lunes, junio 15, 2020

RESTITUTO CENDEJAS


RESTITUTO CENDEJAS
El Escenógrafo de Maranchón


   Cuando Restituto Cendejas Escudero –Resti para los amigos-, dejó Maranchón en los primeros años de la década de 1920 tenía claro que deseaba triunfar en algo que, al parecer, siempre le gustó, el mundo de la pintura, el de la escenografía teatral. En un tiempo en el que en los teatros tan importante resultaban la decoración como los buenos guiones.

   En la actualidad las nuevas técnicas audiovisuales han dejado a un lado los grandes decorados sobre los escenarios, pero por aquellos años al lado de los autores de éxito figuraban los pintores y escenógrafos de fama, desde Picasso a Dalí, para que ambientasen las escenas que los actores representarían.



   En ese mundo entró, con apenas veinte años de edad, Restituto Cendejas Escudero, quien marchó a Madrid desde su Maranchón de nacimiento para ganarse la vida en el taller mecánico de un paisano, de donde pasó a ser dependiente en una librería y de esta a aprender el oficio de la pintura en la Escuela de Bellas Artes, y en el taller de un escenógrafo de éxito en aquellos años, el valenciano Manuel Martínez Mollá, de cuyo taller pasó al del catalán Manuel Fontanals, uno de los directores de escena más representativos de las décadas de 1920 y 1930. Con Manuel Fontanals recorrió los teatros de Madrid hasta que llegó la Guerra Civil que paralizó una parte de la vida artística de España, la de Resti Cendejas –que se afilió a los partidos de izquierda- también; una actividad que volvería a recobrar en la década de 1940, con proyectos teatrales para los grandes escenarios de Zaragoza, Barcelona o Valencia. En Zaragoza se estrenó por su propia cuenta firmando el decorado de la obra “La Mala Uva”, de Pedro Muñoz Seca; y en Barcelona llevó a cabo la escenografía de “Las Maravillosas”, de Antonio Paso Cano y Tomás Borrás.

   Al final de la década de 1940 ya volaba por sí sólo, fundando su propio estudio de artes escénicas, desde el que llevó a cabo numerosos montajes para el Teatro Español, entre los que figuraron obras como “Bodas de Sangre”, de Lorca; “Electra”, de Benito Pérez Galdós, o “Tierra Baja”, de Ángel Guimerá; e incluso se encargó de montar la exposición fotográfica de Tomás Camarillo y Francisco Layna en el Círculo de Bellas Artes en 1944 que sería el inicio del reconocimiento nacional al gran fotógrafo guadalajareño. Recibiendo la pública felicitación de las autoridades provinciales, al tiempo que el nacimiento de una amistad con los adalides de la cultura de Guadalajara que permanecería hasta su ocaso vital.

   No sólo para el Teatro Español trabajó, también lo hizo para el Teatro de la Zarzuela, el Pavón o el Reina Victoria y, en definitiva, para todos los de la capital del reino, e incluso recorrió una parte de Europa con sus montajes, triunfando en París o Londres; viajando hasta el Japón, donde en Tokio montó varios espectáculos en el Sankey Hall, llegando a residir en Los Ángeles para triunfar  igualmente en los EE.UU con espectáculos de honda raíz española, líricos y de zarzuela. Y recorrer medio mundo, desde Egipto, a Nueva Zelanda.

   No fue ajena su mano a la pintura, dejando su nombre junto a los maestros provinciales que triunfaron en las décadas de 1950 y siguientes, compartiendo titularidad pictórica con Fermín Santos, Rubén Torreira, Domingo Huetos o Regino Pradillo, entre otros muchos, en las exposiciones y certámenes provinciales que le llevaron a obtener no pocos premios con sus espectaculares bodegones y, ante todo, con sus numerosas obras pictóricas sobre Sigüenza, además de ser uno de los primeros copistas de obras de Goya y Velázquez. Tampoco el cine se quedó fuera de su mirada, colaborando en algunas famosas producciones de aquellas décadas junto a Sigfrido Burmann, dejando el sello de su autoría en cintas como “El último Cuplé”, “Cañas y Barro” o “Los amantes del desierto”.

   Colaboró intensa y desinteresadamente con el Grupo de Teatro Antorcha, de Guadalajara, desde su lejana fundación en la década de 1950 hasta que la edad lo retiró del trabajo diario. Para Antorcha realizó numerosos y exitosos decorados, como el que sirvió de telón de fondo para “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller; también lo hizo para “La mordaza” de Alfonso Sastre; “La camisa”, de Lauro Olmo; “Los años de Bachillerato”, de Andrés Lacour; “La estrella de Sevilla”, de Lope de Vega”; “Fuenteovejuna”, de Calderón, y tantos y tantos más.

   Claro está que, como de bien nacidos es ser agradecidos, El Grupo Antorcha reconoció la labor de Restituto Cendejas. Fue de las pocas entidades que dedicaron un espacio de tiempo a agradecer la labor de un hombre que llevó el nombre de Maranchón, y el de Guadalajara, por medio mundo.


   El  homenaje de Antorcha tuvo lugar en los primeros días de septiembre de 1962, con motivo de la puesta en escena de la obra “Fuenteovejuna”, ofreciéndosele una comida de homenaje en el Hotel España, de Guadalajara; haciéndole entrega de su medalla de oro y al cabo de la tarde en el patio de las Adoratrices, donde tendría lugar la representación, del pergamino correspondiente, tras las palabras de presentación de quien fuese uno de sus más celebrados amigos, el poeta José Antonio Ochaíta. Tampoco faltó en su cuadro de amistades otro de los grandes autores españoles, y de Guadalajara, Antonio Buero Vallejo quien, como buen autor teatral, admiró y elogió sus escenografías como parte del éxito de la obra teatral. Escenografías que, como el propio Cendejas confesaría, se contabilizarían por cientos para la gran mayoría de autores y teatros españoles de las décadas de 1950, 60 o 70, hasta que la edad le hizo apartarse del mundo de la escena para retornar a sus orígenes, a Maranchón.

   Maranchón, un pueblo que siempre llevó en el corazón a través de los cinco continentes, y al que volvió siempre que pudo, también para descansar a la eternidad. Un pueblo que lo supo reconocer y admirar como lo que era, un hombre de gran cultura y mano dispuesta a la colaboración que, por supuesto, su pueblo supo agradecer.

   Contaban de él que entraba en el escenario sin hacer ruido y se marchaba con discreción. Como discreta fue su vida, a pesar de haberse movida en un escenario casi público, y discreta lo es su memoria, que siempre merece el recuerdo y, por supuesto, figurar entre los grandes guadalajareños que hicieron patria de la provincia, y de su pueblo natal, allá donde hicieron un alto.

Restituto Cendejas Escudero, escenógrafo teatral y pintor, nació en Maranchón (Guadalajara, en 1906; falleció en Nerja (Málaga), el 9 de abril de 1997; recibió sepultura al día siguiente en el cementerio de Maranchón.

En: Henaresaldía.com
Junio 2020

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