JUAN FRANCISCO MARINA ENCABO. EL CID ANTE LOS TRIBUNALES
El abogado de Atienza, Juan Francisco
Marina Encabo, pleiteó por la propiedad del Poema del Cid y las pinturas de San
Baudelio de Berlanga
Fue una de las noticias con las que comenzó
el año 1965 el entonces semanario Nueva Alcarria. En su página 7, tomando el
titular de un periódico soriano, daba cuenta de la reclamación, por parte de la localidad de Vivar del Cid,
del manuscrito original del Poema del Cid.
La reclamación, ante el Ministerio de
Cultura, se basaba en que el manuscrito original fue arrebatado al pueblo de
Vivar, con engaños, en 1718 por don Eugenio Llaguno Amirola, entonces
secretario del Consejo de Estado, quien puso como razón el propósito de obtener
una copia para la reimpresión que se hizo en la época, sin que el manuscrito
original regresase a Vivar, localidad en la que se encontraba, en el monasterio
de las Clarisas, desde la época de Alfonso X el Sabio. Y poco se supo de él hasta que en 1960 apareció en la Biblioteca Nacional, después de que lo
adquiriese, por algo más de diez millones de las pesetas de aquel tiempo, una
conocida fundación nacional, a otro conocido personaje de la época, don Roque
Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Camposagrado, y sus hermanos.
La noticia no hubiese trascendido más allá
de la curiosidad que ello suponía, de no saberse que el pueblo de Vivar del
Cid, para pleitear ante el Ministerio de Educación Nacional había encomendado
el asunto judicial a uno de los abogados que más conocimientos tenían en
derecho medieval, entre otros. Don Juan Francisco Marina Encabo.
Era entonces don Juan Francisco un
Registrador de la Propiedad jubilado y vuelto a la judicatura para llevar algún
que otro caso de resonancia, como este por el derecho a la propiedad del
manuscrito del Poema del Cid. Manuscrito que continuó en la Biblioteca
Nacional, a pesar de las idas y venidas de aquel pueblo y su abogado por los
tribunales.
Ermita de San Baudelio de Berlanga, por cuyas pinturas pleiteó Marina Encabo |
Don Juan Francisco Marina Encabo, entonces
se enteraron algunos lectores del semanario, había nacido en Atienza un lejano
año de 1883, el 24 de mayo. En Atienza realizó
sus primeros estudios, de donde pasó a Madrid en cuya Universidad Central se
licenció en Filosofía y Letras y más tarde se doctoró en Derecho, opositando
posteriormente al cuerpo de registradores del Estado. Compaginando el cargo de
registrador con el de Abogado, y manteniendo en el transcurso del tiempo una
especialización en Derecho musulmán. Hasta llegar a ser uno de los primeros
jurisconsultos europeos en esta tan materia.
Su carrera fue larga en todos los sentidos,
pues vivió mucho, y falleció muy mayor, con 88 años, por lo que su nombre es
fácilmente localizable desde los inicios del siglo XX en asuntos de interés,
para la provincia y el reino.
A pesar de que sus comienzos no fuesen en el
mundo de la judicatura, sino que terminada la carrera de Filosofía y Letras
ocupó un puesto como ayudante interino en la sección de Filosofía y Letras en
el Instituto de Ciudad Real, hasta que aprobó las oposiciones a Registrador de
la Propiedad en el mes de junio de 1912, siendo nombrado muy poco después
Registrador de Ágreda (Soria), una provincia que terminaría siendo la de su
adopción, sin olvidar su natal Atienza, y en la que haría, y es historia.
Del Registro de Ágreda pasó al de Soria,
capital; de Soria a Almazán, donde estuvo más de diez años, antes de pasar
a Medina de Rioseco (Valladolid), de
donde pasó a Álava y Navarra, concluyendo en Alcalá de Henares.
Como decíamos, al tiempo que ejercía como
Registrador de la Propiedad mantenía su gabinete jurídico, que fue pasando de
Almazán a Soria, de aquí a Medina de Rioseco y de Medina a Álava, destacándose
como una auténtica figura en Derecho musulmán, después de que lograse ganar un
importante pleito en el que fueron partes el Bajá de Larache y el Gobierno de
España. En aquella ocasión estaba contratado por el Bajá. Resultando, del pleito, la consagración en aquel Derecho, del
que dio conferencias y publicó numerosos estudios; pues también escribió alguna que otra cosa, principalmente relacionada con
el Derecho, al tiempo que colaboró con algunos periódicos, principalmente de
Soria.
Atienza 1968. Juan Francisco Marina Encabo junto al entonces párroco de la villa, Lucas Villa Llorente |
Se destacó entre los guadalajareños que en
Madrid fundaron la tertulia “La Colmena”,
siguiendo a Francisco Layna Serrano, de quien llegó a ser uña y carne,
considerándose familiares después de que su hermano José contrajese matrimonio
con una de las hijas de don Manuel Serrano Sanz, Esperanza Serrano.
Juan Francisco Marina Encabo fue el
encargado de redactar los estatutos de aquella asociación que aspiraba a ser
algo más que una reunión de amigos y ejerció de puente entre la Casa de
Guadalajara en Madrid, fundada en 1933, y que reabrió sus puertas en 1961. De
su refundación también formó parte, dando no pocas charlas y conferencias.
Cuando aquello sucedía, la refundación de la
Casa, don Juan Francisco era ya una figura nacional. Jubilado como Registrador
se dedicaba a la abogacía, llevando
pleitos tan señalados como el dicho por la posesión del manuscrito del Poema
del Cid.
Se había casado en el mes de noviembre de 1914
en Almazán, con la hija de todo un personaje de aquella localidad, y de la
provincia de Soria, don Elías Romera Medina, abogado, político, escritor,
historiador y, al final de sus días, farmacéutico, ya que junto a la de Derecho
se licenció igualmente en Farmacia. También fue Académico de la Real de la
Historia, quien a su fallecimiento en 1928 dejó parte de su herencia documental
y bibliográfica a su yerno Juan Francisco.
Del matrimonio con Manuela Romera Sanz le
nació una hija, Felisa. Ambas, mujer e hija, fallecieron antes que él, doña
Manuela el 17 de diciembre de 1955, su hija en 1966. Don Juan Francisco
falleció en Madrid el 4 de noviembre de 1971, y como su mujer e hija, se fue a
descansar a la eternidad al cementerio de Almazán.
Y, caso curioso, sus méritos no fueron
reconocidos después de muerto. Lo habían sido a lo largo de toda su vida, pues
sus éxitos profesionales llevaron a que pueblos, amigos y conocidos, lo
reconociesen por media España, recibiendo numerosos homenajes y tributos, desde
la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, impuesta por el ministerio de Justicia, a los
nombramientos de “Hijo Adoptivo” de localidades como Casillas de Berlanga o
Almazán.
A su nombre figuran unas cuantas calles
por unos cuantos pueblos de la provincia
de Soria, desde Casillas a Brias; en Atienza fue nombrado por su Ayuntamiento,
el 31 de octubre de 1964, “Huésped de Honor”, en medio de aquella vorágine
periodística desatada con motivo del pleito de Vivar del Cid; pues cuando la
provincia de Guadalajara conoció aquello, Vivar del Cid llevaba ya dos años
pleiteando por el manuscrito; asunto que
se terminó zanjando con una sentencia dictada el 22 de diciembre de 1965, por
la que se desestimaba la petición del pueblo de Vivar, y nuestro paisano perdía el pleito.
Pero había ganado otro de tanto o más
calado, había logrado que las impresionantes pinturas que iluminan la ermita de
San Baudelio de Berlanga, regresasen, aunque fuese en copia, a sus paredes. Una
venta irregular llevada a cabo en 1922 a uno de aquellos “acaparadores” de obras de arte, el tantas veces nombrado por
aquellos tiempos León Leví.
Marina Encabo recibió numerosos homenajes, entre otros, en Vivar del Cid, con motivo del descubrimiento del monumento |
Don Juan Francisco no logró, representando
al municipio de Casillas de Berlanga, que las pinturas originales regresasen,
pero consiguió la copia que hoy se puede ver y admirar en una de las ermitas
más visitadas del antiguo obispado de Sigüenza, cuyo obispo fue el vendedor de
las obras.
Casualidades del destino, el suegro de don
Juan Francisco, don Elías Romera Medina, y no otro, fue el descubridor de la
ermita, y primer descriptor de lo que allí había, sacándola a la luz en 1884, a
través del informe remitido a don Emilio Lafuente, siendo su primera obra la ya
conocida “Descripción de la ermita de San
Baudelio”, que vio la luz ese año en
el Boletín de la Real Academia de la Historia.
Nombres de ayer, que continúan siendo
historia del hoy.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
4 de enero de 2019
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