años que mediaron entre 1808 y 1814, bajo el dominio francés, combatido por Juan Martín y sus hombres, los guerrilleros del Empecinado.

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

SUMARIO:

-I-

MADRID, 2 DE MAYO de 1808

El alzamiento del pueblo de Madrid /13

-II-

EL GUERRILLERO JUAN MARTÍN DIEZ

El Empecinado /33

-III-

LA JUNTA DE DEFENSA DE GUADALAJARA

La lucha por la libertad de la provincia / 43

-IV-

JUAN MARTÍN

La pesadilla de Guadalajara contra los franceses / 59

-V-

LA CAZA DEL GUERRILLERO.

El Imperio contra la guerrilla / 87

-VI-

DIVIDE Y VENCERAS

Amigos y enemigos / 135

-VII-

UNA PRIMAVERA DE INTRIGAS Y QUEBRANTOS

La guerrilla imprescindible / 193

-VIII-

ENTRE LA GLORIA Y LA MISERIA

El triunfo y el fracaso / 209

-IX-

LAS VICTORIAS DE LOS MUERTOS

Nunca des nada por perdido / 227

-X-

EL REY HA VUELTO

¡Viva el Rey! / 277

-XI-

JUAN MARTÍN EL EMPECINADO

El primer guerrillero / 295

-XII-

LOS OTROS HÉROES DE LA GUERRA

Los Guerrilleros / 303

 

 


 Juan Martín el Empecinado, y la Guerra de la Independencia en Guadalajara, el libro, pulsando aquí

 

 

 

 

 

   El día 2 de mayo de 1808 en las primeras horas de la mañana, y desde mucho antes del amanecer, hay en Madrid un inusual movimiento de carruajes en torno al Palacio Real que, dadas las circunstancias por las que últimamente atraviesa el reino, no pasan desapercibidos para los vecinos.

   Las puertas del Palacio Real se encuentran abiertas desde que comenzó a clarear y los cocheros parecen estar dispuestos para lo que aparenta ser un largo viaje.

   Los rumores de que los últimos miembros que quedan de la familia real se disponen a abandonar el edificio corren por los alrededores como un reguero de pólvora, y ese rumor es suficiente para que se vayan congregando a su alrededor un buen número de madrileños, que siguen con atención todo cuando ocurre en el entorno.

   Alrededor de las nueve de la mañana la reina viuda de Etruria, por su matrimonio con Luis de Parma, Su Alteza Real doña María Luisa de Borbón, junto a sus hijos, sale de Palacio y ocupa el primer carruaje, y sin que nadie se interponga en su camino ni aparente la más mínima ira, sale del recinto; eso sí la sigue la mirada curiosa de un buen número de ciudadanos que se apartan a su paso. 

   A la Infanta de España, puesto que lo es por hija del rey Carlos IV, los tratos secretos hechos con Joaquín Murat, quien ya se veía coronado rey de España, la han granjeado la antipatía del pueblo de Madrid, que no reacciona ante su partida.

   Meses después Juan Martín Díaz, a quien apodarían El Empecinado, llegaría a la Provincia de Guadalajara para convertirse en el primer guerrillero contra los invasores, hasta ser conocido como “El terror de los franceses”.

   La Guerra de la Independencia en la provincia de Guadalajara ha sido ampliamente estudiada por Anselmo Arenas López a través de su “Historia del Levantamiento de Molina de Aragón y su Señorío en Mayo de 1808, y guerras de su Independencia” (Valencia, 1913), a cuyos textos nos remitimos en cuanto hace al Señorío molinés; no faltando en cuanto a la provincia en general, los trabajos que en torno a este periodo desarrolló el historiador José Luis García de Paz, principalmente: “La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla” (Revista de Estudios Wad-Al-Hayara; núms. 35, 36 y 37; años 2008, 2009 y 2010); tampoco dejamos de lado la obra biográfica en torno a Juan Martín Díaz: “Juan Martín El Empecinado; Terror de los Franceses”; de Florentino Hernández Girbal (Madrid, 1985).

   A través de la obra iremos descubriendo, hasta donde nos sea posible, sus acciones por los pueblos de una Provincia de Guadalajara que quedó, durante los años que mediaron entre 1808 y 1814, bajo el dominio francés, combatido por Juan Martín y sus hombres, los guerrilleros del Empecinado.

 

 

 


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   Tras la firma del tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), España fue ocupada poco a poco por tropas francesas que se dirigían a invadir Portugal, puesto que esta nación no obedecía el bloqueo continental a Inglaterra decretado por el emperador francés Napoleón Bonaparte en 1806. La familia real portuguesa y la corte se marcharon el 29 de noviembre a Brasil. Poco a poco fueron ocupándose por tropas francesas, de grado o con engaño, las posiciones estratégicas en España, como Pamplona, Barcelona, Figueras, San Sebastián, Burgos, etc. Todo ello ante la pasividad del rey Carlos IV y su primer ministro Manuel Godoy.

   Debido al motín de Aranjuez, el 17 de marzo de 1808, Godoy fue depuesto y Carlos IV obligado a abdicar el 19 en su hijo Fernando VII. Precisados todos los anteriores del apoyo de Napoleón, este les atrajo a una reunión en Bayona donde, el 5 y el 6 de mayo, Fernando devolvió la corona a su padre y este la cedió a Napoleón, el cual se la entregó el 6 de junio a su hermano José Bonaparte. Mientras, sucedieron diversos pequeños movimientos contra las tropas francesas que culminaron en la rebelión madrileña el 2 de mayo de 1808, reprimida duramente por el general Joachin Murat. Poco a poco se fueron levantando y organizando las provincias españolas, y la declaración formal de guerra contra Napoleón se producen Sevilla el 6 de junio. Comisionados españoles enviados desde Asturias a Londres establecieron una alianza con Inglaterra contra Napoleón el 15 de junio. La guerra era un hecho cuando José Bonaparte es entronizado rey el 7 de julio, tras jurar la Constitución de Bayona, y llega a Madrid el 20. Tras la primera retirada francesa, en Guadalajara su ayuntamiento proclama como rey a Fernando VII el 17 de septiembre de 1808. El 14 de enero de 1809, Inglaterra reconoció en un tratado a Fernando VII como rey de España.

 

  (La Guerra de la Independencia en Guadalajara y Tendilla; José Luis García de Paz. Wad-Al-Hayara; núm. 35, 36 y 37; 2008-2010).

 

 


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   Recuerdo muy bien el aspecto de aquellos miserables pueblos asolados por la guerra. Las humildes casas habían sido incendiadas primero por nuestros guerrilleros para desalojar a los franceses, y luego vueltas a incendiar por estos para impedir que las ocuparan los españoles. Los campos desolados no tenían mulas que los arasen, ni labrador que les diese simiente, y guardaban para mejores tiempos la fuerza generatriz en su seno, fecundado por la sangre de dos naciones. Los graneros estaban vacíos, los establos desiertos, y las pocas reses que no habían sido devoradas por ambos ejércitos, se refugiaban flacas y tristes en la vecina sierra. En los pueblos no ocupados por la gente armada no se veían hombre alguno que no fuese anciano o inválido, y algunas mujeres andrajosas y amarillas, estampa viva de la miseria, rasguñaban la tierra con la azada, sembrando en la superficie con la esperanza de coger algunas legumbres. Los chicos, desnudos y enfermos, acudían al encuentro de la tropa, pidiendo de comer.

   La caza, por lo muy perseguida, era también escasísima, y hasta las abejas parecían suspender su maravillosa industria. Los zánganos asaltaban como ejército famélico las colmenas. Pueblos y villas, en otros tiempos de regular riqueza, estaban miserables, y las familias de labradores acomodados pedían limosna. En la iglesia, arruinada o volada o convertida en almacén, no se celebraba oficio, porque frecuentemente cura y sacristán se habían ido a la partida. Estaba suspensa la vida, trastornada la Naturaleza, olvidado Dios.

Juan Martín el Empecinado.

Benito Pérez Galdós

 

Detalles del Libro

  • ASIN ‏ : ‎ B0D6KJ4DVT
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 330 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8327882324
  • Peso del producto ‏ : ‎ 494 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 2.11 x 21.59 cm

 

 


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