viernes, marzo 12, 2021

ANTONIO ARAGONÉS SUBERO

 

 MEMORIA DE ANTONIO ARAGONÉS SUBERO.
Maestro del folclore y la gastronomía

    Diez años se acaban de cumplir, desde que nos dejó uno de esos hombres que hacen historia a través de su obra, de sus estudios o de la dedicación al arte de contar o recopilar viejas tradiciones. Que, en parte, y por devoción, a ello se dedicó a lo largo de media vida don Antonio Aragonés Subero. Desde que descubrió que Guadalajara era un hermoso país con muchas cosas por contar.

  Auguraba entonces don Antonio Aragonés que muchas de las tradiciones etnográficas o folclóricas que retrataba en sus obras no tardarían en pasar al olvido, y en cierto modo así ocurrió con no pocas de las danzas de las que nos dejó memoria; de los cantos de boda, cuaresma, fiesta o arada. De los cantos de mayas y mayos, de trilla o de siega. Pues eran tiempos, cuando hizo su recopilación y dio a la luz su obra, en los que nuestros pueblos comenzaban a quedarse silenciosos.


 

   Cierto también que muchas de aquellas tradiciones que quedaron en el olvido en aquella desdichada década de los setenta regresaron con fuerza en la de los noventa. Ante todo en aquello que hacía a bailes, danzas o festejos procesionales.

   Se perdieron los cantos de arada, por falta de labradores; por la falta de trilladores, los de trilla. El campo también se daba, como las tortillas de patatas, la vuelta.

 

JUAN BRAVO. EL HÉROE DE NUESTRAS TIERRAS. (Pulsando aquí)

 

Estudiosos de aquellos tiempos

   Antonio Aragonés Subero, que nació en Yélamos de Abajo, el 20 de diciembre de 1921, y en Yélamos comenzó los estudios; que continuó en Guadalajara, donde se hizo maestro, aunque nunca ejerciese la docencia tal y como hoy la conocemos, compartió tiempo de estudios folclóricos, etnológicos o etnográficos con algunos de los grandes nombres que ha dado la provincia.

   Cuando Aragonés Subero comenzó a recorrer los caminos de la Alcarria primero, de la Campiña y el Señorío luego y de la Sierra después, andaban a lo mismo, unos a la caza de botargas y otros de costumbres y tradiciones, tres de los indagadores que nos legó la Guadalajara del siglo XX, Sinforiano García Sanz por un lado; junto con José Sanz y Díaz y el Doctor Castillo de Lucas, por el otro, como representantes de una generación. Claro está que los cuatro, uniendo al anterior trío a Aragonés Subero, parecían haber heredado, sino el oficio al menos la afición, de otro de los grandes folcloristas que, aún no siendo natural de la provincia, por ella se movió a capricho, don Gabriel María Vergara.

   Curiosamente, aquellos tres hombres, Sinforiano García Sanz, José Sanz y Díaz y Castillo de Lucas, compartieron amistad y esfuerzo con Aragonés Subero.

   Eran tiempos en los que el folclore se miraba de reojo; como que no tenían buena fama las danzas, o las botargas, que parecían cosas de demonios; o algunos cánticos que subían los colores a algunos escuchantes. Comenzó a ser algo más considerado cuando, con la despoblación y la mecanización del campo se comenzaba a perder.

   Aquellos hombres, y Aragonés Subero, se encargaron de ir recopilando cuanto pudieron. Que no fue poco. El inmenso patrimonio etnográfico de Guadalajara es hoy lo que es gracias en parte a ellos; a quienes continuaron su labor y, por supuesto, a aquellas gentes que por los cuatro rincones guadalajareños conservaron la memoria.

 

EL CID,EN GUADALAJARA. TODA UNA HISTORIA (Pulsando aquí)

 

Danzas, rondas y música popular

   Fue, don Antonio Aragonés Subero, autor de dos obras que se han convertido con el pasar del tiempo en fundamentales para conocer una gran parte del folclore y de la gastronomía de la provincia. Ambos vieron la luz casi a un mismo tiempo, en el año 1973 editados por el Patronato de Cultura Marqués de Santillana, de la Diputación Provincial de Guadalajara, que los ponía a disposición de lectores e investigadores, respondiendo al compromiso impuesto en las bases de la convocatoria del premio de ensayo literario con motivo de la celebración del IX Día la Provincia, en 1972. El premio obtenido era entonces al equivalente actual a los premios de la Diputación provincial, convirtiéndose en las primeras ediciones que sacó a la luz la Institución de Cultura.

   El prólogo del libro corrió a cargo de otro de aquellos hombres que pasaron dejando huella, don Paco Cortijo Ayuso que fue y sigue siendo nombre de referencia por la parte pastranera de la Alcarria.

   La delicia del libro está en que por sus páginas bailotean los danzantes de Utande; Majaelrayo, Valdenuño, los Condemios o Galve, como si el tiempo no hubiese pasado. Y arde el judas al paso de las procesiones de domingo de Pascua por Palazuelos, Peralejos o Sacecorbo, como si el gentío llenase sus plazas; y plantan los mozos el mayo y cantan a las mayas, por Alocén, Berninches o las Cendejas, como si Guadalajara entera celebrase el abril cumplido.

  

EL CASTILLO DE JADRAQUE. LA HISTORIA DE UNA VOLUNTAD (El libro, aquí)

Comamos hermanos, que empezó el abad

   La “Gastronomía de Guadalajara” es la segunda de las obras que don Antonio nos legó. En esta ocasión el prólogo se lo escribió don Camilo José Cela, y la portada se la pintó otro de los alcarreños que dejaron su corazón por el sentimiento de estos pagos, el pintor Rafael Pedros Lancha. Don Camilo escribió el prólogo en el mes de mayo, y coincidiendo que por el de julio anduvo por Guadalajara, don Antonio lo invitó a merendar en su bodega de Yélamos, que se convirtió en una especie de ateneo para los hombres sabios de Guadalajara.

  Fue el 28 de julio de 1973; la reunión tenía como objeto principal leer las galeradas de “La Gastronomía de Guadalajara, que don Antonio había concluido.

   La merienda se celebró, claro está, en la bodega de la casa. Consistió en tocino magro, queso curado, migas de la Alcarria, chuletas a la brasa, chorizo sudao, pestiños y crispines de Budia, té de roca y aguardiente de Morillejo. En la despedida, Aragonés Subero regaló a don Camilo un garrote, unas alforjas y un pan, por si quería volver a echarse al camino de la Alcarria.

  Al día de hoy, cuando la cocina ha evolucionado de tal manera que los platos se han convertido, o lo pretenden, en obras de arte, es admirable un libro como el que nos legó Aragonés Subero, en el que el pan huele a recién hecho en horno de leña; las monillas de Malacuera huelen a fiesta; la leche se engolosa en Las Inviernas y el cabrito a la pastora sabe a tomillo de Taragudo.

 

MARÍA PACHECO. LA COMUNERA DE TOLEDO. Un libro, y una historia

Don Antonio

   Ambos libros dieron a Aragonés Subero, en el folclor provincial, el honroso título de Don Antonio. Escribió en algún que otro periódico provincial sobre cosas de la tierra. Y fue llamado a ser consejero en el Instituto Provincial de Cultura Marqués de Santillana; e igualmente tomó parte del consejo de redacción de aquella revista, “Cuadernos de Etnología de Guadalajara”, que por la mitad de la década de 1980 comenzó a dejar, desde la primera institución de la provincia, reseña escrita de las tradiciones, las fiestas y las mil curiosidades de una Guadalajara con tantas cosas que contar. Cuando en aquel consejo, junto a Alonso Ramos, debatían, además de Aragonés Subero y López de los Mozos, Javier Borobia y Teresa Butrón. La muerte de don Antonio, y alguna otra circunstancia afecta a la salud de los integrantes, motivó la renovación del Concejo de Redacción, y que quien esto escribe fuese llamado a ocupar uno de aquellos puestos que quedaron libres, quizá, el de don Antonio Aragonés Subero, a quien se escuchaba hablar como al maestro que se dirige a sus discípulos. Con pausada monotonía y ciencia exacta.

   Don Antonio falleció el 9 de marzo de aquel dichoso año de 2011. Al día siguiente se quedó a reposar para siempre en su Yélamos, ese pueblo que tiene sentir y aroma alcarreño. En el camino nos dejó su obra, que es lo mejor que puede quedar de quien se marcha; la obra, y el recuerdo, que huele y sabe a miel de la Alcarria y migas con tropezones mientras se escucha de fondo el sonido del tambor y palitroquean con su ritmo machacón los danzantes de Condemios de Arriba dando pie a sus “Tronchos”, y una voz parece alzarse por los barbechos serranos:


Labradores, labradores;
echar los surcos derechos,
que también las buenas mozas,
se fijan en los barbechos…



Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 12 de marzo de 2021

 


 EL VALLE DE LA SAL. UNA NOVELA QUE MUESTRA UNA TIERRA (El libro, aqu

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