jueves, julio 22, 2021

MARÍA ARENAS RAMOS, La viuda del héroe

 MARÍA ARENAS RAMOS, La viuda del héroe

  

   Pudo comenzar todo el día 22 de julio de 1921, con lo que en estos se cumplirían cien años del acontecimiento. Pero no, el asunto venía desde mucho tiempo atrás. Quizá, desde las guerras del Rif, que se iniciaron a lo que parece en 1909. O tal vez el asunto venía de mucho más atrás; tal vez, desde que los reinos de España ampliaron fronteras, o desde que el mundo es mundo. Pues desde que el mundo es mundo, los altos señores de ellos pelearon por tener un palmo más de tierra. El día 22 de julio de 1921, cien años se cumplen, dio comienzo lo que los historiadores han denominado como “El desastre de Annual”, en el que perdieron la vida, unos cuantos hijos de la provincia de Guadalajara. Otros vivieron para contarlo. Uno de ellos, de los que perdieron, fue don Félix Arenas Gaspar, quien dejó viuda a doña María Arenas Ramos.

MARÍA ARENAS, recibe del rey Alfonso XIII, la Medalla de Sufrimientos por la Patria
 

    Ninguno de los dos nació en Guadalajara. Don Félix Arenas lo hizo en Puerto Rico, donde su madre, militar como él, se encontraba en cumplimiento de servicio. Doña María en Badajoz, donde el suyo, don Anselmo Arenas López, quien recorrió media España dando clases, ejercía como catedrático de Geografía e Historia en su Instituto de Segunda Enseñanza. Don Anselmo, que fue uno de esos hombres que todo lo reivindican para la tierra propia, desde el nacimiento de Viriato a la patria del Beato de Ávila. Por supuesto, todos los ancestros de don Félix Arenas Gaspar y de doña María Arenas Ramos, salvo alguna ligera inclinación, salieron de Molina, de Molina de Aragón.


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   Con tal padre, don Anselmo Arenas López, no es extraño que a doña María Arenas, aparte de prepararla, como en aquellos inicios del siglo XX se preparaba a las mujeres, para el matrimonio, lo hiciese igualmente para el Magisterio, pues comenzó a prepararse para Maestra mucho tiempo antes de pasar por el altar. Del mismo modo que don Félix, y sus hermanos, siguiendo al padre, estuviesen predestinados para continuar la vida miliar.

    Don Félix Arenas, padre, falleció en el Puerto Rico de su destino en aquellos días previos a los desastres del 98, cuando España perdió las últimas colonias de allende los mares, con lo que la familia regresó a la madre patria, y de procurar educación a los chiquillos se encargó el tío del padre difunto, don Anselmo Arenas López, nuestro catedrático historiador molinés. Los sobrinos entraron en la Academia de Ingenieros de Guadalajara, mientras don Anselmo, dejando Badajoz, se trasladaba a Valencia con la familia, pasando no pocas temporadas en Molina o Guadalajara, centros de sus investigaciones históricas, al tiempo que empujaba a su hija, y a su sobrino, a iniciar una relación que, más que de parentesco familiar, condujese a la unión marital.

    Ambos primos, María y Félix Arenas, contrajeron matrimonio en Valencia, el 3 de agosto de 1915, en la iglesia de San Pedro Protomártir. Don Anselmo Arenas ofició de padrino. Don Félix ya era Capitán, y Maestra, aunque sin ejercer, doña María, a quien al poco le comenzaron a nacer los hijos. María en 1916; Félix en 1918; Enriqueta en 1919; Francisco de Borja, Anselmo, Juan, Ramón, Lucio, Arenas y Arenas, fue el último.

    Nos podemos imaginar la vida de una mujer, esposa de militar de alta graduación, don Félix era ya capitán, en aquellos tiempos guerreros en los que las despedidas eran continuas y los encuentros familiares esporádicos. Doña María pasó el tiempo entre Guadalajara, Molina de Aragón y Valencia; mientras que su marido lo pasó, desde que contrajeron matrimonio, entre Melilla y las peligrosas fronteras de España con Marruecos, en los que se libró aquella guerra interminable que convirtió a nuestro hombre en héroe.

    Lo de convertirse en héroe fue en mitad de aquellos desastres de la guerra, en el de Annual, cuando días antes de que le llegase la hora se bajó de su caballo y puso a sus lomos a un sargento herido, y él, el capitán, se quedó a defender la plaza, y morir, por el honor de España, que tantos muertos dio, y en defensa de los hombres que tenía bajo su mando. Un tiro a bocajarro en la cabeza se lo llevó por delante el día 29 de julio de 1929. Doña María conoció la muerte de su marido muchos días después, pues mediaba el mes de agosto cuando en España se conoció lo sucedido en Monte Arruit, donde los españoles murieron por millares, más de once mil quedaron en aquellas tierras. La mayoría de ellos, como sucedió con Félix Arenas, sin poder ser identificados. Los cadáveres, como en esas escenas del infierno que relatase Dante Alighieri, se amontonaban unos encimas de otros.

 

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   No le quedó más remedio a doña María que continuar adelante con la educación de sus hijos. Viuda de un héroe reconocido, con tres hijos cuando conoció la muerte del esposo, y uno en camino. Nació meses después de la muerte del capitán, antes de que a su padre le concediesen la Laureada de San Fernando a título póstumo, y después de que a su madre la concediesen la Medalla de Sufrimientos por la Patria, y se encontraba, junto a su madre y sus hermanos, cuando el Rey Alfonso XIII recorrió la provincia para entrar en Molina arropado por la multitud, el 5 de junio de 1928, para consagrar, al capitán Félix Arenas Gaspar, el homenaje del que media España participó.

    Al hijo póstumo, nacido en Valencia y allí bautizado, en la iglesia parroquial castrense, lo apadrinó en el bautismo la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara, en su conjunto, y en su nombre, el general Ramírez Falero.

    Dura fue la vida de las viudas de los militares caídos en campaña. Dura la de quienes no pudieron despedirse de sus padres, maridos o hijos, como sucedió con doña María y sus hijos. A los que, no sin dificultad, dotó de estudios, con lo exiguo de la pensión que como viuda de militar recibió en el transcurso de su vida. Después de que se olvidasen las glorias del héroe, y llegase otra guerra… Esa que en España desangró a sus hijos. En ella, doña María perdió a sus dos hijas, María y Enriqueta, mocetonas ya. Y llegó otra guerra, la que desangró Europa, en la que doña María perdió a su hijo primogénito, Félix, militar como su padre, el que murió en Monte Arruit; o como su tío Francisco, el hermano de su padre, que también se dejó la vida por allí, y militar como su hermano pequeño, don Francisco de Borja, que llegó a lucir los entorchados de contraalmirante ingeniero de la Armada. En 1969 el Gobierno de la nación concedió a los nietos del capitán Félix Arenas Gaspar, entrar “de gracia”, en las Academias Militares.

    Sirvan estas líneas, a los cien años de la muerte gloriosa del capitán Félix Arenas, para recordar también el sufrimiento de quienes quedaron atrás. De aquellas viudas; de aquellos hijos; de aquellos padres que, al margen de las ideologías políticas, perdieron al sostén de una familia, en una guerra… incomprensible, como lo son todas las guerras.

    María Arenas Ramos; Maestra. Viuda del Capitán Félix Arenas Gaspar, originaria de Molina de Aragón, nació en Badajoz en 1891, hija de don Anselmo Arenas López y doña Eulogia Ramos Guerra. Falleció en Valencia, en 1975, a los 83 años de edad.

 

Tomás Gismera Velasco/ Henaresaldia.com/ Julio 2021

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