SERGIO CABALLERO, EL QUÍMICO OLVIDADO
Fue Químico, Farmacéutico, Maestro, Historiador. Una gran figura, en la Guadalajara del siglo XX
En la Calle Mayor Alta, frente a San Ginés, en el centro de Guadalajara se encontraba, en el primer tercio del siglo XX, una de las farmacias más populares y visitadas de la capital, la de don Sergio Caballero Villaldea, uno de los químicos-farmacéuticos más prestigiosos, no sólo de la capital, también de una gran parte de España; la que seguía los avances de los pequeños laboratorios que, como el de Caballero, añadían remedios con los que combatir, a más de las enfermedades habituales, algunas otras desconocidas.
Un maestro para Guadalajara
Caballero Villaldea nació para la farmacia, a pesar de que sus primeros estudios fueron en materia algo distinta, pues se preparó para la docencia, se hizo maestro y como tal llegó a la Guadalajara que se abría al mundo del siglo de los cambios. Su padre, Mariano Caballero, natural de Renera, fue farmacéutico, además de su maestro en el arte de la química. Don Manuel se estableció en Pezuela de las Torres en 1875; contrajo matrimonio con la alcalaína Balbina Villaldea y de ellos nació nuestro hombre, en Pezuela, el 24 de febrero de 1894.
Pezuela de las Torres, Madrid, o Alcalá de Henares fueron sus primeros centros de enseñanza; junto con la farmacia del padre, y la Escuela Normal de Valencia donde obtuvo, en el mes de octubre de 1911 el título de maestro, con el que se inscribió al año siguiente en la Junta Provincial de Guadalajara; precisamente en el verano de 1912, con sus dieciocho años recién cumplidos y su título de maestro bajo el brazo, se estrenaba como uno de los más cultos columnistas de la prensa de Guadalajara, en el semanario “La Región Alcarreña”, con un escrito de ciencia pedagógica, dirigido a las madres, bajo el título de: “El miedo en la niñez”. También se daba a conocer como ágil poeta, en la línea de Gustavo Adolfo Bécquer, en otro semanario provincial, Flores y Abejas; periódico este, Flores y Abejas, que en 1913, bajo la dirección de Luis Cordavias, se propuso ampliar las secciones incorporando a Sergio Caballero como reactor literario.
Atraído por la mineralogía, no es de extrañar que su primer trabajo lo dedicase a hacer un estudio, y una llamada de atención, en busca de proteger rastros del pasado, los fósiles. Su artículo primero lo tituló: “Sobre un depósito fosilífero”, lo había descubierto, después de seguir algunas indicaciones, bajo los cerros del Sotillo.
Más tarde se encargó de analizar el agua de Guadalajara, que comenzaba a afectar a la salud; y a ocuparse, a través de sus escritos, de algo para lo que los vecinos de Guadalajara, como los del resto de España, no estaban muy preparados todavía, la Higiene como preventorio de enfermedades. Para entonces, aunque continuaba anunciándose como Maestro, ya tenía abierta su farmacia en la calle Mayor Alta, desde donde enseñaba, a quienes tuviesen el gusto de aprender, nociones pedagógicas, química, geología… Corrían para entonces los últimos meses de 1914 en los que, Caballero Villaldea, acababa de obtener el título de licenciado en Farmacia, con calificación superior.
Un hombre de acción
Uno de sus trabajos sobre pedagogía infantil obtendría el premio que convocó el semanario dirigido a los maestros, “La Orientación”, en 1915, pues a pesar de comenzar a dedicarse a la Farmacia no por ello dejó en el olvido su profesión de docente; introduciéndose a continuación en el estudio de la prehistoria provincial siguiendo a doctos maestros en este arte, don Ignacio Calvo y don Antonio Pareja Serrada. Con ellos compartió empeño en descubrir la arqueología de la provincia; al tiempo que era su obra química valorada fuera de las fronteras españolas, ya que la primavera de 1915 le trajo la sorpresa de recibir la Medalla de Oro de la Academia de Física de Palermo, el primer español en ingresar en ella. A la par que vieron la luz sus colaboraciones en torno a la prehistoria provincial en Flores y Abejas, lo hicieron sus trabajos pedagógicos en el Semanario de Instrucción Pública; integrándose en 1917, como vocal de su Junta Directiva, en la Sociedad Para el Estudio del Niño. Poco después Diputación provincial y Ayuntamiento, lo nombraban vocal de las juntas de Sanidad, local y provincial; y la Academia de Ingenieros Militares le daba el nombramiento de “Químico de la Academia”.
Tuvo tiempo en estos años de laboriosidad, de sacar unos días para contraer matrimonio con una joven de Ateca (Zaragoza), Caridad Blasco. El matrimonio se selló el 20 de diciembre de 1919 en la finca de los padres de la novia, industriales de aquella localidad. El noviazgo surgió en la Escuela Normal de Maestros de Guadalajara, donde Caridad se encontraba. No resultó todo lo venturoso que se hubiera deseado, una angustiosa enfermedad se llevó a Caridad Blasco a la tumba en el mes de diciembre de 1922, cuando Sergio Caballero atendía el encargo del Ayuntamiento de Guadalajara, de llevar a cabo el análisis de las aguas de Torija a fin de que la ciudad, si resultaba factible, se abasteciese de aquellas, pues la carencia de agua potable se dejaba sentir en la capital de la Alcarria.
Literato de excepción
Sus libros en torno a la historia lo harían todavía más popular los años siguientes. Entre ellos el “Compendio de Boticarios del Siglo XVI”, o sus “Notas para la Historia de la Farmacia”; popularidad en la que no faltaría su trabajo como Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Guadalajara, cargo para el que fue elegido en 1924 y que dejaría cuatro años después.
De sus visitas a Torija surgiría, para la prensa nacional, su artículo: “El Castillo de Torija”, que ilustró con una de aquellas fotografías pioneras de las ruinas de la noble mansión de los Mendoza. Su obra se fue agrandando con el tiempo, apareciendo, semana tras semana, en cualquier periódico provincial, alguno de sus trabajos en torno a la química, la prehistoria o los hombres que hicieron grande la provincia a través de sus obras; contrayendo nuevo matrimonio, el 14 de octubre de 1926, con Isabel Chueca Martínez, quien como él compartió estudios de magisterio, y maestra fue por Tórtola, Moratilla y Mazuecos, hasta que logró plaza de funcionaria en la Delegación de Hacienda.
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Junto a don Antonio Pareja Serrada, Cronista Provincial, sería partidario de la creación de una “Academia de Historia y Arte” provincial, que desembocase en el Museo de la Provincia. Formando parte de la Comisión Provincial de Monumentos, que lo presentó a la Real Academia de la Historia para que ocupase uno de los sillones correspondientes a la provincia de Guadalajara. Todavía tuvo tiempo, en 1930, de recorrer Europa en viaje de estudios; recibiendo a su vuelta, junto al doctor Suárez de Puga, el premio Álvarez Alcalá, de la Real Academia de Medicina.
Dejó Guadalajara por Madrid; la Farmacia de la Calle Mayor la traspasó al farmacéutico de Trijueque, don Victoriano García Contera, y Caballero se estableció en la capital del reino: En Madrid falleció, el 17 de septiembre de 1964. Sus hijos siguieron sus pasos en el mundo de la farmacia, y en el literario, su hija, Albina Caballero, fue finalista del Premio Planeta de literatura, el mismo año en que falleció su padre.
Apretadas, las líneas precedentes, para dar cuenta de la grandeza de la obra de un gran hombre que no se debe de olvidar.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 16 de septiembre de 2022
Eugenia de Montijo, el Imperio Escarlata (Conoce la novela, aquí)
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