viernes, marzo 22, 2019

CANTALOJAS: NOTICIA DE PEDRO GORDO. Fue nombrado Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia por las Cortes de Cádiz

CANTALOJAS: NOTICIA DE PEDRO GORDO
Fue nombrado Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia por las Cortes de Cádiz


   Fue Cantalojas tierra de fronteras, de ahí el título del último libro que busca los renglones perdidos del pueblo, y de sus hijos ilustres más allá de aquel obispo que a la sombra de su tío heredó la mitra de Tortosa mediado el siglo XIX. Tierra de fronteras porque, según los tiempos han ido marcando su ritmo, ha pertenecido a las provincias de Segovia,  Burgos y finalmente Guadalajara. A Segovia cuando, tras la Reconquista de la tierra en el muy lejano siglo XII se incorporó al Común de Villa y Tierra de Ayllón y Ayllón a la de Segovia. De Burgos cuando en los inicios del siglo XIX se trató de poner orden al desorden provincial y fue incorporada al partido judicial de Aranda de Duero. A Guadalajara, después de que las anteriores líneas se borrasen, en 1833. Desde entonces es el último pueblo de Guadalajara, por el lado de sus sierras; y fue el último de la de Burgos; o de la de Segovia. La frontera, más allá de la marcada por los ríos, de las dos Castillas.



   Siempre perteneció al obispado de Sigüenza. Y contribuyó, como todos los pueblos de su obispado, al levantamiento de su catedral. La que por ahora está de fiesta por la cifra redonda de su cumpleaños y en la que, cosas del destino, descansa a la eternidad eterna de los siglos una mujer, a la que nuestro amigo Fernando Sotodosos Ramos ha dado el título de “Juana la Hidalga”. Una de las pocas mujeres enterradas en la catedral, si es que hay alguna más; doña Juana Antonia María Magdalena de Pacis Sáez Sánchez; cuya tumba se encuentra en el trascoro de la nave central, frente al altar de la Virgen de la Mayor, sin que se encuentre explicación a semejante enterramiento, que fue llevado a cabo a su muerte, el 4 de abril de 1829. Una explicación que vaya más de allá de ser la hermana del obispo de Tortosa don Víctor Damián Sáez Sánchez; o de don Tiburcio y don Antonio, curas párrocos de Cantalojas y Carabias antes de ocupar cargos en la catedral; y madre de don Damián Canuto, también obispo de Tortosa; y madre de don Ambrosio, don Víctor, don José, doña Andrea o doña Juana Francisca; magistrados, diputados y senadores los hijos; y entroncadas con la nobleza, las hijas; nacidos todos ellos en Cantalojas en los años últimos del siglo XVIII y los primeros del XIX. Doña Juana también fue cuñada de don Pedro Gordo Sierra, párroco de Santibáñez de Ayllón, Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia. Y abuela de don José Antonio de Oriol, marqués de Casa Oriol; a la larga, abuela, en tercera o cuarta o quinta línea de uno de los linajes más singulares de la industria española, Oriol y Urquijo, que ha eclipsado al original de la casa matriz, el Gordo Sáez.







   Doña Juana María Magdalena era nacida en Budia, lo mismo que su hermano don Damián, obispo de Tortosa y Secretario de Estado del rey Fernando VII, y hermana del cura de Cantalojas, don Tiburcio, con el que llegó al pueblo para casarse al poco de su llegada con don Juan Gordo Sierra, de los Gordo serranos de toda la vida. Ovejeros en Galve, los Condemios, Campisábalos, Villacadima y su entorno. Don Juan Gordo Sierra, hermano de don Pedro Gordo Sierra, el cura de Santibáñez de Ayllón y primo de don Francisco García Saínz, cura de Villacadima; y hermano de don Antonio Gordo Sierra, ovejero también.

   Fueron sin duda los curas los que por estos apartados pueblos movilizaron a las gentes cuando los franceses entraron en España con intención de quedarse, por aquellos primeros años del siglo XIX, los de la invasión francesa y Guerra de la Independencia. El de Villacadima alertó a sus feligreses, lo mismo que el de Cantalojas, y nuestro don Pedro Gordo, dejando el ministerio sacerdotal de Santibáñez de Ayllón corrió a presentarse al marqués de Barriolucio, en Salas de los Infantes, para formar parte, si ello era preciso, de la Junta Suprema de Defensa de Burgos, para organizar la resistencia. Su mano fue bien llegada, como la de su primo, el cura de Villacadima, también entonces en la provincia de Burgos. La Junta de Burgos, perseguida por los franceses, lo mismo que la de Guadalajara, anduvo de un lugar a otro hasta encontrar refugio casi seguro en los montes que median entre Villacadima, Cantalojas y Grado de Pico. Una seguridad que se fue achicando con el pasar de los meses y las delaciones de los afrancesados, lo que hizo que nuestros hombres cambiasen permanentemente de escondite para evitar su arresto y más que probable ejecución.

Un monolito recuerda en Soria la ejecución de los junteros


   Por la parte de Soria rayana con Guadalajara las tropas del general Hugo castigaron a los pueblos de lo lindo; por la parte de Burgos, rayana con Guadalajara, lo hizo el general Wandermausein, quien no daba descanso a sus tropas en el ánimo de tomar por sorpresa a quienes consideraban rebeldes. Por ello tuvo a sus hombres, la Nochebuena de 1811, cabalgando durante toda la noche para llegar desde Burgos a Cantalojas en la madrugada del 25, en la esperanza de pillar dormidos a los junteros y llevarlos ahítos de cadenas al cadalso. Cuando los cantalojeños despertaron al día de Navidad se encontraron con el pueblo rodeado por unos cuantos miles de hombres armados que, casa por casa, se dedicaron al saqueo, al robo, y a terminar con la resistencia a tiro de trabuco. Y como no aparecieron los hombres que buscaban, por si se encontraban escondidos como sospechaban, prendieron fuego al pueblo de extremo a extremo, de la primera a la última casa; desde la del alcalde mayor, que lo era don Antonio Gordo Sierra, a la iglesia.

   Tal fue la devastación que en el pueblo llevaron a cabo que  antes de la guerra contaba Cantalojas con algo más de cuatrocientos habitantes y a su término apenas eran un centenar. Ardió el pósito, el ayuntamiento, los archivos… Las casas se fueron recuperando, y la iglesia no vería terminadas sus obras de restauración hasta cincuenta años después, cuando el párroco que lo logró, don Antonio Matías Ruiz de la Peña puso la piedra en la que se lee … se terminó está obra en 1866…


Sobre la Puerta de Santa María de Burgos cuelga el homenaje a los héroes de la Patria

   Los miembros de la Junta de Burgos, con don Pedro Gordo Sierra a la cabeza, entonces vocal secretario, habían salido de Cantalojas antes de la llegada de las tropas, adentrándose en las frondosidades de Villacadima. Sus hermanos fueron los más castigados por los franceses, que los dejaron poco menos que en la miseria. El mal tiempo, el invierno duro y la nieve hizo que los franceses, en lugar de continuar batiendo los montes en persecución de los patriotas, retrocediesen a la seguridad de Burgos; y nuestros hombres a continuar con lo suyo.

   Hasta que llegó el mes de marzo de 1812; el tiempo mejoró y los gabachos recibieron un  nuevo soplo dando cuenta de que los junteros se encontraban al amparo del recién nombrado Vicepresidente de la Junta, nuestro buen don Pedro Gordo Sierra, en los montes de Grado. Y hasta allá de nuevo tuvo en danza a sus hombres nuestro general Wandermausein para que cuando despertasen las buenas gentes de Grado de Pico se encontrasen con el pueblo rodeado por 4.000 infantes de caballería dispuestos a no dejar títere con cabeza. Era el 21 de marzo. Como ya hiciesen en Cantalojas, registraron casa a casa; en el fragor de la batalla escaparon algunos valientes junteros; otros cayeron en manos de los franceses; el pueblo fue incendiado y demolido, en castigo por colaborar con la resistencia. Los archivos, la arcas, la imprenta… todo cayó en poder del invasor.

   La satisfacción francesa se colmó con el apresamiento de don Pedro Gordo Sierra, vicepresidente de la Junta, a quien cargado de cadenas y subido a un carro llevaron a Ayllón junto a los miembros de la Junta que pudieron apresar, los vocales José Ortiz de Covarrubias; Eulogio José Muro y José Gregorio Navas. En Ayllón el mayor castigo lo recibió don Pedro Gordo, quien fue azotado hasta la extenuación. De Ayllón a Aranda y de Aranda a Soria, donde tuvieron juicio sumarísimo y condena. Fueron ejecutados en las eras de Santa Bárbara, y después ahorcados en el lugar. Los sucesos que vinieron después son parte de otra historia, de valentía de los sorianos y vileza del invasor. También de ira descontrolada de Gerónimo Merino.

Cantalojas, la Patria de Pedro Gordo


   Tal el caso que, conocido que fue por los diputados reunidos en Cádiz, donde acababa de ser aprobada la Constitución, no dudaron las Cortes en nombrar a nuestros hombres “Beneméritos de la Patria”. Las ciudades de Castilla les dieron el título de “Mártires de la Independencia”. También las Cortes de Cádiz decretaron una ayuda extraordinaria de 8.000 reales para indemnizar a los hermanos Gordo Sierra; dinero que emplearon en parte en reconstruir Cantalojas.

   Hoy, en el muro de la Puerta de Santa María de Burgos, en la Plaza de San Fernando, una placa recuerda que nuestro paisano de Cantalojas, Don Pedro Gordo, dio su vida por la defensa de España. Un monolito en el centro de Soria recuerda también lo sucedido en las eras de Santa Bárbara. Sus restos descansan a la eternidad del tiempo de los héroes en el panteón de los Sotomayor de la Colegiata de Soria.

   Cantalojas, tierra de frontera. Un pueblo con libro que habla de gentes con buen corazón y que recuerda a un hombre del tiempo en el que los hombres eran héroes y entraban en la historia. Bueno es que también Cantalojas, como Burgos, o Soria, o las ciudades de Castilla, honre a su héroe.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria.
Guadalajara, 22 de marzo de 2019





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