ANTONIO PEREZ. El villano de la historia
Antonio Pérez del Hierro, a
pesar de discutirse el origen de su nacimiento, es tenido como natural de
Valdeconcha, a pesar de que sus orígenes sean aragoneses, de Monreal de Ariza,
de donde procedía la familia del padre. Por aquí nació, y por estas tierras
pasó su infancia.
Claro está que más que como “Antonio Pérez del Hierro” ha pasado a la
historia, simplemente, como Antonio Pérez. El todopoderoso Antonio Pérez.
Secretario de Cámara y del Consejo de Felipe II. Aquel que, en unión de nuestra
doña Ana de Mendoza, princesa de Éboli, ha pasado a la historia por el lance de
espadas que, en la oscuridad de los estrechos callejones del misterioso Madrid,
arroparon la muerte de otro personaje tenido como no menos intrigante de
aquella corte, don Juan de Escobedo, secretario a su vez de don Juan de
Austria, hermanastro del rey y a quien don Felipe lo miraba, más que como a
hermano, como a enemigo. O eso es lo que nuestra doña Ana y don Antonio le
hicieron creer.
Fue
hijo ilegítimo, y cuentan también que sacrílego, del sacerdote Gonzalo Pérez,
secretario en su tiempo del rey Carlos I de España y V de Alemania, uno de los
hombres más ilustrados de su tiempo. Su nacimiento fue legitimado por el rey en
1542. Hay autores que ponen en entredicho esta afirmación, es el caso de
Gregorio Marañón quien lo considera hijo natural de Ruy Gómez de Silva,
príncipe de Éboli, por quien estuvo protegido; como también gozó del amparo de
nuestros poderosos Mendoza. Es lo que sucede con los personajes míticos, o
históricos, de los que tanto se inventa y dice. Que al final todo es confuso.
Fue educado en las más
prestigiosas Universidades de la época, pues pasó por las de Alcalá, Salamanca,
Lovaina, Venecia y Padua, como correspondía a un personaje de alta cuna, que
aspiraba a cargos de alta responsabilidad.
Su padre lo inició en los
asuntos de Estado a la cercanía del rey emperador, y luego del príncipe
heredero, y en 1553 ya era secretario de quien no tardarían en ser coronado
como Felipe II, rey que fuese de España, de Portugal, de Inglaterra…, además de
serlo de todos los reinos peninsulares, y de los de más allá de la mar Océana.
Heredó de su padre, a la
muerte de don Gonzalo en 1566, el cargo de Secretario de Estado y a partir de
aquí su ascenso fue meteórico, llegando su mano a muchos de los más enrevesados
rincones de la corona.
Se cuenta que durante sus
primeros diez años como Secretario, cargo que ostentó hasta 1578, ejerció
una gran influencia sobre Felipe II, el rey prudente, el cual seguiría sus
consejos reconociendo su indudable agilidad mental e inteligencia, de la que se
sirvió nuestro personaje para conseguir más poder, influencia y riqueza;
teniéndose como uno de los personajes más corruptos del reino por parte de
algunos historiadores.
Su nombre se ha unido al de la
princesa de Éboli a partir de 1573, asociación que le sirvió para enriquecerse
un poco más y acceder a personajes de la aristocracia que pasaron a su bando,
dividido entonces entre los llamados “ebolistas”
encabezados por el príncipe de Éboli, y los conservadores del III duque de
Alba; el no menos todopoderoso don
Fernando Álvarez de Toledo, el Gran
Duque.
La muerte de Juan de Escobedo
en 1578 precipitó su caída, siendo detenido como participante, sino inductor de
la misma, al parecer ordenada por el propio rey Felipe II.
Antonio Pérez fue detenido en la
noche del 28 de julio de 1579, al igual que la princesa de Éboli, Ana de
Mendoza, la cual fue llevada a la torre de Pinto, antes de terminar sus días
encerrada en el palacio de Pastrana.
Antonio Pérez fue puesto en
libertad poco después, ordenándose una nueva detención en 1585 acusado de
tráfico de secretos de estado y corrupción reconociendo, al parecer bajo
tortura, en 1590, su participación en la muerte de Escobedo.
Escapó
de la prisión ese mismo año, con la ayuda de su esposa, Juana Coello,
acogiéndose a la jurisdicción y leyes aragonesas, creando un grave problema a
la corona castellana así como al propio rey, quien intentó detenerlo en
numerosas ocasiones. Solicitando la detención en aquel reino y lo que hoy conoceríamos como
“extradición” al de Castilla. Las leyes de Aragón lo protegían. Creando uno de
los grandes conflictos entre ambos reinos. Hasta el punto de que don Felipe
envío a sus ejércitos, y el pueblo se
levantó en masa en defensa de uno de los suyos.
Finalmente, Antonio Pérez dejó
Aragón para refugiarse en Francia, siempre perseguido por el rey Felipe;
falleciendo en París en 1611, según se cree en la ruina, tras haber sido
desposeído de sus bienes. No sin antes haber sido condenado en ausencia, a las
máximas penas que contemplaban las leyes de Castilla y, por supuesto, a ser
desposeído de sus bienes terrenales.
Dejó a su muerte numerosos
escritos en los que dio cuenta de su vida, obra y milagros, puestos en folio y
libro bajo el pseudónimo de Rafael
Peregrino. En ellos, en sus papeles, no lo cuenta, pero a sus espaldas se
cargaron unos cuantos muertos más. Su
vida, y obras, han sido menos noveladas que las de nuestra princesa del parche
en el ojo. Ambos, no cabe duda, son los villanos de muchas de nuestras
historias. Con él, cuentan, nació la historia
negra española.
Entre sus escritos se cuentan sus “Relaciones”,
que es lo que hoy conoceríamos como “memorias”
de un hombre de acción. Unas memorias, o relaciones, que comienza a la moda de
su tiempo, justificando las líneas de su vida: Porque he entendido que la pasión anda tan cebada contra mí, que aún la
sombra me persigue…
Y,
a pesar de todo ello, la sombra de su vida lo sigue persiguiendo.
Antonio Pérez del Hierro nació en
Valdeconcha (Guadalajara), en 1540; murió en París (Francia), el 7 de abril de
1611.
Tomás Gismera Velasco
Gentes de Guadalajara
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