MARIA RAFAELA QUIROGA
Sor Patrocinio, la monja de las llagas.
Religiosa
San Clemente (Cuenca), 1811- Guadalajara, 1891
Sor Patrocinio, conocida también como la Monja de las Llagas y cuyo
nombre de bautismo era María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga
Capopardo (San Clemente (Cuenca), 1811-Guadalajara, 1891), fue una religiosa española
de la Orden de la Inmaculada Concepción, de gran presencia en la vida social y
política española durante la segunda mitad del siglo XIX, debido a la
influencia que ejerció sobre la reina Isabel II y su esposo Francisco de Asís
de Borbón.
Índice
Infancia
y vocación
Sor Patrocinio, también conocida como
Sor Meme, nació el 27 de abril de 1811 en San Clemente, provincia de Cuenca, en
una finca que recibía el nombre de Venta del Pinar. Los primeros años de su
infancia estuvieron marcados por la Guerra de la independencia.
Tras fallecer Diego de Quiroga, su
padre, se trasladó con su empobrecida familia a Madrid, donde rechazaría a Salustiano
Olózaga, entonces joven abogado, enamorado de ella y centro del proyecto
matrimonial que Dolores Capopardo fraguaba para su hija. Ambos personajes
habrían de volver a encontrarse en momentos difíciles de la vida de la religiosa:
con motivo del proceso judicial que sufrió en 1835 y en su exilio en Francia,
tras los sucesos revolucionarios de 1868.
En 1826 ingresó en el Convento de las
Comendadoras de Santiago de Madrid siendo amadrinada por su tía, la marquesa de
Santa Coloma. Tres años más tarde fue amadrinada por la duquesa de Benavente
para ingresar como monja en el Convento del Caballero de Gracia, de la orden
concepcionista. En el año 1829, siendo todavía novicia, recibió su primera
llaga en el costado izquierdo, lo que se interpretó como estigma. Concluido el noviciado,
el 20 de enero de 1830, Mª Dolores de Quiroga Capopardo hizo profesión solemne
en la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora (concepcionistas
franciscanas descalzas), en el convento de Jesús, María y José del Caballero de
Gracia, en Madrid, adoptando el nombre de Sor María Rafaela de los Dolores y
del Patrocinio.
Nuevas
experiencias místicas
A partir de 1830 sufre varias visiones místicas,
quedando muchas de estas experiencias reflejadas en su cuerpo. El jueves 20 de
mayo del mencionado año, día de la Ascensión, le aparecen llagas en pies y
manos, así como las de la corona de espinas. En el siguiente mes, el 8 de junio,
dos días antes de la celebración del Corpus Christi, Sor Patrocinio quedó en
éxtasis y le habló el Santísimo Cristo de la Palabra, desde un lienzo casi
olvidado que colgaba en la pared. El 13 de agosto de 1830, se le apareció la
Virgen María bajo la advocación "del Olvido, Triunfo y
Misericordias", de la que la monja recibió una imagen que llevaría consigo
el resto de su vida.
Cinco años más tarde, procesada
judicialmente por impostura, así como acusada de apoyar la causa carlista, fue
sacada de su convento y, tras varios traslados, llevada a la Casa de
Arrepentidas de Santa María Magdalena, hasta que se dictó sentencia
condenatoria por la que se la desterraba de la Corte. Por dos años vivió en un
convento en Talavera de la Reina. Allí comenzaría a escribir el llamado Libro
de Oro, cuyo título original era Mes de María Perpetuo.
La causa judicial para averiguar el
origen de las llagas que, por acción supuestamente sobrenatural, presentaba en
sus manos, pies, costado izquierdo y cabeza, se inició el 6 de noviembre de
1835. El juez convocó a tres facultativos que, tras un examen y descripción
minuciosos de dichas lesiones, se comprometieron a su curación, cosa que, en
efecto, consiguieron. El 21 de enero siguiente, en presencia de J. Cecilio de
la Rosa, Salustiano Olózaga y otros, así como de los aludidos profesores de
Medicina y Cirugía, el célebre doctor Diego de Argumosa, y los doctores Mateo
Seoane y Maximiliano González, se realizó un último reconocimiento del estado
de Sor Patrocinio, certificándose oficialmente la completa cicatrización de sus
aparentes estigmas pasionarios. Bajo juramento, la religiosa declaró la
historia de los mismos: el fraile capuchino Fray Fermín de Alcaraz le había
facilitado siendo novicia "una reliquia que aplicada a cualquier parte del
cuerpo causaba una llaga que debía tenerse abierta para seguir padeciendo y
teniendo tal mortificación, ofreciendo a Dios los dolores como penitencia por
las culpas cometidas (...), mandándole aplicase a las palmas de las manos y al
dorso de ellas, a las plantas y parte superior de los pies, en el costado
izquierdo, y alrededor de la cabeza en forma de corona, encargándole muy
estrechamente bajo obediencia y las más terribles penas en el otro mundo, que
no manifestase a nadie de qué le habían provenido, y que si le preguntaban
debería decir que sobrenaturalmente se había hallado en ellas".
El beneficio económico en limosnas y
donaciones que la fama de santidad de la religiosa había representado y hubiese
podido representar para la Orden y sus conventos, aparecía como móvil del
fraude. El citado capuchino no pudo ser encontrado para tomársele declaración,
"por haberse ausentado del reino", lo que para el promotor fiscal de
la causa hacía más probable su culpabilidad. La sentencia advirtió que, de no
comparecer, se le juzgaría "por su ausencia y rebeldía". En cuanto al
defensor, Juan M. González Acevedo, alegó, ante las pruebas y declaraciones,
que "todo fue mentira, excepto los tormentos" de su defendida, cuyo
papel fue el de "víctima, tanto más digna de compasión cuanto que parecía
condenada a una muerte lenta y penosa".
La sentencia, dada en Madrid el 25 de
noviembre de 1836, manifestaba que Sor Patrocinio "debió resistirse al
fraude" y dar cuenta a sus superiores; pero tuvo en cuenta el
arrepentimiento de la religiosa, que fue condenada al traslado "con la
decencia y recato debidos a su estado a otro convento que se halle al menos a
distancia de 40 leguas" de la Corte, instando a que se le procurase un
confesor "virtuoso e ilustrado" que acabase "de fortalecerla en
las sólidas y verdaderas máximas de religión y piedad". Tras dos años de
destierro en Talavera de la Reina, la salud de Sor Patrocinio se resintió y,
tras solicitudes epistolares por su parte en ese sentido a la reina, obtuvo
permiso para trasladarse a Torrelaguna, donde viviría durante cinco años.
El proceso judicial sustanció también
otro hecho, descrito por la religiosa como un vuelo en que un diablo la condujo
por tierras de Guadarrama, rapto que finalizó depositándola sobre un tejadillo
del convento, en el que la monja había sido descubierta por sus hermanas de
Orden, fatigada y sucia de tierra y restos vegetales. La propia Sor Patrocinio
no supo dar razón de lo sucedido, por no poder explicárselo. Se comprobó a
instancias judiciales que el acceso a ese tejado era sumamente fácil y sin
riesgo alguno desde un ventanal del convento.
Regreso
a Madrid
Acabada la regencia de María Cristina y
siendo ya Isabel II reina de pleno derecho, se permite a Sor Patrocinio el
regreso a Madrid, concretamente al convento de La Latina que regentaba su
Orden. Su influencia en los reyes va ascendiendo y se la traslada al convento
de Jesús Nazareno donde ocupa el cargo de maestra de novicias (1845). En 1849
sufre un atentado con arma de fuego del que sale ilesa. Poco después es elegida
abadesa, siendo reelegida para el mismo cargo, hasta su muerte, en los
diferentes conventos a los que fue trasladada. Paga sus maniobras contra Ramón
María Narváez con un destierro a Badajoz, aunque el general pronto la perdona y
permite su regreso.
A propósito de la relación de Sor
Patrocinio con Isabel II, la Infanta Eulalia, hija de la reina, relata: "oí
muchas veces hablar a mi madre de que el Padre Claret, su confesor y personaje
de gran influencia cerca de ella, y la monja Sor Patrocinio (...) le habían
sugerido el dirigirse a Pío IX en solicitud de la declaración del nuevo dogma.
Mi madre, muy religiosa (...) consiguió que otros soberanos católicos la
firmaran con ella y también actuaran cerca del Pontífice". Se refiere la
Infanta al dogma de la Inmaculada Concepción de María, definido el 8 de
diciembre de 1854. Sor Patrocinio llegó, pues, a tener influencia teológica, a
través de sus encumbradas relaciones sociales.
Nuevos
traslados y fundaciones
Para intentar alejarla de Madrid y de su
supuesta influencia en las voluntades de los reyes, es enviada a Roma para que
sea estudiada su presunta fama de santidad; sin embargo, enferma en el camino y
no puede llegar a Italia. Por orden del gobierno es trasladada al convento de
las Hermanas Descalzas de Toledo. Más tarde en el convento de Montserrat de Madrid
funda la primera escuela para párvulos, de niñas pobres. Llegados al poder los
generales Narváez y Espartero, es desterrada al convento de Clarisas de Santa
Catalina Mártir de Baeza. El arzobispo de Toledo le ordena que se traslade a un
convento en ruinas en Torrelavega para que sea reformado. Después de cumplir
esta misión, comienza la fundación de conventos, siendo el primero el de San
Pascual en el Real Sitio de Aranjuez. En él tuvo lugar un segundo atentado
sobre Sor Patrocinio, también con arma de fuego e igualmente sin efecto. A este
convento le seguirían otros en La Granja de San Ildefonso, en San Lorenzo del
Escorial y en Guadalajara. Durante este periodo se le atribuye el profetizar a Nicanor
Ascanio que iba a morir mártir.
Último
destierro, regreso y muerte
En 1868 triunfa la revolución que hace
caer la monarquía. El Cardenal Ciliria la envía a Francia para impedir que
caiga en manos de los revolucionarios. Allí la monja continúa su misión
fundadora. Escribe la regla de una nueva orden que sería aprobada por el obispo
de París. Con la restauración de 1874, llega al trono Alfonso XII y se le
permite el regreso a España, donde prosigue su labor fundadora, incluso durante
el último año de su vida. Fallece en el convento del Carmen de Guadalajara, en
1891. Su proceso de beatificación comenzó en 1907.
Tomado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Sor_Patrocinio
Durante su destierro en el convento de Torrelaguna era visitada por gentes de la nobleza. A Torrelaguna como lugar de nacimiento del Cardenal Cisneros, este la había donado un ejemplar original de la Biblia Políglota Complutense mandada hacer por él y que era custodiada en el convento, pues bien Sor Patrocinio, que devía ser de "armas tomar", se la dejó para su consulta al entonces Duque de Alba y aún no ha sido devuelta. Es un ejemplar valiosísimo, original de los pocos wue quedan. Saludos
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