sábado, mayo 04, 2024

TOMÁS CAMARILLO HIERRO

 

TOMÁS CAMARILLO, EL HOMBRE QUE NOS RETRATÓ

Fue, sin duda, uno de los fotógrafos más conocido en la provincia de Guadalajara

 

   Con anterioridad a hacerse un hueco en el mundo de la fotografía, incluso del cine de reportaje, cuando este era apenas un experimentó, don Tomás Camarillo ejerció de casi todo: de chico de los recados, dependiente de comercio, escribiente, afinador de pianos… Con todas aquellas, y muchas otras experiencias, dejó para la posteridad una obra sentimental, llena de curiosidades y anécdotas, digna de darle un repaso en nuestros días. La puso por título: “Memorias de mi vida”; la dio a la imprenta en la década de 1940, cuando a don Tomás la vida le sonreía por todos los costados y los reconocimientos públicos le comenzaban a llegar por todos los costados también. No fue su único trabajo literario; también dejó para la posteridad algunos libritos en los que contó sus experiencias viajeras al través de la provincia, como él los tituló: “Cosas de mi tierra”; “Miradero Municipal”; “Homenaje íntimo”, “Viajes por la provincia de Guadalajara”; “Por otras tierras”, y, ante todo, el álbum fotográfico que, con letra de Francisco Layna Serrano, recogió en imágenes “La Provincia de Guadalajara”, entera y verdadera, en visión histórica de 1947.

   Son quizá, las “Memorias de mi vida”, reeditado por la Casa de Guadalajara en Madrid en el año 2000, y “La Provincia de Guadalajara”, dos obras cumbres, para conocer al hombre, y para buscar el porqué, o seguir la transformación de una provincia, a través de su ayer.

Tomás Camarillo, el hombre que nos retrató
 

 

Pioneros de la fotografía

   En la actualidad, al día de hoy, cualquiera, con un teléfono en la mano, tiene la posibilidad de ejercer de fotógrafo. Hace cosa de cien años, y hasta mucho menos, la fotografía era un arte, desde que se buscaba el horizonte u objetivo preciso hasta que, en el cuarto oscuro, se positivaba la imagen. Aquello, lo de positivar la imagen, resultaba toda una experiencia aventurera; ante todo, porque no se sabía, hasta que iba apareciendo sobre el papel, metido en su baño, qué saldría de aquello. En la actualidad nada de eso se precisa, la fotografía digital lo ha transformado todo, y ampliadoras, y otros artilugios de fotógrafo manual, han quedado para las colecciones museísticas.

   Fueron los utensilios necesarios para viejos fotógrafos, como don Tomás Camarillo, quien siguió los pasos, o los compartió, con otros fotógrafos de la Guadalajara de su tiempo; con el Layna Serrano, el historiador casi desconocido como genio de la fotografía; Ortiz de Echagüe, Francisco Goñi, Serrano Batanero, Jacinto Abós; Marí y tantos “pioneros” de la fotografía provincial que, a su tiempo, cuando el siglo XIX daba sus últimas bocanadas y descubría sus cortinones el teatro del XX, con sus equipos buscaban el mejor enfoque para plasmar, como si de un paisaje en lienzo de Joaquín Sorolla o Casto Plasencia se tratase, el mejor horizonte con la mejor luz, para una escena cualquiera, retrato o bodegón. Después, por nuestras calles se multiplicaron los “fotógrafos al minuto”, los clásicos “minuteros”; aquellos que parecían meter la cabeza en una caja, para sacar entre sus manos la imagen del positivado que, a través del tiempo, nos recordaría la presencia viajera ante un monumento excepcional.

 

Los viajes de don Tomás

   Antes de darse a conocer en el mundo de la fotografía, o al propio tiempo, don Tomás Camarillo puso tienda en Guadalajara, en la calle Mayor, después de dedicarse a lo de afinar pianos, o atender un pequeño kiosko móvil, de venta de chucherías y otros menesteres por las calles de Guadalajara. De lo de afinar pianos llegó la idea de poner tienda de aparatos musicales, “El Almacén de Música”, de la Calle Mayor número 9, que fue conocido en toda la provincia de Guadalajara, porque aquí se vendían todos aquellos artefactos que la generaban, primero los utensilios, después los gramófonos y, a la par, aquellos inmensos aparatos de radio que terminarían siendo un mueble indispensable en la sala de estar de cualquier casa de bien, antes de que llegase la caja televisiva.

   Bueno, a don Tomás el negocio le comenzó a funcionar tan bien que, como cualquier comerciante de éxito en los primeros años de la década de 1920, adquirió su propio automóvil con el que hacer kilómetros por las carreteras de la provincia: un Ford-T, que, por cuatro mil pesetas de las de 1923, le dieron el derecho a tener el mundo a golpe de volante. Su Ford-T se hizo tan popular como sus paisajes, puesto que, en muchos de ellos, apareció de fondo.

   Con el Ford-T, al que acopló un gramófono y una batería que le permitía hacer funcionar un aparato de radio, comenzó a recorrer nuestros pueblos dando a conocer el invento. Situaba el vehículo en la plaza Mayor o lugar público más conocido y, a partir de aquí, la expectación. En apenas unos minutos el sonido de la música, o las palabras que parecían escapar de una lata y con voz metálica se perdían en el horizonte, llenaban los domingos de los pueblos. Porque los viajes los realizaba, habitualmente, en domingo, porque era a la salida de misa cuando las gentes tenían tiempo de escuchar, mirar, oír o curiosear.

   De ello surgió, como nueva idea, la fotografía. Y don Tomás Camarillo se hizo fotógrafo y, mientras las gentes, vestidas de domingo, a la salida de misa, se arremolinaban en torno al Ford-T para escuchar lo que salía de la caja de la radio, don Tomás retrataba, de domingo, nuestros paisajes, iglesias y gentes. A los chiquillos en sus juegos; a los hombres con gorra de domingo tratando de discernir las cosas del campo y las mujeres con toca y manto y faldón, dominguero.

   También retrató escenas que parecen arrancadas a la noche de los tiempos, entre las que no faltaron esa en la que todo un pueblo, el de Razbona, acudió al rescate de los accidentados que el 27 de noviembre de 1932, a bordo del vehículo conducido por el pintor Carlos Santiesteban, cayeron a un barranco y cuyo rescate, y resultados del accidente, conmocionó a la capital.

 

Camarillo, eterno

   La obra fotográfica de don Tomás se plasmó en miles de instantáneas fotográficas a las que supo sacar partido, puesto que muchas de ellas se transformaron en postales que, a través del correo, recorrieron los cuatro puntos cardinales de España y parte del mundo, y que, en difícil elección, unas cuantas decenas se eligieron para representar a Guadalajara en la gran exposición a que puso por título “Alma y Paisaje de Guadalajara” que, a lo largo del mes de mayo de 1944 hicieron el viaje desde la capital de esta vieja ciudad castellana, a Madrid. Ochenta años se cumplen por ahora de aquella efeméride que dio a conocer, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, nuestra provincia al mundo. La inauguración tuvo lugar el 2 de junio y, a lo largo del mes, los paisajes, gentes y escenas que don Tomás nos retrató, asombraron al público.

   Después las obras regresaron a Guadalajara, a su propia exposición y, desde el 3 de abril de 1954, setenta años acaban de cumplirse, en que don Tomás nos dejó para siempre, pertenecen, sin duda, al patrimonio histórico de una provincia que siempre le ha de estar agradecida.

   Fue Tomás Camarillo el hombre que nos legó monumentos y obras de arte desaparecidas, por la acción del tiempo y de los hombres; el que nos dejó el reflejo de cómo eran nuestros pueblos hace cien años; de cómo vestían, y sonreían y se divertían nuestras gentes en aquel lejano tiempo; de cómo éramos, de cómo nos transformamos.

   Fue, sin duda, Tomás Camarillo Hierro, el hombre que nos retrató Guadalajara; que dio a conocer, hace ochenta años, al mundo, la provincia; y que hace setenta, pasó a ser historia; de ahí esta memoria y, con ella, el recuerdo agradecido.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 3 de mayo de 2024

 

 



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